análisis vp - así están los partidos valencianos un año después de las elecciones

Primer aniversario del 28M: del PP rehabilitado a la actualización del PSPV y el titubeo de Compromís

27/05/2024 - 

VALÈNCIA. Este martes se cumple el primer aniversario de las elecciones autonómicas y locales del 28 de mayo. Unos comicios que pusieron fin al reinado progresista en la mayoría de instituciones de la Comunitat Valenciana protagonizado por PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem en beneficio de la alianza sellada tras los comicios por el PPCV y Vox para gobernar la Generalitat y el Ayuntamiento de València.

Para hacer un análisis de cómo ha transcurrido el año desde un plano más orgánico y dibujar una radiografía del momento de salud que atraviesan las distintas formaciones, es obligado echar la vista atrás y observar cómo llegaban en aquel momento las fuerzas política a las urnas.

Empezando por el PPCV liderado por Carlos Mazón, que fue el partido que ganó las elecciones, lo cierto es que superaron incluso sus propias expectativas con un gran resultado de 40 diputados. La resurrección de los populares -sólo sacaron 19 cuatro años antes- se debió, entre otros factores, a la buena coyuntura nacional -fue la campaña del "que te vote Txapote"- y al propio desgaste del Govern del Botànic. Curiosamente, el PPCV como partido no venía de encontrarse en un momento de especial fortaleza: había perdido músculo y también acusaba cierta falta de relevo generacional en los cuadros altos e intermedios. De la misma manera, el entonces candidato Mazón no era, según las encuestas, especialmente conocido entre la ciudadanía, por lo que el buen resultado final se atribuyó en mayor medida a la alta movilización del votante conservador y de centro -Ciudadanos se derritió- contra el gobierno de Pedro Sánchez y no tanto a la fortaleza local y autonómica de los populares valencianos.

 

Ahora bien, la victoria electoral y el acceso al gobierno de las instituciones ha contribuido de forma decisiva a una rehabilitación del PP también en el plano orgánico. Bajo la batuta de Juanfran Pérez Llorca, persona de confianza de Mazón, como secretario general, el partido ha mejorado sus engranajes y vuelve a recuperar el músculo de antaño. Con el control institucional que ahora ostenta, todo apunta a que los populares valencianos pueden reverdecer viejos laureles y acercarse a los niveles de solidez de los tiempos de Eduardo Zaplana y Francisco Camps.

En la otra orilla, el eterno rival, el PSPV-PSOE encabezado por Ximo Puig en la cita del 28M, llegaba con cierto optimismo a las urnas. El partido, con un control mayoritario de las instituciones, llegaba fuerte y movilizado a la cita: los sondeos apuntaban igualdad en general pero, la mayoría, inclinaban la balanza hacia una victoria del bloque de izquierdas y, de hecho, la formación socialista no sufrió ningún tropezón en los grandes actos que sirviera de pista para anticipar el resultado. Una burbuja que, en la recta final de la campaña, si empezó a hacerse patente: algún dirigente del PSPV admite que, en la última semana, recibieron una llamada de Ferraz con los malos presagios. El mensaje era claro y conciso, el discurso antisanchista había calado y los socialistas se encaminaban a una pérdida masiva de instituciones locales y autonómicas. Así fue. Eso sí, el propio resultado evidenciaba que el desconcierto en el PSPV estaba justificado, dado que Puig no se hundió en las elecciones; es más, ganó cuatro escaños, quizá demasiado poco para ser todo un presidente de la Generalitat pero que podría haber sido suficiente si sus aliados hubieran mantenido el tipo.

 
Un año después, los socialistas valencianos pueden decir que han hecho sus deberes o, al menos, han cumplido las mínimas obligaciones para intentar tener una oportunidad de remontar en 2027. Puig se apartó y convocó un congreso extraordinario denominado de "actualización" del proyecto, donde la ministra Diana Morant, muy próxima a Pedro Sánchez, fue elegida como nueva líder del PSPV sin que se produjera una gran batalla. De esta manera, los socialistas valencianos evitaron, al menos de momento, un proceso cruento que rememorara otros acaecidos en el pasado cuando perdieron la Generalitat en 1995.

La receta, hasta ahora, parece la adecuada. El pasado jueves Sánchez abrió la campaña de las europeas con un acto en València donde el PSPV volvió a demostrar que no tiene problemas de movilización. Cierto es que el lugar elegido -por descarte-, La Rambleta, tenía un aforo muy reducido, aunque cientos de personas se quedaron fuera y, en el ambiente, se percibía cierto deseo de revanchismo y movilización frente a la derecha de cara a estos comicios.

 
Ahora bien, en el socialismo valenciano y, especialmente con la apuesta de Morant como líder, se aprecia también una vinculación mucho más notable que antes con la dirección federal de Sánchez. Es decir, el PSPV abraza su destino con mayor intensidad al presidente del Gobierno de lo que lo hacía antes: la defensa de la gestión del Ejecutivo central es una prioridad en esta nueva etapa, una dependencia que puede resultar un arma de doble filo a medio plazo.

Más retraso lleva Compromís en su etapa que, este caso, parece más de reconstrucción. La coalición llegó tocada a las elecciones tras la pérdida de su principal baluarte público, Mónica Oltra. Tiraron de los 'viejos rockeros' como Joan Baldoví y Joan Ribó para salvar los muebles y, el resultado, aunque no fue catastrófico (perdieron dos diputados en Les Corts y un concejal en el Ayuntamiento), sí resultó insuficiente para mantener las instituciones, encendiéndose de inmediato la alarma de cambio de ciclo.

 
El problema es que, un año después, todavía no se ha aclarado cuál va a ser la siguiente etapa de la coalición. Parece que hay avances para la constitución de un Compromís más consolidado mediante una federación de partidos, pero la pata mayoritaria, Més, todavía debe enfrentarse en octubre a su congreso. Mientras, el archivo de la causa contra Oltra la deja como el activo todavía inactivo más importante de esta fuerza política, que tiene por delante una actualización de liderazgos que es toda una incógnita.

Por otro lado, resulta difícil analizar un balance como partido de Vox en la Comunitat Valenciana. Una formación hipercentralizada que funciona a golpe de marca en Madrid y donde las estructuras locales y la vida orgánica autonómica siempre permanece en tercer plano. La salud del partido, tanto en aquel 28M como ahora, depende de las fluctuaciones de la política nacional y del nivel de indignación con Sánchez que se pueda concentrar en el momento de depositar el voto. En este año, los momentos de relevancia en la Comunitat siempre se han debido a enfrentamientos con el PP que, a menudo, parecen haber sido teledirigidos desde Madrid, lo que genera dudas sobre la autonomía territorial del partido y su rendimiento si se produce una crisis de liderazgo en el ámbito nacional.

Por último, el 28M certificó casi la defunción política de dos fuerzas que habían irrumpido con fuerza en el panorama nacional, Ciudadanos y Podemos. En la Comunitat, se quedaron fuera de Les Corts y, de hecho, las fuerzas del Botànic señalaban el fracaso de los 'morados' -de 8 diputados pasaron a 0 en Les Corts- como la clave de la caída institucional. En ambos casos, las elecciones europeas del próximo 9 de junio se perfilan como la última oportunidad para lograr algo de oxígeno con una mínima representación que los sondeos les otorgan.

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