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la nave de los locos / OPINIÓN

Porque tú lo vales

Toca ponerse guapos y sonreír. Llegan las navidades y no puedes ir de tristón. Muerto Dios y muertas las ideologías, sólo nos queda sacarle brillo a los castigados cuerpos. Las arrugas deberían estar prohibidas.

4/12/2023 - 

No me gusta lo que veo en el espejo: veo a un adulto con ojeras pronunciadas y unos ojos sin brillo, papada y cabeza coronada de canas. Me acaban de lavar el pelo y espero a Fran, un joven manchego de 20 años. Es la cuarta vez que me pongo en sus manos. Es mi estilista, el único que puede maquillar mi declive físico.

La peluquería es, en realidad, una franquicia. Es pequeña pese a que la han ampliado. Los clientes estamos codo con codo. Tiene cinco peluqueros y dos aprendices. Salvo uno, que quizá sea el encargado, el resto son jóvenes, veinteañeros, que se ajustan a un patrón: pelo corto, cuello rasurado, vago aire a los frailes de El nombre de la rosa, camiseta negra de la empresa y pantalones elásticos, entre el pijama y el chándal. No faltan los tatuajes, los aros, los pendientes, los pírsines y los anillos. Fran es incluso más cool: calza unas zapatillas de Calvin Klein con suela de dos dedos.  

En medio de la foto, el actor Eduardo Casanova con el pelo teñido de rubio. Foto: IÑAKI BERASALUCE/EUROPA PRESS

Estoy en mi salsa. Este ambiente ultramoderno me rejuvenece. Aprendo mucho de jóvenes trabajadores como Fran, que tienen ganas de aprenderlo todo sobre su oficio. Podría haber elegido el camino fácil; podría haberse matriculado en un bachillerato que no le hubiese servido de casi nada en la vida, pero ha optado por trabajar y ganarse el sustento de manera digna. ¡Bravo por Fran y otros muchachos como él!

Mi peluquero redentor tiene buena memoria: recuerda que soy profesor. Comenzamos hablando del corte de pelo que me favorece. Me comenta que como tengo una cara “rectangular”, me queda bien el pelo largo. Le oculto que de joven llevé media melena a lo Oscar Wilde. Como soy un feroz conservador, le pido el corte de ocasiones anteriores: que me pase la máquina al dos por las sienes y el cogote donde me salen remolinos, y me deje un poquito de flequillo para peinarme. Pero Fran me avisa de que la próxima vez me propondrá un corte distinto, acorde con mi estilo, pero muy rompedor. Tiemblo al imaginarlo y temblad, también, vosotras, chicas.

Tan canoso como el abuelo de Heidi

Comentamos mi abundancia de canas, consecuencia de tantos desvelos, sinsabores y preocupaciones. Desde el encierro de la primavera de 2020 mi testa parece la del abuelo de Heidi. Mi estilista me tranquiliza diciéndome que no me quedan mal, tratándose de alguien que fue rubio. “Son como mechas”, dice para complacerme.

Entrada de una peluquería con los precios para sus clientes.

Fran se define como asesor de imagen —no como un simple peluquero— y autodidacta. Le interesa todo lo relacionado con los implantes. Su mundo gira en torno al cuero cabelludo. Sé de un guardia civil que fue a Estambul a ponerse pelo. “Ya no hace falta irse tan lejos”, me comenta. En Madrid y Barcelona ofrecen soluciones imaginativas para calvos a precios competitivos. Hasta Cris (Cristiano Ronaldo) tiene un negocio de clínicas capilares.

Vamos terminando. Me corta las cejas —herencia de mi padre, pariente lejano de Brezhnev— y me echa un spray para darle volumen al cabello. Junto a la amnistía concedida a los golpistas catalanes, una de mis preocupaciones vitales es que mi cabello tenga el volumen adecuado. Fran acaba la faena en un cuarto de hora, veinte minutos todo lo más. El precio (12,90 euros) es razonable. Me cita para la próxima vez, cuando me jugaré mi ser o no ser. ¿Estaré dispuesto a dar un salto al vacío tintándome de rubio como Eduardo Casanova, o de moreno como Mario Vaquerizo?

El potencial de la cosmética masculina

Salgo de la peluquería y me dirijo al mercadona a comprar mi contorno de ojos. De aquí me iré al consum, donde venden una crema hidratante antiarrugas que me pongo todas las noches. Con el bótox aún no me atrevo. Cada vez somos más los varones que adquirimos productos de cosmética. Nos gusta estar guapos. Según un estudio de Business Insider España, uno de cada cuatro hombres compra productos para el cuidado de la piel. Leo también que nosotros compramos una media de 16 artículos de belleza al año, frente a los 30 de las mujeres, que gastan mucho más. Pero el mercado de la cosmética masculina tiene, por razones obvias, más potencial de crecimiento.

El cantante y humorista Mario Vaquerizo, en una imagen de archivo. Foto: ISABEL INFANTES/EUROPA PRESS

“Los que más gastan en cremitas son jóvenes de 25 a 35 años. ¡Cuidado con ellos! Son nuestros competidores”

Los que más gastan en cremitas y potingues son los jóvenes de 25 a 35 años. ¡Cuidado con ellos! Son nuestros competidores. No hay que bajar la guardia ni dejarse pisar el terreno por yogurines y milennials. Quien se achanta está perdido.

Para terminar, permíteme un consejo, querido lector que has superado la cruel barrera de los cuarenta y cinco años. El mercado de los afectos y las atracciones, como bien sabes, está difícil, lo que se dice, en lenguaje coloquial, muy achuchao. Sólo el que cuida su físico llega a sobrevivir. No hablemos del interior, que es pérdida de tiempo; hablemos de la fachada, que es lo que de verdad importa. Sé que no es empresa fácil. Si estás deprimido o con la autoestima por los suelos, date un capricho pidiendo cita en el estilista, o vete a una droguería a comprar un frasco de heno de pravia. ¡Porque tú lo vales! Si te dejas, si acabas descuidando tu aspecto y no digamos la higiene personal, puedes acabar como ese pobre hombre que era paseado como un perro por una señora en el centro de València. Ver la escena me causó honda tristeza y algo de ternura. Aún estamos a tiempo de que no nos saquen a pasear estas navidades.

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