El barrio de Rabasa de Alicante tiene mucho que contar. Primero el origen de su nombre, ni se lo imagina. Sus sorprendentes minas …. Su sensación de pueblo, allí en el extrarradio. Su imprescindible depósito de agua. Su carácter castrense. Su relación con los aviones. Los grandes proyectos que se han planteado en su suelo. ¿Se va dando cuenta de lo mucho que le voy a describir en estas líneas? A ver cómo se lo resumo.
Vamos por partes. Deje que empiece con el nombre. Por una letra podría estar su origen en un lugar que antaño era propicio al tránsito de zorros. Pero no, no es eso, aunque hoy haya otros presuntos zorros con intereses poco claros por estos terruños.
El origen del nombre tiene que ver con el cultivo de la vid. La “Rabasa” o “Rabasa”, cepa o tronco de cepa. Pero por qué mencionar aquí esta expresión. Antaño estas tierras se dedicaban al cultivo de la uva, las vides se plantaron hasta perderse la mirada en el horizonte. Pero llegó la filoxera y lo arrasó todo, no dejó nada y estos terrenos se dedicaron a otros usos y el suelo se llenó de matas de esparto y de barrilla, con árboles de secano como el almendro y el algarrobo dispersos en los bancales por aquí y por allá.
En este desierto hay enormes “lagos” que se han ido formando con el tiempo. Aunque mucha gente cree que se debe a agua de lluvia, ya sabe que por aquí llueve poco, en realidad se debe a algo más complicado. Esas lagunas son minas de arcilla. Toma, ¿lo sabía?
El barrio como tal nació en los años 60 del siglo pasado al amparo del cuartel del ejército de tierra que allí se instaló, llamado Alférez Rojas Navarrete. Por iniciativa privada empezaron a surgir viviendas de planta baja y – como mucho con un piso arriba – con un amplio patio de unos 200 metros cuadrados. Y así fue desarrollándose esta barriada tan cerca de este acuartelamiento, sede actual del Mando de Operaciones Especiales, estos valientes anónimos que se infiltran en territorio enemigo y cumplen sus misiones con esmero. No sabemos con detalle lo que hacen, pero sus acciones salvaguardan la paz del mundo que vivimos.
En Rabasa había un aeroclub y un pequeño aeropuerto que creció hasta aterrizar en su pista aviones comerciales de pasajeros que llegaban a Alicante desde remotos lugares. Fue el germen del actual aeropuerto Miguel Hernández que se construyó años después.
Rabasa es también “un depósito clave de trasvase de aguas de la Mancomunidad de los Canales de Taibilla, de las aguas del Júcar”, en palabras del escritor Manuel Martínez López.
En Rabasa se quiso instalar IKEA y construir miles de viviendas. Pero después de muchos ríos de tinta, proyectos, multitud de reuniones, Alicante se quedó sin ese gran almacén de muebles que sus promotores querían que fuera mucho más. Tampoco se hicieron las casas y ese proyecto se guardó en un cajón esperando su oportunidad, si la tiene, que es discutible.
Ya ve que Rabasa tiene mucho que decir. Y ahí sigue junto al cuartel como si el tiempo se detuviera. Pero sí que pasa y deja huella, sin dejar de ser este barrio tranquilo y privilegiado que quieren mantener sus vecinos.