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reflexionando en frío / OPINIÓN

¿Por qué debemos librar la batalla cultural?

31/08/2021 - 

Cuando uno lee un poco de historia se da cuenta en seguida de que nada es como lo pintan y que la memoria ha sido amoldada al antojo de los interesados. Acabo de terminar el ensayo de Elvira Roca Imperiofobia y leyenda negra, y he caído en la cuenta de que nada es como nos lo han contado en manuales de Historia. Ni España era ese Imperio bárbaro aniquilador de civilizaciones en el pasado, ni EE. UU. ha sido en una perspectiva moderna ese guardián leal defensor de la verdad.

Todo es cuestión de perspectiva. La Historia, desgraciadamente, se parece a la vida. Quizá porque la memoria no deja de ser un recuerdo de lo vivido. Nostalgias subjetivas descritas por cada sujeto de una manera determinada. Es lo que tiene cuando manoseas tanto los hechos, que definitivamente nada es cierto y todo parece relativo. Para algunos Hernán Cortés era un héroe, para otros, como López Obrador, presidente de México, fue un sanguinario que asoló su patria en tiempos de los Aztecas por lo que España debe pedir perdón. La realidad es que el explorador erradicó las costumbres anacrónicas de los indígenas de hacer sacrificios humanos. Luego vendrá Colau, o algún iluminado más que tiene los libros de Historia ejerciendo de atrezo en la estantería para las llamadas por Zoom, y dará la razón a algunos presidentes iberoamericanos.

Existe un anhelo incesante, sobre todo por parte de los sectarios falsos enarboladores de la bandera de la izquierda, de cambiar el relato de la historia trasformando la perspectiva de equivoca a todo lo establecido. Vendiendo cuentos chinos a la población han convertido el mito en realidad y la verdad en cantar de gesta quijotesco. Así con todo. No sólo con la historia, también con el ecosistema social. Además de encontrarte al presidente de Perú pidiendo justicia por los caídos en la conquista española, te topas con tediosos manifestándose encarecidamente porque en la serie infantil La patrulla canina sólo hay un personaje femenino. ¿Se imaginan a mi generación protestar porque no había una serie que se llamaba los Supernenes o Doro el explorador? Empezando porque nos daban igual todas esas cosas porque nuestra mayor preocupación era que nuestro Pikachu subiera de nivel al treinta. Nos daba igual que Kim Possible fuera una chica y no anhelábamos a un chico que también fuera agente secreto. Tampoco nos planteábamos ver a un colega de Hannah Montana compartir escenario con ella. Nuestros pequeños corazones las admiraban por lo que hacían y no por lo que eran. Si los jóvenes son machistas no es precisamente por los impactos audiovisuales de la infancia sino por los que han recibido en la falsa adultez en forma de pornografía, sexo descontrolado, y sumisión expresa de la mujer al hombre. No veo a ninguno escandalizarse por el porno mientras se rasgan las vestiduras por los cuentos clásicos deseando cambiar el relato y convertir a caperucita roja en la que devora al lobo.

En eso consiste la realidad que vivimos ahora. Ya no se conforman con moldear la perspectiva histórica, sino que también quieren alterar la realidad existencial infantilizando a la sociedad. Es indiferente que suban la luz y eso agrave la pobreza energética de muchas familias, da igual que las feministas miren a otro lado ante la barbarie que se avecina en Afganistán, lo relevante es que Blancanieves se despierte sola. Lo importante es dibujar intenciones ocultas en la muerte de Samuel en lugar de enfocar el problema del aumento de la violencia juvenil provocado por la pérdida de valores y la banalización de la vida.

Estamos obsesionados en dar educación sexual en lugar de enseñar a secas los valores cívicos universales. Mi generación ya ha recibido esas charlas instructivas y tenemos perfiles cada vez más machistas, homófobos e intolerantes. Son reflejo de la sociedad que hemos creado retrocediendo en lugar de progresar. Porque ese es el problema que tienen algunos progresistas, que como dice Julián Marías en su obra La España Inteligible, no se dan cuenta de que llega un momento en el que hay que saber poner coto al progreso para no caer en la involución. Por eso no hemos evolucionado sino degenerado. Este avance hacia ninguna parte ha alterado ideológicamente la realidad despertando perspectivas conservadoras en mentes netamente progresistas. Por ejemplo, Félix Ovejero, que lo refleja en su obra La deriva reaccionaria de la izquierda. 

Por eso debemos librar la batalla cultural, una herramienta que sirve como reacción a todos los esperpentos valleinclanescos, antes de que sea tarde. Aunque no sé yo si el pronto está ya alejado.       

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