VALÈNCIA. Ángel de la Calle re-edita, de la mano de Garbuix Books, Pinturas de Guerras, un cómic que no ha dejado de superar hitos desde su primera edición, en 2016. La historia sirve como un punto de encuentro ficticio entre diferentes artistas en el París de la segunda mitad del siglo XX, mientras América Latina sufre la oleada de dictaduras que han marcado la historia recientes de muchos países. La ficción creada, ese punto de encuentro, le sirve a Ángel de la Calle precisamente a ser tremendamente divulgativo con una cruda realidad: la de las torturas, la de las desapariciones, la de la represión. Sus protagonistas son artistas que apuestan por inundar su propuesta creativa de su militancia por denunciar lo que el mundo quería entonces ignorar.
- ¿De qué manera surge la oportunidad de reeditar Pinturas de Guerra?
En España ya es la tercera edición, y el año pasado se editó en Brasil. En España, en todo caso, no había ya ejemplares de la segunda edición y Garbuix me ofreció la oportunidad. Yo quería aprovechar también para que el libro tuviese un tamaño más grande: el cómic es para adultos y en un 22x17 a veces era difícil de leer.
Por otro lado, he ampliado la historia. Precisamente cuando salió la versión brasileña, me señalaban que no hablaba apenas del país cuando allí también estaba la guerrilla y hubo una dictadura. Cuando hice el libro ya pensé en incluir también la historia de Brasil, pero al final no lo desarrollé tanto. En realidad, tenía sentido porque Carlos Marighella estuvo muy presente en París [dónde se contextualiza el cómic] y fue el jefe guerrillero que más fuerza tuvo en los 60 y los 70 en América Latina. También tenía sentido por la relación entre Brasil y el arte contemporáneo, sobre todo por la Bienal de Sao Paolo.
Así que aproveché para esta nueva edición para añadir ese capítulo y desarrollar uno de los personajes secundarios que aparecía de manera más discreta antes.
- Que el punto de encuentro de estas historias y estos artistas sea París, aunque no esté exactamente contextualizado en un año concreto, tiene todo el sentido del mundo: tienes que aunar el que se hayan encontrado ahí esos artistas, pero también que tengan un contexto artístico en el que puedan hablar de arte y de política.
Absolutamente. Porque además es un París ya crepuscular, artísticamente hablando. Nueva York ha desplazado la capitalidad del arte que antes ostentaba París, como estaba previsto por el Departamento de Estado de Estados Unidos desde el principio. Ahora buscan arrebatarle a Europa también su título de capital del arte. En el libro, algunos personajes comentan esto. El artista pop menciona su deseo de mudarse a Nueva York, exhausto, mientras aquí en París se prefiere ignorar la situación.
Una profesora de la Universidad Francesa de Limoges ha realizado una investigación precisament esobre París en Pinturas de guerra. Ella menciona dos ciudades diferentes: el París de los turistas, que es el que percibe mi personaje, y el París habitado por la gente exiliada en los barrios más marginales.
París era la elección obvia para el escenario por dos razones. Primero, porque a excepción de un personaje, los verdaderos protagonistas estaban allí, así que esa parte no es inventada. Segundo, porque era el destino preferido de los latinoamericanos para exiliarse. Siempre preferían París, nunca Madrid, por ejemplo, durante los años 50-60.
- ¿Cuánto de verdad y cuánto de mentira hay en la historia, en todo caso?
La cosa es compleja, porque esta historia habla de la generación anterior a la mía, no de la mía. Cuento la historia de lo que serían mis hermanos mayores, de la gente que tenía esa edad en esos años. El personaje que lleva mi nombre cronológicamente no podría ser yo, no podría haber estado allí. Pero me sirve como punto de nexo de todas esas historias. Y es un personaje sin personalidad para que los otros puedan juntarse y simplemente estar allí por un error.
¿Qué hay de verdad? La historia real. Hubo tres pintores, como los tres mosqueteros. Los tres mosqueteros siempre son cuatro, con lo cual añado otro que es el mexicano, que no tenía nada que ver con ellos. Se reunieron en ese momento y se dedicaron a hacer autorretratos, fotocopiarlos o imprimirlos de alguna manera y pegarlos en un par de barrios de París durante dos meses, y luego ya nada más. Y solo conocía a uno que lleva su nombre, Enrique Mrak, lo que pasa es que ha cambiado su vida. Pero todos existieron, con otros nombres y alterando cosas.
Luego aparecen personajes reales que hacen de sí mismos, pero no pasó. Por ejemplo, Juan Goytisolo, Guy Debord, Jean Borsart, o Jean-Hugo Dard. Y otros personajes reales también, como Alberto Cardín, el antropólogo y poeta que aparece allí.
Mi mundo es el mundo de la cultura, es lo que conozco y todas las referencias son a ese mundo. La historia está llena de citas e historias relacionadas. Los personajes son reales, pero no son esos personajes.
Te quería preguntar precisamente por eso, por el hecho de que, o sea, tú estás contando, tu mundo es el de la cultura, pero a la vez, ahora, por ejemplo, en Valencia tenemos a un vicepresidente que está hablando de la cultura blanca, sin ideología, etc.
- ¿La cultura es una puerta de entrada para entender el mundo entero y su dimensión política?
En los años primeros 60, el Departamento de Estado americano decidió acabar con el muralismo mexicano. Nada de pintura que contase historias, y deshumanizar el arte en el fondo, sacar al ser humano de allí, hacer la abstracción. Con lo cual convencieron a todos los artistas latinoamericanos de que lo moderno era no ser, no pintar cuadros que pudieran ser comprometidos.
Al final, los artistas contemporáneos más importantes y que conocemos se convirtieron en opositores y decidieron que el arte cambiaría la vida. Y entonces tienes el Instituto Di Tella con León Ferrari o Roberto Jacoby… Muchos de ellos acaban siendo guerrilleros porque piensan que el arte no va a cambiar el mundo, pero las armas sí.
Estos tipos que acaban muertos o sobreviven en los campos de la muerte latinoamericanos de los años 60 y 70. Los que sobreviven, estos en concreto de los que yo cuento, regresan al arte contemporáneo.
Un aspecto que me interesa mucho es que en el arte contemporáneo hay un aspecto central del cuerpo. De hecho, la mejor obra del siglo XX son las Madres de Plaza de Mayo sujetando las fotografías de sus desaparecidos.
¿Quieres saber cuál es la buena pintura en Arco de cada año? La que prohíben. Eso es el arte. Todo lo demás es decoración, porque el arte tiene que molestar. No hay artes blancas. La estética sin ética no es arte, es decoración.