VALÈNCIA (EFE/Concha Tejerina). La científica Pilar Mateo advierte de que la combinación de una economía precaria y una "pandemia vírica funesta" como la del coronavirus ha dado origen a lo que denomina "pandremia", la "pandemia social del hambre y la pobreza".
Mateo, una de las diez científicas más prestigiosas de España y de las cien más destacadas de todo el mundo, participa este viernes y sábado en Madrid en el World Pandemics Forum, un espacio común con numerosos expertos del sector sanitario para debatir cómo prevenir futuras crisis de salud pública y durante la cual pronunciará la conferencia “De la PANDEMIA en el norte a la PANDREMIA en el sur, dos realidades diferentes de un mismo virus”.
En declaraciones a la Agencia EFE, Mateo considera que el Estado "tiene derecho a poder restringir las libertades" de personas que "teniendo acceso a las vacunas no quieren ponérselas", porque suponen un "riesgo enorme para la salud pública".
Según explica, durante la pandemia "diversas personas conocidas a las que quería mucho han fallecido por falta de tener una botella de oxígeno, o simplemente por no poder acudir a un centro de salud a recibir atención hospitalaria".
"Personas que han sufrido mucho mientras otros negaban alegremente la existencia de una pandemia que azotaba el planeta", afirma, y añade que pensó que eso "no era una pandemia, era un pandremia, con R de rabia: la rabia vinculada al hambre, a la pobreza y a la falta de atención médica".
Mateo, experta en el control de insectos que transmiten enfermedades endémicas, considera que se podría decir lo mismo al hablar de dolencias como la malaria, chagas, dengue o leshmaniasis, "que realmente deberían llevar incluida en alguna parte esa R de rabia por los efectos que generan".
"El deterioro económico generó en muchas partes del mundo un agravamiento del hambre y de las condiciones de vida de millones de personas. Esa combinación de una economía precaria y una pandemia vírica funesta es lo que denomino pandremia", afirma.
También subraya que la "pandremia" afecta a un porcentaje importantísimo de población a nivel mundial: "La mayor parte de las personas que ya tenían unas condiciones sociales precarias se vio afectada por la covid-19 sin medios sanitarios para hacerle frente".
Preguntada por si la gestión de la pandemia sigue siendo individualista y no de forma global, Mateo considera que "tenemos dificultades para armonizar de forma correcta los intereses individuales egoístas de las personas con el servicio público desinteresado".
"Por eso nos encontramos con personas que teniendo acceso a las vacunas no quieren ponérselas", indica para añadir que esto "supone un riesgo enorme para la salud pública, ya que se convierten en posibles transmisores de la enfermedad con un virus mutante".
En esta situación, afirma, el Estado "tiene derecho a poder restringir las libertades de esas personas" en la medida en la que se están dando las condiciones para aplicar lo que Stuart Mill denominó "el principio del daño".
"Cuando la libertad individual puede generar problemas en la vida de otras personas, cabe restringirlas en aplicación del principio del daño", explica a EFE la científica e inventora valenciana.
Por otro lado, señala que hay muchas personas en el mundo "que quieren vacunarse y no pueden hacerlo. Es un contraste frustrante. Vivimos en lo que podríamos llamar la 'dualidad de la razón sanitaria'".
Considera que son "urgentes" soluciones globales "en la medida en que los virus y las enfermedades viajan por todo el planeta sin posibilidad de evitarlo. La circulación de personas y mercancías han convertido al transporte en un agente involuntario difusor de las enfermedades".
A su juicio, hay una "conciencia cada vez mayor" respecto a la globalidad de la pandemia, pero añade que los humanos "tendemos a reflexionar poco sobre las consecuencias de los actos que realizamos y esa idea de 'sálvese el que pueda' dominó las estrategias de los países frente a la covid-19. El tiempo nos confirmará si esta apreciación es correcta o no".
Ante futuras pandemias, considera "urgente" que exista ya una actuación conjunta, sin dejar de lado a los países en vías de desarrollo, aunque advierte de que las actuaciones globales conjuntas "son difíciles de tomar y lentas de ejecutar. Los políticos deberían recordar que los problemas graves nunca otorgan tiempo", concluye.