VALÈNCIA. Un escenario oscuro como la noche, una guitarra y, aunque no se vean, decenas de poetas que le acompañan. Cada concierto de Paco Ibáñez (València, 1935) sigue el mismo esquema, y es tan solo la fuerza de los versos y la palabra los que le dan esa luz y foco a sus historias. Nacido en València, pero criado en gran parte en País Vasco —por lo que se considera “vascolenciano”— llega al Olympia de València más de cincuenta años después de conquistar el Olympia de París con uno de los conciertos que marcaría su carrera.
Lo hace el próximo miércoles, 4 de diciembre, con su gira internacional ¡Nos queda la palabra!, en la que canta al amor, la libertad y la dignidad y defiende sus valores como artista y persona a través de sus canciones, y poemas prestados. Un concierto con el que “el humanismo frente a la barbarie del siglo XXI”, que dedica al exjuez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón y en el que canta en contra de “los fascistas que están tomando el poder”.
Con sus noventa años recuerda, en los discursos que abrazan a sus canciones -o poemas musicalizados- que su primer público fueron los animales de su caserío: las vacas, y que con los años y gracias a descubrir al músico húngaro Béla Bartók, se dio cuenta de que sería capaz de enfrentarse a un pequeño grupo de “humanos”. Gracias a la poesía y a sus estudios de violín, que pronto cambiaría por guitarra, se planteó darle música a algo que ya tenía ritmo y forma propia: la poesía.
-Has traspasado la barrera del idioma cantando en castellano en París, en el Olympia, y también la de la censura franquista cuando tocaste en el Teatro de la Comedia de Madrid cantando poemas que eran discursos de libertad y que se retransmitieron en directo por la radio, ¿cómo lo consigues?
-Los fascistas no encontraban una letra que se metiera con ellos directamente y por eso no me censuraban. En las introducciones podía jugar con el mensaje político de mis temas y la poesía hacía el resto. Lo importante es la fuerza con la que los canto y que la intención no se puede censurar.
-En tus trabajos se mezclan los poemas de autores como Machado, Goytisolo y Alberti, ¿cómo interpretas la sensibilidad de sus versos?
-Poner música a todo eso ya es dotar a estas obras de una nueva vida. Yo quiero que me entierren cantando y defendiendo sus ideas y palabras hasta el fin de mis días. Los poetas seguirán siendo poetas en mis canciones.
-Has conocido a algunos de los poetas a los que interpretas, como a Goytisolo, que aseguraba que tu interpretación de Palabras para Julia le daba “una dimensión nueva y desconocida a sus letras”
-Le di un buen susto con mi interpretación de sus poemas, abrió aún más esos ojos tan grandes que tenía cuando me escuchó por primera vez [ríe] Se quedó pasmado con la combinación de la música y la voz. Creo que los poetas escriben canciones sin darse cuenta.
-¿Cómo le das una nueva vida a estos poemas?
-Al musicalizar los poemas me centro mucho en lo que dicen las letras, que me ayudan a comprender la vida y sus matices. Intento añadir un toque crítico con los discursos y con la manera de presentar sus temas. Las canciones tienen el poder de avisar a la gente de lo que va a pasar y de avistar errores del pasado.
-Has rechazado dos veces la Medaille des Arts et des Lettres, ¿a qué se debe?
-No pertenezco a ninguna institución ni grupo, solo a mí mismo. Al igual que es imposible que yo cante en algún escenario en el que sea contratado por alguien de derechas, jamás aceptaría un premio por mi independencia. Para mí un premio es una mentira escondida y cuando te lo dan en realidad se lo están dando a ellos mismos para que el mundo se entere de lo que están haciendo.
-¿Cuál es tu “premio” personal entonces?
-Que el público escuche la canción y le guste, que aplauda. Este es el mayor premio y reconocimiento que puedo tener en todas las ciudades.
-¿Y de qué hablan las canciones?
-Los versos y las canciones hablan de lo que queremos ser, o al menos de lo que pretendimos en algún momento.