Las elecciones municipales suelen tener fecha fija: el último domingo de mayo, de cada cuatro años. Falta, por tanto, mucho tiempo. No obstante, como suele ser habitual, el baile de nombres es inevitable, y en todos los partidos. Todos tienen frentes abiertos, y quién diga lo contrario miente. Otros más, otros menos. La pregunta es ¿cuándo empezará todo de verdad? Es posible que los líderes de los principales partidos en la Comunitat Valenciana comiencen a cavilar este verano, pandemia mediante. Algunos partidos ya tiene su congreso hecho, pero les queda trabajo: me atrevería a decir que esto va a por ir rachas, siempre cuando no se active el adelanto electoral y todo se acelere. Pero a principios de 2022 se pondrá en marcha maquinaria, a la expectativa de lo que suceda.
Quizás el punto de inflexión sea noviembre de este año. Los socialistas valencianos celebran su congreso autonómico en Benidorm y a partir de cómo queden las fuerzas, veremos la fuerza de cada cual y posicionamiento posterior. Vendrán los congresos provinciales del PSPV, que será la antesala ya de los primeros esbozos de las candidaturas. Más allá de como quede la reconfiguración entre ximistas y sanchistas tras el vuelco que ha dado Pedro Sánchez, el PSPV tiene varias patatas calientes sobre la mesa. Por este orden, Alicante, sucesión de Elche, si es el caso, Torrevieja y Benidorm (la Marina Baixa en general). Las dos últimas son dos asignaturas pendientes de siempre: la izquierda sólo ha conseguido gobernarlas con la derecha dividida: necesita por tanto, buenos candidatos/as y mucho trabajo. Lo de Elche va a ser una cuita interna, que parecía decantada hace meses, pero que el nuevo equilibrio de fuerzas en el PSOE da una vida extra a Carlos González. De lo contrario, todo parece indicar que Héctor Díez sería el elegido, salvo sorpresa.
Ahora bien, en todo caso, si hay más de un candidato, se irá a primarias, que es lo que sucederá en Alicante, siga o no el actual portavoz, Paco Sanguino. La silla de Sanguino tiene turbulencias: aquí la cuestión está por saber hasta qué punto Presidència de la Generalitat o Ferraz se impone en la elección del perfil. La mayoría coincide en que el cartel debe ser femenino y que le guste la política de calle, del contacto y que empatice con la calle. Si además, tiene un grado de conocimiento altísimo, pues mejor. Han surgido dos nombres, de dos alas diferentes del Palau de la Generalitat. Una aboga por Ana Berenguer; la otra, por Ana Barceló. Nadie ha dicho nada, pero se huele en el ambiente. Sea quien sea, con Sanguino en la terna, debería ir a primarias, con una ventaja. Quién sea el ungido o ungida por Ximo tendrá las primarias ganadas de la mano de Ángel Franco. Es lo que pasó con Sanguino, que no es poco. También podría aparecer un mirlo blanco inesperado, pero hay un consenso en el que debe ser un perfil de tacto máximo con la sociedad.
El PP tiene tres agujeros: norte de la Marina Alta, Vinalopó y L'Alcoià-Comtat. Son feudos de la izquierda, y además consolidados. Mazón, además de lidiar con la estrategia ante el reto del Palau, deberá solventar esa papeleta. En el Vinalopó puede tener más suerte si finalmente Ciudadanos acaba engullido por los populares, pero en los otros dos feudos necesita revulsivos de verdad, y de los buenos. Si las autonómicas coinciden con las municipales, le pueden ayudar. De lo contrario, se lo jugará él y lo que tire la marca. El cap i casal y la provincia de València es otra historia.
Ciudadanos bastante tiene con lidiar con la supervivencia, o la fusión por absorción. Pero su situación prueba lo importante que son las estructuras locales de los partidos. Si lo suyo es una incógnita, lo de Podemos va camino de ello. La pregunta es si llegará vivo a 2023, o si se impondrán las tesis de Yolanda Díaz de crear una gran coalición, como lo fue en su día A la Valenciana, que aglutine a morados, los ecoprogresistas de Errejón, y los nacionalismos periféricos, incluido Compromís. Las encuestas marcarán ese paso, pero ya les digo que los de Mónica Oltra quizás asentirían en unas nacionales, me atrevería a decir que en unas locales, pero no en unas autonómicas. O sí, si manda la marca Compromís. Y la otra duda es si no hay gran coalición, qué hará Esquerra Unida en algunas plazas: seguir todos juntos, o resucitar sus estructuras de voto urbano.
Los movimientos de la izquierda los marcará lo que pueda dar la suma entre PP y Vox. Y lo de Vox no tiene secreto: se dirime todo en Madrid.