ALICANTE. El sacerdote católico Pablo d'Ors, líder espiritual y fundador de la congregación Amigos del Desierto, publica Los contemplativos (Galaxia Gutenberg), un compendio de siete cuentos en los que describe varias anécdotas con humor y lirismo, pero también con profundidad. Es autor de otras muchas obras como La biografía del silencio (Galaxia Gutenberg) y La biografía de la luz (Galaxia Gutenberg). Uno de los escritores más laureados del momento gracias a su prosa sencilla e instructiva.
— ¿Cómo termina un sacerdote católico dedicándose a la vida contemplativa?
— Soy un hombre bastante activo pero para mí la contemplación es el punto de partida y el punto de llegada. Empiezo las mañanas con una hora de meditación y termino las jornadas con otro rato de reflexión, además a lo largo del día tengo mis momentos de conexión. El ser contemplativo no quiere decir que no esté en el mundo, no quiere decir que no tenga una vida frenética. No debería sorprender que un sacerdote lleve este tipo de existencia basada en la contemplación, creo que muchas veces los curas estamos más en las cosas de Dios que buscando la esencia íntima de su Divinidad. Lo esencial es estar con el que sabemos que nos ama, que es Dios, como decía Santa Teresa de Ávila, y luego va todo lo demás. No puedes predicar el amor Superior si no lo conoces.
— Hace un mes, en otra entrevista, dijiste que la contemplación era empatizar y reflexionar, y me estoy acordando de un estudio que leí realizado por un neurólogo en el que aseguraba que la empatía había aumentado en los perros y disminuido en los seres humanos, ¿cómo hemos llegado a esta sociedad tan individualista?
— Ha habido una percepción de que la vida contemplativa estaba destinada únicamente a la vida monástica y no a la gente de a pie. No se nos ha formado para la contemplación, tenemos las agendas llenas de compromisos y no tenemos tiempo de reflexionar. Nuestra vida es como una bola de nieve que cada vez se hace más grande y no podemos parar. Soy un firme partidario de parar, de volver a nosotros mismos, de no perdernos en el activismo constante de hoy en día.
—Hablando precisamente de volver a uno mismo, es curioso que los libros de autoayuda estén siempre copando la lista de los más vendidos y sin embargo dé la sensación de que la sociedad está perdida espiritualmente, ¿cómo es posible esta paradoja?
— Siempre digo que mis libros no son de autoayuda pero autoayudan. Creo que hay una curiosidad de cómo salir de los conflictos internos pero no hay la constancia suficiente para poner en práctica lo aprendido. Mucha gente se interesa en lo que hacemos en los retiros de Amigos del desierto, pero, sin embargo, encontramos mucha resistencia a cambiar el estilo de vida que se promulga en las reuniones.
— Te he escuchado alguna vez decir que para vivir apasionadamente es fundamental tener una vocación, muchas veces me da la sensación que hay más gente de la que creemos que no se dedica a lo que le gusta, ¿crees que al sistema le interesa el fomento de esa vocación?
—Supongo que han llegado a ese extremo para vivir vocacionalmente, para vivir así se necesita una profunda reflexión interior. No se si al sistema le interesa, pero debería interesarle, porque cuando la gente trabaja en lo que le gusta es más productiva. Pienso que las personas tenemos que ser personas y reflexionar por nosotros mismos, creo que uno de los grandes fantasmas de hoy en día es la presión de rendimiento social constante. Preferimos pasarlo mal a que la gente conozca lo mal que lo pasamos. La reputación es lo más fácil que uno pierde, pero una vez que lo pierdes luego eres un hombre libre y te da igual lo que la gente piense de ti.
— Lo que comentas de la reputación lo cuentas en uno de los cuentos de Los contemplativos, narras como una anciana ya no tiene que salvaguardar ningún tipo de reputación y vive más libre que los demás.
— Sí, esto lo narro en uno de los siete cuentos que conforman la obra, relata la historia de una octogenaria, de una mujer desprendida de todo y que vive más feliz que los demás. Es todo un alegato en defensa de los ancianos, es el personaje más bonito de mi último libro. Me interesa mucho lo que comentas y la gente que vive sólo para sí misma sin estar pendiente de la opinión de los demás.
— Chesterton escribió un libro con el título Lo que está mal en el mundo, ¿qué está mal en la iglesia? ¿Qué ha ocurrido para que el catolicismo haya dejado de ser un cobijo de muchas almas?
— Me parece una pregunta muy pertinente, porque no dejo de ser un sacerdote de la Iglesia Católica. Chesterton decía que había que quitarse el sombrero pero no perder la cabeza. Más que buscar responsables exteriores, para la iglesia es importante responsabilizarse de lo que está pasando, de la bajada de bautismos, de matrimonios católicos… Ha caído hasta tal punto que siempre digo que el prestigio de la espiritualidad se ha construido sobre el desprestigio de la religión. El principal problema es que se ha acentuado la perspectiva doctrinal por encima de la espiritualidad, se ha destacado en lo que hay que hacer y no lo que hay que experimentar. A mi me educaron a ser bueno y a rezar, pero no a crecer espiritualmente, a no descubrir y profundizar en la espiritualidad. A día de hoy tenemos información que antes no teníamos y el contexto eclesiastico se ha quedado antiguo. Debemos ayudar para estar en el contexto moderno y contemporáneo, esa es la única solución, hay mucha gente que tiene la sensación que lo que se habla en los templos no va con ellos. La Iglesia se ha centrado mucho en la santidad y poco en la sabiduría.
— Hace unos meses dijiste que la misa dominical tenía los días contados, te puedo decir, siendo católico practicante, que la misa es un poco aburrida, entiendo que muchos jóvenes declinen mantener esta práctica, ¿qué está fallando?
— Yo soy un enamorado de la eucaristía, el día que celebro misa cada día es una conexión íntima con Jesucristo, es mi momento favorito del día. Creo que hay sacerdotes que hacen una labor muy encomiable litúrgicamente. El problema no es solo litúrgico sino también eclesial. Cuando celebro misa con feligreses siempre les explico antes en qué consiste la celebración, lo hago con tres palabras: rito, entrega y comunión. La misa no es una actuación teatral, es una acción sagrada y desgraciadamente no hay participación de los asistentes. No sé hasta qué punto las misas tocan nuestra alma y nos hacen renacer; si una misa no te ha hecho mejor que cuando entraste algo ha fallado.
Esto se acaba. La Iglesia católica se apaga como un cirio en una parroquia de barrio. La fe parecer ser cosa de nuestros abuelos. Ir a misa es de sujetos extravagantes. La mayoría de los jóvenes pasan de la religión. Bastante tienen con el opio de sus pantallitas