por amor al arte / OPINIÓN

Olaya Alcázar

15/03/2020 - 

Isabel Bonig, en un insólito e imprevisto ataque de lucidez sideral, acaba su discurso en les Corts Valencianes lanzándole una sentida y sincera plegaria a la Mare de Déu del Desamparats. Los ausentes diputados de Vox, miran la pantalla y se persignan perdiendo la mirada en el firmamento, el infinito del techo de su habitación. La razón y el pensamiento mágico. Ortega Smith dice que sus “anti cuerpos españoles derrotarán a los malditos virus chinos”. Loquillo y Xi Jingping. Senyora pirotècnica, pot començar la mascletà. Mónica Oltra y Ximo Puig -muy desmejorado- se rozan involuntaria e imperceptiblemente las rodillas en el escaño, sienten el fuego de la cremà de lo que el viento se lllevó. Toni Cantó se descalifica, no cabe su “hermana, yo sí te contagio” en la exposició del ninot de la Comunitat Valenciana. Luis Barcala se perdió en la noria populista de la noche eterna de Madrid. Y amaneció el lunes en una fallida conferencia que quedó en nada. Todos los asistentes, García Margallo y Andrés Ballester incluidos, escurrieron su mirada hacia Carlos Mazón. Que sonrió. La paz en Alicante está en la oposición. El socialista Paco Sanguino, tranquilo y entero, demuestra grandeza y altura de miras. Natxo Bellido y Xavier López también tienen una mirada esperanzadora. Esto pasó esta semana, hace siglos, antes de que el mundo se apagara. Y pasáramos a modo virtual. Antes de la España del Estado de Alarma (AEEA). Una semana bestial. Brutal.

Un servidor cada vez es mas fan de China. Pero la libertad tiene un precio. La democracia es cara. Creo que Bernie Sanders y Alexandria Ocasio–Cortez tienen razón en que hay que darle aunque sea -“hemos ganado el debate ideológico, pero estamos perdiendo la elegibilidad”- una vuelta y media a la tortilla. Angela Merkel anuncia que caerán contagiados 7 de cada 10 de sus compatriotas. Los Aznar en Marbella. Turismo epidemio-ilógico. Los madrileños aquí también -a parte de los ciudadanos del Reino Unido en Benidorm- nos han inundado. Los coches de la policía pregonan en círculos voceando por el megáfono “no estamos de vacaciones”. Iñaki Gabilondo diagnostica que “España está en un examen general” y que cuando salgamos de ésta, sabremos “si somos un gran país, una medianía o una birria”. Los italianos se asoman a los balcones de sus casas a cantar a grito pelado. Nosotros, para aplaudir a nuestros sanitarios. Orgullosos de la sanidad pública. Olaya Alcázar se hace viral con su canción “quédate en tu puta casa”. Toni Mayor repite en Hosbec. Juan Roig pagará un 20% más a sus trabajadores por el esfuerzo hecho ante la crisis. 

A Joan Ribó le encanta la ópera. Héroes y villanos. Un alicantino, 44 años, estafa 726.000 euros prometiendo la venta de mascarillas inexistentes.Todo ha pasado como si no hubiéramos aprendido nada desde la peste negra del siglo XIV. Carolina de Mónaco cancela el Baile de la Rosa. Harvey Weinstein condenado a 23 años de cárcel. Juan Cotino apostata, en sede judicial, de la Iglesia Católica. Surge, flamante, el nombre de González Pons. Correa se hernia. Prefiero los angelitos que el confinamiento. La Audiencia Nacional avisa que el aplazamiento de las vistas de la visita del Papa puede suponer la repetición del juicio. Putin se hace eterno. Inés Arrimadas se aleja de Pablo Casado y tiende la mano a Pedro Sánchez. Al que todos acusan de lento e inseguro. Una delicia leer la crónica de José Antonio Zarzalejos en el El Confidencial. Una disección desde el liberalismo y con minuciosidad forense  la inercia y disensiones del bipartito. El adelanto de Urkullu y Torra. Se abren los frentes. Bueno, el que suscribe prefiere el consenso, unidad, valentía y serenor que emana el Botànic 2 que la mano dura que se reclama tierra adentro. De lo ocurrido en Madrid, ya escribiremos otro día. La reina Letizia da negativo en la prueba pero hará cuarentena. Mundo nuevo.


Hoy va a ser el primer día: estrenamos vida. Una insólita realidad. Cualquier minúscula gota de lluvia, cada relámpago lejano, el ruido del río volcándose en la revuelta o el mordisco arrancado al bocadillo de mortadela del siguiente segundo sabe, huele, es, definitivamente, la solemne inauguración del universo. La expansión de la entropía. Esto lo escribo en el epicentro de la pandemia a través de las gafas protectoras y la mascarilla de Hannibal Lecter, con mi gorra de Peaky Blinders y mis zapatillas Manolo Mata, sepultado, apartando cientos de rollos de papel higiénico. Las latas no me dejan ver el horizonte. La verdad es que personalmente me gusta el retiro. Debo tener un gen benedictino. Eximido de ir a misa, sin moros ni cristianos, semanas santas ni playas y con mal tiempo. Un traje a medida. Pero realmente, lo que uno echa de menos, como buen español, son los bares. Por cierto, se han suspendido las Fallas. Y empinar el catxirulo.

Llueve intensa, torrencialmente en palacios, grutas y redacciones. Mi nunca bien ponderado ni pagado Herr Direcktor Miquel González aparece proyectado platónico en la cueva lavándose las manos canturreando I Will survive. Y ataca directamente, sin compasión: "escribe algo divertido o estamos perdidos”. Vuelvo a empezar. Pasan brillantes los satélites. Inma De la Concepción se arranca por la Piquer. De repente, la rotación de la tierra y la expansión del cosmos, cada cosa, detalle y mirada adquiere su propiedad. Y su inmensidad inmortal. El Pico Espadán, la trinchera infinita, el nevero, el pozo hondo. Las niñas. Lo que fuimos. Lo que somos. Saldremos. Seguro.

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