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tribuna / OPINIÓN

Nuestros hijos son de la cigüeña

26/01/2020 - 

El Pin parental… Nunca un pin, exceptuando al celebre código pin de los móviles, había dado tanto que hablar. Una herramienta, propuesta por Vox, que está representando el primer motivo de confrontación entre los dos bloques en esta legislatura. Iniciativa que está ocupando toda la actualidad del panorama político, protegiendo con pantalla de humo los asuntos verdaderamente vitales y relevantes. Esta semana, cuando mi subconsciente me indujo para que escribiera sobre este tema, enseguida telefoneé a Antonio Sola, asesor político y exjefe de campaña de Mariano Rajoy, a Pablo Simón, politólogo de reconocido prestigio, y finalicé mi ronda de consultas, -estas que le gustan tanto a Pedro Sánchez, para charlar con Alfonso Aguiló, Presidente de la Confederación Española de Centros de Enseñanza (CECE). Tres perfiles muy diferentes de pensamiento. Un moderado, un progresista y un conservador, -no se apuren, no es el inicio de un chiste malo-, que encontraban un punto de comunión. El pin parental no, es más que, en palabras de Pablo Simón, “un muñeco de paja”, que interesa a todos los partidos, a excepción de Ciudadanos -algo que también generó consenso entre las partes-, que todavía no sabe donde colocarse, para desviar la atención de los problemas fundamentales.  

Me resulta llamativo, y hablando con estas tres eminencias lo tengo más claro todavía, que se discuta sobre un punto tan baladí como el que se está analizando, cuando España todavía trata de encontrar un pacto educativo sin buscarlo -acuérdense de cuando Sánchez levantó a sus Diputados de la mesa de negociación-, y nuestro país, se encuentra a la cola del informe PISA. ¿En serio nos importa la educación de nuestros hijos? Yo creo que no. Quedándonos enclaustrados en ideas banales, como es el pretender una educación a la carta -que es uno de los riesgos que conlleva el Pin parental-, no arreglamos el problema de fondo. Estamos empezando la casa por el tejado. El día que exista un acuerdo educativo que no vuelva locos a los alumnos y a los profesores -porque ellos no son el problema, más bien son la solución, y la verdadera disyuntiva se encuentra en los legisladores que no se ponen de acuerdo para cosechar un convenio duradero que no tenga una fecha de caducidad perecedera-, no conseguiremos estar a la vanguardia europea.

Continuaremos consolándonos con decir que mi generación y las venideras son las más preparadas de la historia… Ya vale de estar obsesionados con aspectos secundarios de la enseñanza, e involucrarnos en lo que de verdad importa. Los niños deben aprender matemáticas, lengua, inglés… lo que les va a servir de verdad para el provenir. Charlando con Pablo Simón -tengo que reconocer que me sorprendió su giro argumental-, este me señalaba: “¿A nosotros nos enseñaron en el Colegio como hablar con una chica? No… Existen temas, que no son necesarios hablarlos, los aprenden los críos por su cuenta”. A lo que, -confieso que en algunas fases me sentía estar en la mesa de Ferreras al rebatir uno de sus análisis-, le señalé que, a mí, por ejemplo, mis padres no me habían tenido que alertar sobre la prohibición ética y legal de mantener relaciones sexuales con mujeres sin su consentimiento. Él hizo un murmuro de aprobación.

Es tan esperpéntico lo que estamos viviendo… Algunos creen vivir en un mundo orwelliano -quizá por eso 1984 esta siendo de los libros más buscados y comprados-, en el que en las escuelas se adoctrina a los niños generando engendros inhumanos. Se localizan en un colegio varias cartillas sesgadas, y se hace de la excepción la regla. En palabras de Alfonso Aguiló, que de progresista tiene poco, “el adoctrinamiento en las escuelas es residual, no llega al 3%, sino, por ejemplo, en la época franquista, todos los que estudiamos en la escuela pública seriamos defensores del aguilucho”. Se están construyendo castillos en el aire, muñecos de paja, y todo tipo de atrezos para decorar la realidad y deformarla, desviando la vista hacia lo que puede esperar.  

Les voy a contar una historia. Era 16 de noviembre de 1979, y la izquierda, llevó al Congreso -obviare lo de Diputados para contentar a la señora Calvo-, la proposición no de Ley para derogar las órdenes ministeriales que establecían la enseñanza de la Religión en la escuela pública con el fin de que los alumnos pudieran elegir también la asignatura de ética en sustitución de la que antes era obligatoria. En otras palabras, el PSOE fue el precursor del Pin parental que ahora propone Vox. Ellos fueron los primeros en dejar libertad a los pupilos para elegir lo que querían aprender en el aula. Como anhelamos algunos a esa izquierda… Quien lo iba a decir. El PSOE de ahora se ha convertido en un mecanismo despótico que manda y los ciudadanos obedecen. Vean si no, la respuesta que le dio la vicepresidenta Calvo a la RAE al serle denegada la idea de actualizar inclusivamente nuestra Constitución: “El lenguaje inclusivo no hay quien lo pare, esta en la calle”. ¿En que mundo vivirán? Me gustaría saberlo… En su realidad paralela, quizá se hayan mudado al hábitat alucinógeno de Puigdemont, todos utilizamos el doble de caracteres cuando podríamos economizar el lenguaje tirando de los neutros, y los niños no son de los padres, sino de la cigüeña que nos los trae a modo de préstamo vitalicio. Como se lo hubiera pasado Valle-Inclán en este mundo nuestro…Creo que estamos ante el Julio Verne español y no nos habíamos dado cuenta. Él fue el primero que se percató de esos espejos cóncavos que deforman la realidad.  

Orbe, que no es lo que era. Si antes la izquierda luchaba por las libertades individuales, ahora trata de coartarlas acotando el núcleo de decisión de los individuos. ¿Qué ha pasado con ese socialismo de los 80 que daba a elegir entre ética y religión? Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo Jorge Manrique… Menos Pin, y pan, y más libertad. Estamos ignorando, como me dijo en una ocasión mi profesor de Historia del Derecho, que la perdida de valores de las generaciones venideras, esta relacionado con que se está dejando la educación en manos de los centros educativos cuando deberían de correr a cargo de los progenitores, que, por algo, permítame que insista señora Celaá, existe la patria potestad, regulada en el artículo 154 del Código Civil.  

En fin… ¡Viva la libertad!

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