Estos difíciles días de confinamiento acarrean muchos inconvenientes, sin duda. Los principales son el miedo a caer enfermos nosotros o nuestras familias y el no poder estar cerca de muchas personas a las que queremos.
Dentro de los inconvenientes del momento, es evidente que no estamos pasando hambre, (la inmensa mayoría), ni ninguna otra penurias que ahora mismo viven millones de personas en el mundo. Digo todo esto para configurar el panorama en el que brotan ese grupo de personas que intentan meter más miedo de la que ya hay a golpe de Tuit, Whatsap o cualquier otro canal a su disposición.
Son los “cuñaos” o “mete mierdas”. Esas personas que obtienen satisfacción afirmando con rotundidad cuestiones de las que no tienen ni idea o como mucho, una visión parcial y puntual de un momento concreto. Sus planteamientos son siempre en tono catastrofista y conspiranoico.
Es lo que toda la vida se han llamado rumores para mal meter. Los rumores se propagan con una facilidad impresionante. Casi tan rápido como el coronavirus, pero con la diferencia de que cada persona que recibe ese mensaje y lo vuelve a difundir, lo reinventa y adapta a sus miedos e intereses, haciendo la bola cada vez más gorda y menos cercana a la realidad.
Los periodistas llevamos en el ADN la necesidad de contar cosas. La diferencia con estos agoreros es que, al menos la mayoría, somos muy conscientes de las consecuencias de una información falsa o no contrastada y sopesamos cada información que recibimos antes de difundirla. Desde luego hay periodistas que no obran así, pero déjenme que crea que no es lo habitual.
Hay multitud de estudios sobre los rumores y su propagación. Los rumores se emplearon como arma en varias guerras y hoy en día se utilizan por supuesto, en política y el mundo empresarial y de marketing.
Hay investigaciones que demuestran que tenemos tendencia a a creer más un rumor o información negativa no contrastada, que la realidad, porque el bulo se ajusta a nuestros miedos y creencias.
Me pregunto qué satisfacción o qué beneficio obtienen las personas que estos días los propagan. Especialmente en un momento de gravedad mundial donde peligra la vida de muchas personas. El chisme concede a la persona que lo difunde su minuto de gloria y la mayoría de las personas que los propagan suelen tener una vida plana, oscura y tediosa con la que no suelen estar conformes. Aquellos que difunden rumores e informaciones no contrastadas buscan protagonismo y sensación de superioridad.
Estos días los medios de comunicación estamos, como otros sectores, haciendo un gran esfuerzo por informar de forma veraz, contrastada y ponderada y ello sin generar más alarma y miedo del que ya tenemos nosotros mismos. Y en esa tarea estamos cuando publicamos algún dato y aparecen los chismosos con sus “verdades verdaderas”.
El otro día ofrecimos con mucho gusto la noticia de que por fin salía de la UCI la primer mujer que ingresó por enfermar del Covid_19 en Elche. No tardó ni un minuto en aparecer en los comentarios el que decía: “Sí, esta sale pero ¿y los centenares que están muriendo, porque no habláis de ellos?” En otra noticia contamos cuántos sanitarios estaban infectados de coronavirus en Elche. Es un número exacto, 25. Lo confirmó la Conselleria de Sanidad. No tardó nada en surgir en los comentarios en redes sociales el que decía que estábamos mintiendo y que hay muchísima gente infectada en Elche y que lo estamos ocultando etc., etc.
En fin, no somos perfectos pero intentamos trabajar con rigor. Muchos de nosotros, los periodistas, no compartimos en absoluto la decisión de la Generalitat de no ofrecer datos por municipios y otro tipo de información que ahora mismo nos están negando.
Entendemos los argumentos, pero la transparencia, desde mi punto de vista, evita rumores, especialmente cuando el número real de afectados por coronavirus no lo sabe ni las autoridades. No se están haciendo test a mucha gente a la que que simplemente con los síntomas, se les recomienda quedarse en casa.
Creo que estamos en un punto en el que hay que calibrar muy bien el derecho a la información y las consecuencias de no ser transparentes, aunque el motivo sea oportunos, Los rumores, los bulos y el miedo campan a sus anchas y la falta de información abona el camino a los “mete mierdas”. A veces es peor el remedio que la enfermedad.