LETRAS DE CONTESTANIA TRAE A ALICANTE A ÁLEX CHICO PARA PRESENTAR SU NOVELA “UN FINAL PARA BENJAMIN WALTER”  

No tomarás el nombre de Benjamin en vano

La asociación Letras de Contestania, con Carmen Juan y Sara Trigueros a la cabeza, sigue con su plan, poco secreto, para expandir la pandemia literaria entre la masa lectora alicantina. Esta vez han vuelto a echar mano de una de sus editoriales de referencia, los catalanes Candaya, especializados en tender puentes entre las literaturas hispánicas de ambos lados del Atlántico, dando a conocer en la América de habla hispana los autores peninsulares, y en la península toda esa nómina de nueva, y no tan nueva, creación, que queda fuera de lo que las grandes plataformas editoriales comercializan como sucesivos “booms latinoamericanos”. Una editorial necesaria, como el propio autor invitado en esta ocasión resalta: “existe Candaya para que uno pueda escribir, que uno quiera escribir el mejor libro posible que quiera escribir, que ellos están ahí de manera incondicional”

4/03/2018 - 

ALICANTE. Álex Chico (Plasencia, 1980, residente desde hace mucho tiempo en Barcelona), autor de el cuaderno de notas Sesenta y cinco momentos en la vida de un escritor de posdatas (La Isla de Siltolá, 2016), la novela de ensayo ficción Un hombre espera (Libros en su tinta, 2015) y los libros de poemas Habitación en W (La Isla de Siltolá, 2014), Un lugar para nadie (De la luna libros, 2013), Dimensión de la frontera (La Isla de Siltolá, 2011) y La tristeza del eco (Editora Regional de Extremadura, 2008), acaba de publicar en Candaya Un final para Benjamin Walter, en la que fabula y reflexiona estos mimbres: Durante los últimos días de septiembre de 1940, un grupo de emigrados abandona Francia por un paso clandestino de los Pirineos. Se proponen atravesar España y seguir su ruta hacia América, huyendo de la terrible amenaza que se cernía sobre Europa. Su primera parada es un pequeño pueblo fronterizo, Portbou, una bahía perdida entre collados y senderos y un lugar clave en la larga marcha del exilio. Sin embargo, no todos consiguen continuar su camino. Uno de ellos, un apátrida sin nacionalidad al que las autoridades españolas rebautizan como Benjamin Walter, aparece muerto unas horas más tarde.

La sala The October Press de la calle Villavieja hizo de amfitrión de este encuentro, el 1 de marzo.

- ¿Por qué Benjamin?

El interés por Benjamin nace de una lectura primigenia de uno de sus libros, “Calle de dirección única”. Un libro muy heterogéneo y al mismo tiempo clarividente, en torno a un montón de aspectos que me interesaban. Ahí está el poso, ahí leí frases que no era consciente de que se me estaban quedando en la mente. Más adelante surgió la fascinación no sólo por sus obras, sino por esas últimas horas con vida de Benjamin. Como además todo eso sucedió muy cerca de mi lugar de residencia, que es Barcelona, en Portbou, vi que tenía la oportunidad de conocer de primera mano el escenario de lo que le había sucedido a Benjamin allí, en Portbou. De esa lectura previa, que había quedado latente en mí, y del interés por averiguar qué sucedió en esas últimas horas de Benjamin en Portbou, nace la necesidad de esta novela.

El filósofo, escritor y ensayista alemán de origen judío Walter Benjamin, nacido en 1892, tras formar parte como el miembro más heterodoxo de la escuela de Frankfurt, lo que le llevó a estar fuera del canon que encabezaban Adorno, Horkheimer y Marcuse, se suicidó en la localidad fronteriza de Portbou, la noche del 26 al 27 de septiembre de 1940, con una sobredosis de pastillas de morfina, el año 1940, huyendo de la persecución nazi.

- ¿Tienes la sensación que cada cierto tiempo Benjamin surge más como un objeto narrativo que como un sujeto de narración?

A mí me fascina que Benjamin sea un autor al que se puede abordar desde muchas disciplinas, desde la Filología hasta la Sociología, la Historia del Arte, las Ciencias de la Información, Filosofía. Si se convierte en objeto narrativo es porque es una personalidad inconclusa, no resuelta del todo, y justo por esa cosa tan fragmentaria, tan híbrida, sigue suscitando muchísimas lecturas. Y además, es un autor que nunca ha dejado de estar de moda, siempre ha estado ahí, latente, entre todas las generaciones. Puede que no reciba un gran homenaje cada año, pero sí hay un montón de lectores, de fieles, de acólitos, de seguidores, que lo tienen muy presente en sus lecturas de la actualidad. Como tiene una obra tan heterogénea, tan variada, que se desplaza hacia tantos lados, siempre está suscitando lecturas nuevas. Habría que ver qué otros autores tienen esa potencia en la actualidad, mucho tiempo después de haber desaparecido.

- Haciendo una analogía absolutamente anacrónica, Benjamin se asemeja a Los Simpson, todo ya ha pasado en Los Simpson, todo lo ha previsto ya Benjamin…

Totalmente, lo de los Simpson es muy divertido, pero sí es verdad que Benjamin practica lo que yo llamo una literatura del presagio, de lo que aún está por venir, y además con una paradoja, porque se basa mucho en el pasado, para pronosticar el futuro, viviendo en el presente, esa superposición de planos temporales es de lo más interesante. En mis lecturas, pocas veces he encontrado un autor que superponga tan bien esos planos.

En esa lectura iniciática benjaminiana de Álex Chico, “Calle de dirección única” [Einbhanstrasse], el autor alemán reflexiona brevemente sobre la literatura: “El trabajo de una buena prosa tiene tres peldaños: uno musical, donde es compuesta; uno arquitectónico, donde es construida, y, por último, una donde es tejida”. Chico teje la urdimbre de su prosa híbrida, contaminada del halo poético que es el núcleo de su obra, de la narrativa del yo proyectado, y de la mirada reflexiva, entre el ensayo y la observación diletante que ocupa las páginas de los cuadernos de viaje.

- Portbou acaba siendo un personaje más en la narración.

La relación de Portbou y Benjamin es muy estrecha. Si uno va con ojos benjaminianos, es un escenario que parece predestinado a aparecer en su vida, aunque esto tenga algo de delirio de relación, hay un diálogo entre ellos. Yo, como observador que transforma todo eso en escritura, me dí cuenta de que Benjamin estaba abocado a pasar sus últimas en un sitio limítrofe, fronterizo, anónimo. Es un escenario que se ajusta muy bien a esas últimas horas, de la misma manera que Ibiza lo fue para otro de sus momentos vitales. Ibiza fue tocada por el capitalismo y Portbou por la Historia. En mi novela, Portbou empezó siendo algo colateral, algo accesorio, pero a medida que iba escribiendo, paseando, observando, me di cuenta de que ese lugar estaba adoptando una personalidad, un protagonismo, que no había previsto. Y empezó a cumplir con algo que el propio Benjamin había previsto. Tiene un texto que dice “quien sólo haga el inventario de sus hallazgos sin poder señalar en qué lugar del suelo actual conserva sus recuerdos, se perderá lo mejor”, donde intenta resaltar la importancia de las capas previas que nos llevan al resultado final. Sin darme cuenta, estaba cumpliendo esa especie de consejo que me estaba dando Benjamin.

“Para descubrir el sentido de la vida de un ser humano deberíamos tener la certeza de que podremos asistir a su muerte. Eso fue lo primero que pensé al bajar del tren, mientras seguía las indicaciones del interventor y me encaminaba a la salida. Las dijo el autor por el que me encontraba allí, durante los últimos días de octubre de 2014”.