vals para hormigas / OPINIÓN

No somos disciplinados

6/05/2020 - 

A ver, que no sé ni cómo empezar. No estamos a salvo. No estamos preparados para retomar la actividad habitual de antes del estado de alarma. Y, probablemente, es cierto que no tenemos ni un Gobierno ni una oposición que hayan sabido estar a la altura de las circunstancias. Pero no sabemos gobernarnos solos. Necesitamos leyes y multas porque no entendemos siquiera normas de convivencia tan banales como que no hay que tirar papeles al suelo o que no se cruzan en rojo los semáforos. Imaginen la capacidad cívica necesaria para entender que no podemos desplazarnos de una población a otra o que no es prudente que abramos nuestro negocio, ahora que estamos con el agua hasta el cuello, sin observar las más elementales medidas de prevención. Somos un pueblo tan egoísta como solidario. Somos los ciudadanos que menos han circulado por las calles durante el confinamiento, pero también hemos necesitado que las fuerzas de seguridad patrullaran permanentemente para vigilar nuestra desobediencia. Por encima de todo, no somos disciplinados.

La progresiva desescalada por fases diseñada por el Gobierno, recordemos, a partir de dictámenes científicos, empieza a parecerse a una partida de parchís. En el ajedrez, los movimientos de cada pieza están claros. Pero en España hay tantas reglas de parchís como familias que juegan juntas. Se cuenta seis, se cuenta doce. Se saltan las casillas ocupadas por dos fichas o no se saltan. Se llega a la casilla final con el número exacto en los dados o no. Se utiliza la mascarilla por la calle o no. Sin reglas firmes, solemos jugar a lo que nos conviene. Sin una receta normativa, cada casa tiene su cocido particular, con ingredientes distintos. Pero ni estamos preparando el cocido de los domingos ni tratamos de matar el aburrimiento con una partida en la que elegimos el verde y usamos dos dados. Se trata de contener el contagio para que los servicios sanitarios puedan atendernos sin problemas.

Es similar a lo de las luces del coche. Cuando me saqué el carné de conducir, no recuerdo que me dijeran que los faros no solo se encienden para ver. De hecho, son más necesarios aún para que te vean. No se trata únicamente de aclarar el camino por el que transitamos, sino también de alertar de nuestra presencia al que viene en sentido contrario, para prevenir accidentes. Lo del confinamiento, largo, tedioso, represivo, con todas sus normas cambiantes y sus contabilidades volubles, con sus oscuras ansiedades y sus estallidos de júbilo, con sus aplausos y caceroladas, con sus ventanas abiertas y sus patios interiores, va también en las dos direcciones. Sirve para resguardarnos de los demás y a los demás de nosotros. No es una cuestión de economía, no es una cuestión de libertad. Ni tan solo es simplemente una cuestión de salud pública. Es un conjunto de medidas que van amoldándose a una situación extraordinaria ante la que debemos mostrar una extraordinaria responsabilidad.

Hablo con una amiga española que vive en Alemania. Asegura que durante todo este tiempo, no ha visto más agentes en la calle que los que patrullaban cuando éramos libres. No les hacen falta para respetar las normas. Solo si podemos garantizar que no nunca más nos hará falta un cartel para no tirar chicles al suelo, podremos exigir la libertad necesaria para desescalarnos por nuestra cuenta. Mientras tanto, debemos someternos al estado de alarma.

@Faroimpostor

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