Durante la primera ola del coronavirus, de marzo a mayo, en Elche hubo menos de 30 personas fallecidas por el virus. Ahora mismo ya suman 153 fallecidos de marzo de 2020 a febrero de 2021. Durante la primera ola era frecuente escuchar que alguien comentaba, “no conozco a nadie cercano que haya pasado el virus” y ahora, por el contrario, en varias conversaciones hemos dicho “todo el mundo está contagiado”. “Mos está roant”, dice mi madre en valenciano de Elche.
Al final, los datos, números y curvas son las que son, pero lo que la gente percibe es lo que tiene alrededor. Me hace mucha gracia cuando mis compañeros periodistas de deportes le preguntan a un deportista qué espera de la prueba o el partido y responden algo así como “tengo muy buenas sensaciones”. ¿Eso qué quiere decir?¿Cómo se materializan esas sensaciones? No hay respuesta. Es un pálpito, una intuición, lo que podríamos llamar un sexto sentido.
Nos movemos por emociones, por sensaciones, por la percepción particular y sesgada de nuestra experiencia. Esa actitud puede funcionar para algunas situaciones. Por ejemplo, a veces conoces a alguien y tienes esa sensación de que no será nunca un buen amigo tuyo, y no sabes explicar muy bien porqué. Pasa el tiempo y se confirma tu poco racional percepción y esa persona te pega la puñalada por la espalda y sabes perfectamente que algo dentro de ti te lo advirtió desde el primer momento. Otras veces pasa al revés, te equivocas en esa primera impresión y resulta que la relación que empezó con mal pié acaba por convertirse en una sana amistad.
Creí que esas sensaciones y emociones irracionales son las que debemos apartar en situaciones como la que estamos viviendo. En marzo nos metimos todos en casa, asustados y esperando lo peor y cuando aquí en nuestra zona “lo peor”no llegó tan duro como en otros sitios, salimos a la playa, al verano y a la vida, pensando que esto no iba demasiado con nosotros.
En la segunda ola seguimos sin verlo venir y en esta tercera, que podríamos haber controlado mejor, porque tenemos más conocimiento, experiencia y herramientas, nos ha dado el revolcón lógico del confiado. Con estos antecedentes se oye por ahí ya lo de salvar la Semana Santa.
Es increíble que alguien piense que ahora que empiezan a bajar los contagios, con los hospitales todavía llenos y las funerarias a un ritmo frenético y sin margen para ampliar, nuestra percepción del entorno nos lleve a bajar la guardia y pensemos que en venir las vacaciones podremos viajar o reunirnos con familia o amigos como si no hubiéramos aprendido nada.
Los que siguen los datos con la frialdad o la contundencia que tienen, ya advierten que habrá una cuarta ola. Lo aventura por ejemplo el profesor de matemáticas de la UMH y divulgador Santiago García Cremades. Y lo dice basándose en pronósticos elaborados con datos.
Reconoce, eso sí, que el tamaño de la ola es difícil de prever porque responderá a diferentes variables; cuánta gente habrá para entonces vacunada, qué medidas estarán vigentes para frenar los contagios y qué grado de cumplimiento tendrá la población.
Les recuerdo que los políticos, que tienen la responsabilidad de gestionar esta pandemia están siendo asesorados por expertos, pero también deciden influidos por la presión de los sectores económicos afectados y sus “lobbies”, y además, la pandemia sigue adelante y las citas electorales están a la vuelta de la esquina.
Y ese es el momento en el que peor gestionan los que gestionan, que dejan de gestionar para abrir el buzón y recoger todo lo que se pide, empiezan a moverse por “sensaciones” y driblar todo lo que pueden las situaciones conflictivas. Si lo dudan miren lo que está pasando con las elecciones catalanas que, además, condicionan y mucho la política de todo el estado.