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socialmente inquieto / OPINIÓN

Mosén Pedro Mena y otros enigmas

20/04/2020 - 

¿Saben quien es Mosén Pedro Mena? Seguro que sí. Hagan memoria. Sitúese en Alicante en el siglo XV. Fíjense. En el puerto. Un hombre bajito, sobrado en carnes, con hábito, empapado hasta los huesos por el fuerte oleaje sufrido unas horas antes a bordo de una nao cuando mantenía el equilibrio en cubierta observando en el horizonte esa tierra firme, nunca tan ansiada antes. Entre su equipaje llevaba un arcón con un gran tesoro, probablemente uno de los más grandes de la cristiandad. Sí, no exagero. Ya verán.

Mosén Mena había partido con anterioridad desde Alicante a Roma, la ciudad eterna, para regresar después a Alicante como párroco de San Juan con lo mucho aprendido en su peregrinaje después de esquivar intrigas y escapar de algunos infortunios. No había llegado su hora. Menos mal. Tenía una importante misión que cumplir. ¿Qué hacía Mosén Pedro Mena en Roma? Acompañar a un Cardenal de paso por Alicante, relacionarse con la jerarquía eclesiástica y aumentar sus conocimientos teológicos, que el saber no ocupa lugar.

En esos encuentros, otro cardenal le pidió guardar un secreto y le solicitó un favor. El secreto era que tenía uno de los lienzos de tela con los que la Verónica limpió de sangre la cara a Jesucristo camino del calvario y se quedó grabado el rostro de Jesús. El favor era que se lo llevara a Alicante lejos de enredos y ambiciones en Venecia y en Roma. Y es lo que hizo Mosén Mena.

Esta importante reliquia estuvo antes en Jerusalén hasta el siglo VI. Con las primeras invasiones árabes, los cristianos se la llevaron a la isla de Chipre donde estuvo hasta el año 640 que partió rumbo a Constantinopla buscando un lugar seguro y lo encontró en la iglesia de Santa Sofía. Pero no fue este su último destino, como sabemos. Siendo Constantino XII Emperador de Constantinopla (1453), la ciudad fue conquistada por los turcos. Los hijos del Emperador huyeron con varias reliquias, entre ellas el lienzo de tela mencionado, y en Roma se lo entregaron para su custodia al Papa Nicolás V que lo guardó con celo en su lugar privado de oración. Siendo Papa Sixto IV, mandó la reliquia con un cardenal a Venecia para usarla para interceder a Dios para poner fin a una epidemia que allí ocurría. Conseguido esto, los venecianos no querían devolver la reliquia, que el Papa les reclamaba con insistencia, para tenerla cerca y poder combatir con ella nuevas epidemias, calamidades, etc. Muerto el Papa, el cardenal que la tenía en su poder se la entregó a Mosén Pedro Mena para su veneración en tierras lejanas.

Ya en Alicante, las autoridades eclesiásticas acogieron la reliquia con entusiasmo. Y la pusieron a "trabajar" solicitando favores intangibles. Así, sacaron la reliquia en una procesión de rogativas (17 de marzo de 1489) implorando lluvia debido a una importante sequía en la zona. Esta procesión iba desde San Juan hasta el Santuario de Ntra Sra de los Ángeles. A cuarto de legua del camino, al paso por el barranco de Lloixa, el Padre Villafranca - que llevaba el santo lienzo - sintió una gran presión sobre sus brazos hasta tal punto que tuvo que ser socorrido por otros sacerdotes para no caerse al suelo, quienes comprobaron que de la faz de Cristo salía una lágrima de sangre del ojo derecho que se paró en la mejilla. Desde entonces se grita a su paso, ¡¡Faz Divina, Misericordia!!. Suspendieron la procesión sorprendidos y emocionados con el suceso y lo comunicaron enseguida al Obispado. Unos días después (25 de marzo de 1489), cerca de la ermita de Ntra Sra de los Ángeles en Alicante predicaba el Padre Benito mientras sostenía el lienzo de la Santa Faz. De pronto, los presentes vieron asombrados que se elevaba del suelo hasta cierta altura, cómo en éxtasis, aparecieron junto a él en el cielo dos rostros de Jesús y se puso a llover torrencialmente. Estos dos hechos hicieron que un año después, en el mismo lugar donde cayó la lágrima de la Santa Faz se construyó un templo (1490) y las dependencias donde tenía que hospedarse la comunidad de la Orden de San Jerónimo que se encargó de custodiar esta reliquia. Le siguieron una serie de acontecimientos importantes. Así, el Papa Inocencio VIII otorgó indulgencias y el rey Fernando II de Aragón concedió - en 1490 - el título de Ciudad a Alicante (Los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, habían estado en Alicante en 1488). A partir del 17 de julio de 1518 la comunidad de la Orden de San Jerónimo fue sustituida por religiosas de la Orden de Santa Clara (y, desde julio de 2019, por las monjas de la Sangre). En 1748 este templo se remodeló entero construyendo el Monasterio como hoy lo conocemos.

Hubo otros acontecimientos de importancia con la Santa Faz, pero mencionarlos todos harían de este un libro y no un artículo. De algunos de esos hechos me referiré en posteriores artículos, no les dejo con la intriga sin resolver, no se apuren. Permitan, por tanto, que haga saltos en la historia para narrar lo que quiero contar hoy. Seguimos.

A pesar de la gran devoción que se tenía (y se tiene) en Alicante por la Santa Faz desde sus inicios, el 26 de julio de 1936, en el principio de la guerra civil española, un grupo de milicianos republicanos asaltaron el Monasterio y la iglesia de Santa Faz. Esta fue desbastada, quemando el retablo mayor que allí había, destrozando imaginería religiosa y estatuas de la entrada, así como una pila bautismal renacentista. ¿Qué pasó con la reliquia de la Santa Faz? Afortunadamente, les dio tiempo a Vicente Rocamora Onteniente, acompañado de Antonio Ramos Alberola (alcalde pedáneo) de rescatarla del camarín que custodiaba la reliquia y la escondieron en lugar seguro. A ambas instalaciones religiosas los republicanos las convirtieron en almacén de armamento y taller de montaje de piezas de aviones de guerra. Que manía tiene la extrema izquierda con la iglesia católica, no perdieron ocasión durante los últimos años de la II República y de la guerra civil española para quemar iglesias y asesinar sacerdotes. Se lo tienen que mirar porque esa obsesión persiste, aunque no violenta como antaño. Ya es algo. Se olvidan, por ejemplo, que Cáritas - una de las ONG más importantes de España, es dependiente de la Iglesia Católica - y se implica en paliar muchas de la adversidades de los más necesitados de la sociedad allí donde la Administración no llega, lo hace a diario y - sobre todo - en momentos de crisis como la de ahora del coronavirus.

Ya en democracia el alcalde José Luís Lassaleta, del PSOE, quiso darle más realce a la romería de la Santa Faz que iba languideciendo con los años. Lassaleta había participado en los movimientos cristianos de la ciudad a favor de la reivindicación de los nuevos valores del Concilio Vaticano II, no bien asumidos por el régimen franquista, y sabía a quién tenía que presentar su propuesta. Pactó con Federico Sala, Deán de San Nicolás, para que la romería religiosa partiera de esa Concatedral y la civil desde el Ayuntamiento. Se recuperó también una costumbre que se había perdido y era parar en la puerta principal de la Finca Lo de Díe en la Huerta de Alicante para que el Cabildo, la Corporación Municipal y los peregrinos tomasen mistela y rollitos de anís a medio camino andando entre Alicante y el caserío de la Santa Faz. También se recuperó el blasón negro con el pañuelo a cuadros blancos y se repartieron a los asistentes cañas con la punta engarzada de romero que podían coger antes de la peregrinación a Santa Faz en la fachada de San Nicolás y en la del Ayuntamiento de Alicante. Lassaleta, además, quiso que participaran autoridades además de las locales por lo que invitó a Joan Lerma, Presidente de la Comunidad Valenciana de aquellos años y a otros políticos de renombre nacional como Ministros del gobierno de Felipe González cuando este ganó las elecciones de 1982. Todas estas decisiones fueron el inicio del éxito de la actual romería de Santa Faz con una participación masiva de la ciudad con más de 200.000 peregrinos cada año. Es la principal romería popular religiosa de España después de la del Rocío.

A su vez, es preciso y urgente tener un recinto ferial de esta romería para, además de las manifestaciones religiosas en la iglesia, albergar la feria y demás atracciones que conllevan las celebraciones populares al aire libre. Aún se está a tiempo antes que la presión urbanística edifique en los solares aún baldíos de sus alrededores. La Santa Faz es otra seña de identidad de Alicante, una de las más importantes, y su romería es de vital importancia para mantener el flujo de peregrinos de cada año.

Con motivo del Covid-19, desde el Ayuntamiento, el Cabildo y el Obispado habían solicitado permiso a la Subdelegación del Gobierno en Alicante para poder llevar la Santa Faz al castillo Santa Bárbara el próximo jueves para desde allí bendecir a la ciudad para invocar la protección de los alicantinos contra esta epidemia. Se ha hecho en otras muchas ocasiones. Sin embargo, la Subdelegación del Gobierno no ha dado su permiso. "Sentimos que el Gobierno de España - ha manifestado Luis Barcala, Alcalde de Alicante, del PP, - no haya tenido en cuenta esta sensibilidad hacia muchos miles de los alicantinos a los que esta bendición supone una ilusión, esperanza y una motivación más en estos momentos tan duros que estamos viviendo". Esta bendición se hará desde el interior del Monasterio de la Santa Faz por el Obispo y se retrasmitirá en directo en televisiones locales. La Santa Faz siempre es protagonista.

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