vALS PARA HORMIGAS / OPINIÓN

Morfina para desesperados

25/08/2021 - 

La comunidad sanitaria de la Comunidad Valenciana se unió ayer en defensa de sus compañeros del Hospital de La Plana, en Castellón. Un juez ha decretado que se debe aplicar un tratamiento con ozono a un paciente grave de covid, un hombre de 49 años de Burriana ingresado en la UCI del centro. Algo que, según las evidencias científicas, es tan eficaz como atarle en la cabeza una zanahoria sujeta con la tapa de una olla, que es un método curativo que apareció en un capítulo de la serie de animación Marco. De los Apeninos a los Andes y se me quedó grabado desde mi infancia. Entiendo la desesperación de los familiares. También la entienden, mucho mejor que yo, quienes promueven este tipo de terapias alternativas, que consisten en sustituir los métodos científicos y los títulos universitarios por una generosa ración de imaginación, desvergüenza y carencia absoluta de escrúpulos. Cuando alguien cercano se encuentra al borde de la muerte, uno se aferra a un clavo ardiendo. Hace falta mucha entereza para saber a quién hay que escuchar, aunque de su boca solo salgan malas noticias. Las pseudoterapias, en este sentido, son la morfina de los desesperados.

Lo singular de este caso es la intervención judicial. El juez ha autorizado un “tratamiento compasivo”, todas las comillas son del auto, como “protección de los derechos fundamentales” del paciente y su familia, a los que se había negado la ozonoterapia, que tendrá que aplicar un especialista ajeno al centro castellonense. El magistrado no ve otra opción, puesto que no ha surtido “efecto positivo ninguno de los tratamientos” aplicados por el personal del hospital. Hasta a los despachos de la judicatura llega la mal entendida compasión de las terapias alternativas. Confío en que el paciente se recupere. Espero que el juez recapacite sobre lo que ha dictado. Porque incluso si todo sale bien, incluso si se puede demostrar que la mejoría ha llegado con el ozono, ha sentado un peligroso precedente.

Más allá de este caso puntual, hemos llegado a ese momento en que necesitamos que las reglas del juego estén estipuladas por escrito para seguir jugando. En breve, nos comportaremos como los estadounidenses, que forman esa sociedad infantilizada que todo lo resuelve o pretende resolver en los tribunales y que hasta para comer una hamburguesa necesitan esconderla bajo capas de salsa y aditivos, que es lo que hacemos en España con el pescado y la verdura para los niños. No puede ser que cada uno de nuestros movimientos quede supeditado a una orden o una prohibición. La abundancia de leyes es como las bandejas de ajo cortado que venden en cierto supermercado, la prueba de nuestra deriva hacia la simpleza. Una manera de evitarnos responsabilidades, de despreciar el sentido común y sortear las dificultades que exige vivir entre semejantes, con sus derechos y nuestras obligaciones. Con nuestros derechos y sus obligaciones. Una situación que se está agudizando durante la pandemia, en la que son los tribunales los que nos tienen que obligar a cumplir con las restricciones o, peor, los que deciden que estamos en nuestro derecho de no mirar por la salud de los demás. No nos gusta lo que nos imponen en el colegio y amenazamos al director con chivarnos a nuestros padres. Lo repito, las veces que haga falta. Seremos más civilizados cuantas menos leyes necesitemos.

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