'TRÀNSIT IL·LUSTRAT’

Miguel Calatayud: "Yo trabajo, emito y luego abandono la obra"

28/07/2023 - 

VALÈNCIA. Cualquier padre que lea este artículo sabrá lo que es tener a algo cerca, verlo crecer y dejarlo ir. Cualquiera que haya perdido una amistad, o cualquier otro tipo de amor, también. A los artistas les debe pasar algo parecido con las obras. Tantos años frente a un lápiz y un papel para al final desprenderse de horas y horas de aprendizaje, técnica y pequeños secretos del acabado que nunca llegan al borrador final. Las obras son cuidadas por los artistas para acabar en manos espectador, a quien se le cede el trabajo para que lo interprete. “Yo trabajo, emito y luego abandono la obra”, explica el alicantino Miguel Calatayud (1942) sobre su trabajo y su entorno. Desde su silla motorizada reflexiona sobre cómo los artistas se deben a los que le rodean: crean un producto lo mejor que pueden -como los padres con los hijos y los amigos entre ellos- y lo lanzan al mundo, a la intemperie.

A la mirada de los periodistas pronuncia la siguiente frase: “Sin espectador no existe la obra, ni sus interpretaciones”, lo que por el eco de la sala se traduce como un agradecimiento: “Sin vosotros, hoy yo no estaría aquí”. Ahora su obra se celebra a través de Miguel Calatayud. Trànsit il·lustrat, una retrospectiva que le dedica el Centre del Carme a sus últimos veinte años de trabajo (que se dice pronto) en una muestra que podrá visitarse hasta el próximo 5 de noviembre en la sala Carlos Pérez del museo. En esta, cientos de vinilos cuentan su historia sobre las paredes. El relato de un artista que comenzó ilustrando la cotidianidad y acabó haciendo grandes encargos para los más pequeños. El tres veces Premio Nacional de Ilustración pasea por una sala en la que la grandilocuencia de su obra por fin cuenta con un tamaño que se adecua a su magnitud. 

En palabras del comisario Felipe Hernández Cava, gran amigo de Calatayud, ver su obra a través de las ampliaciones permite ver todos esos pequeños detalles que realmente la componen: “Gracias a esta muestra podemos dar el salto desde la textura del papel. A través de las ampliaciones podemos ver todas esas degradaciones de su pincel, la aleatoriedad de los colores y la distancia de las líneas. Es una manera de poder contemplar la obra desde dentro”, explica. Y el propio Calatayud lo confirma a través de esta declaración: “Mi trabajo no se acaba de ver en una sola mirada”. 

A través de sus trabajos, generalmente asociados con la ilustración infantil, contempla que los espectadores (niños y adultos) deben enfrentarse a su obra con tiempo y espacio, el mismo que le dedican los padres a los niños cuando están trabajando en ellos, y con el mismo cariño con el que luego Calatayud se desprende de lo que crea. Sus encargos ahora forman parte del museo y se destinan a ser observados con detenimiento, un respiro tras veinte años de creación y de deadlines que ahora llegan a un espacio clave.

El dibujante -prefiere que le llamen así a ilustrador- hace trabajos que es necesario analizar e intentar comprender en más de un vistazo. Confiesa que en sus encargos la clave era escuchar lo que requerían y dar rienda suelta a la imaginación, a través de distintas tintas y bastantes líneas. Entre sus personalidades se encuentra la de creador de ilustrador infantil (nos va a perdonar por el término) que “no se puede confundir con un niño creando”, como comenta entre risas. Sus encargos dedicados a un público infantil y juvenil le hacían repensar cómo quería que se viese su relato desde fuera. 

Para su compañero Felipe termina siendo una obra “demasiado compleja tanto para niños como para adultos”. Esa complejidad ahora se extiende por toda la sala a través de cuatro apartados: Memoria del pasado, Desplazamientos, El aura del paisaje y Con los cinco sentidos. A lo que le sigue una tercera parte que es el colofón final: Asuntos internos, en la que el dibujante (ahora sí) se “desnuda” en una proyección audiovisual en la que muestra más de un centenar de obras hechas para sí mismo… ojo, no bocetos. Obras para el disfrute y que le definen, una de esas facetas que caben en la sala Carlos Pérez. 

Entre todos los cuentos, que pueden ver a través de 220 originales; la proyección, en la que se pueden ver también un centenar de sus obras más privadas, y más de 100 bocetos se construye por fin a un Calatayud libre de prejuicios y de encargos. Queda al descubierto la faceta de un Calatayud niño, el prodigio que comenzó dibujándose al lado de su padre para interpretar el mundo que le vendría, a través de esa clara que luego tanto le representaría. De hecho, esa imagen es la que da la bienvenida al visitante, que a través de la sala tendrá que descubrir a un Calatayud incansable que reta a quien se le ponga delante. 

La exposición, en palabras de Felipe, el comisario -guionista y director- es una “vuelta de tuerca sobre las claves de Calatayud” y una oportunidad de aprender sobre él a través de un formato mucho más visual: “Sus trabajos son inmensos, el espectador tiene que estar dispuesto a ver el infinito de su obra. Es una persona moderna con la capacidad de ver un gran todo”. Es una oportunidad también de acercarse a su mundo desde su obra, como si fuera un actor dentro de su propio universo. Confiesa Felipe que su labor como comisario se asemeja más a la de un guionista, que debe quedarse fuera del marco de la escena para sacar a relucir el arte del protagonista, Calatayud en este caso. 

En una conversación con Culturplaza en el 2019 el dibujante comparaba la ilustración al cine en un par de ocasiones: “Todo el mundo vincula la ilustración de libros con la literatura, pero yo la asocio más con el cine. Partimos de un texto que, aunque sea yo el que lo elabore, tiene que contar con una solución visual”, explicaba en aquel entonces sobre su trabajo en libros ilustrados para niños. Desde su mirada, esa labor es la que le ha permitido trabajar hasta verlo todo claro y perfectamente comprensible. Las obras que no han alcanzado este fin quedan al descubierto en las vitrinas, donde sus bocetos cuentan las historias inacabadas de un genio. Felipe los interpreta como obras en las que sigue trabajando hasta dejarlo ir, una especie de “purga o catarsis” que le sirve para hacer limpieza del exceso. Bocetos que bien sirven para comprender la otra faceta de Calatayud, la del niño que se pasea también por el museo. 

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