Blackie Books edita este manual divulgativo para entender en qué consiste la lógica, y así, gracias a sus mecanismos, tener herramientas intelectuales para sobrevivir en la cacofonía
VALÈNCIA. Obama es blanco. Halle Berry es blanca. Bob Marley también era blanco. ¿No? ¿Por qué no? Si Obama es negro, Obama es blanco. No es ninguna clase de truco. ¿Qué es ser negro, desde el punto de vista de un blanco? ¿Qué es ser blanco? Para la mayoría de “blancos”, es evidente qué es ser negro. Ser negro es no ser blanco, como el blanco que así razona. Blanco, blanco, ¿a partir de que tonalidad se es? Pensémoslo: Obama es tan negro como blanco. Pensemos en el blanco más blanco, y en el negro más negro. En realidad, claro, nadie es blanco ni es negro en el sentido cromático del asunto. Obama está en algún lugar bastante intermedio entre lo blanco y lo negro. ¿Por qué entonces decimos que es negro, y no que es blanco? ¿Qué quiere decir todo esto? Quiere decir, sencillamente, que un sinfín de las escalas y marcos con los que valoramos e interpretamos la realidad son tontorrones, pobres, o directamente absurdos.
En la era de las redes sociales, la simplificación se ha acentuado: manda la polarización. Eres fascista o eres comunista, facha o rojo. Estás a favor o en contra de cualquier titular. Defiendes la camiseta de tu lado de la confrontación del día como si te fuera la vida en ello. El pensamiento se arrastra en el lodazal: gana la fe, el creer, más que saber. La verdad no importa: importa el relato. Importa la influencia, el impacto. Se puede publicar una mentira obvia en aras del infotenimiento: publicar más tarde que la supuesta noticia era un fraude generará además tráfico, visitas, dinero. Hay cabeceras que eran serias y ahora son como el Weekly World News con su historia del niño murciélago: si puede ser "memificable", lo quiero. Si puede ser la comidilla de hoy, me interesa. La verdad es por lo general aburrida y requiere trabajo, un bien de producción demasiado lenta para los estándares de las velocidades malignas de principios del tercer milenio. Sin embargo, la verdad es imprescindible para no sucumbir en la batalla del ruido. Vale, pero, ¿podemos aspirar a la verdad?
La matemática y divulgadora Eugenia Cheng no es que crea que sí, es que lo sabe, y además sabe cómo llegar hasta ella: a la verdad se llega mediante la lógica, el camino más seguro que conocemos para ello. ¿Y qué es la lógica, cómo puede ayudarnos en el día a día? Tal y como explica Cheng en Mejor pensar, obra que publica Blackie Books con traducción de Jara Diotima Sánchez Bennasar, la lógica nos ofrece herramientas intelectuales para enfrentarnos a la realidad, para entenderla y situarnos en ella. Por ejemplo, dice Cheng: “Alguna gente cree que los servicios sociales deberían ampliarse para ayudar a la gente más vulnerable. Otros creen que los servicios sociales deberían recortarse para ahorrar dinero y dejar de alimentar la holgazanería.
¿Hay lógica en alguno de estos argumentos? ¿La lógica defiende a uno más que a otro? Una aproximación lógica es abstraer esos argumentos hasta la esencia de falsos negativos y falsos positivos […] un falso negativo es alguien que merece la ayuda pero no la recibe; un falso positivo es alguien que no merece la ayuda pero la recibe. Entonces, las siguientes implicaciones se convertirían en lógicas: Si te importan más los falsos negativos que los falsos positivos, entonces defenderás la expansión de los servicios sociales. Si te importan más los falsos positivos que los falsos negativos, entonces defenderás la reducción de los servicios sociales”. Como afirma Cheng, la abstracción clarifica el argumento. Ahora sabemos mejor de qué estamos hablando. Queda a juicio de cada cual decidir qué es lo correcto, pero las cartas están sobre la mesa. Sin trucos, sin demagogia. Esto, en este caso (solo un ejemplo), es lo que hay, y ya podemos hablar sobre ello para ver qué hacemos de un modo racional.
¿Y qué hay de las emociones? ¿Quiere Cheng que funcionemos como autómatas perfectamente lógicos, que tomemos decisiones exclusivamente infiriendo verdades? Ni mucho menos. Para la autora, las emociones son un componente fundamental de la vida humana, y no deben ser desterradas, aunque sí puestas en su lugar, y en sintonía con la lógica. Guiarse por lo visceral es literario, estético, muy valorado en las sociedades del espectáculo y lo espectacular, pero también un método especialmente falible, y en determinados contextos, con el tiempo suficiente, peligroso. Los movimientos que buscan la ruptura de todo para tratar de moldear los escombros a su manera se basan en la emoción: solo pueden prosperar en una sopa hirviente de malestar, desconfianza, hostilidad y miedo. Si se dan estas condiciones, el pensamiento racional se disuelve y prácticamente desaparece: lo que queda es nuestra esencia más primitiva. El garrotazo. Las páginas de Cheng son, como anuncia la portada, un escudo frente al garrotazo, frente a la degeneración violenta que nos lleva al sumidero y a las alcantarillas putrefactas de lo que podemos llegar a ser.
No en vano, los cruzados antipensamiento se esmeran en borrar las humanidades de las aulas. No quieren saber nada de la filosofía. No quieren que se nos enseñe a pensar correctamente. Porque aunque se nos haya convencido de que pensar es algo que viene incorporado de serie, que cualquier cosa que se nos pase por la cabeza y digamos es una opinión, no es así. Pensar conlleva un método. Al menos, pensar bien. ¿Y es difícil? ¿Cómo de complicado lo pone Cheng? ¿Es infalible la lógica? Hay que poner un poco de nuestra parte, y pese a que no es infalible —como demuestra la existencia de las paradojas—, es lo más infalible que tenemos. Más incluso que la ciencia, porque las matemáticas no son una ciencia, sino que están en el corazón de todas ellas. La ciencia emplea la evidencia, las matemáticas, la lógica. Y nosotros, ¿qué empleamos?