LA YOYOBA / OPINIÓN

Me duele Portugal

23/06/2017 - 

Me duele Portugal. Es un dolor subliminal que emerge de algún rincón donde se guardan los recuerdos de la infancia. De esos dolores cuya existencia ignoras hasta que no te golpean en la boca del estómago deforma abrupta. Los lamentos en portugués de gente tan parecida a nosotros que lo ha perdido todo tras un devastador incendio forestal  me ha traído de vuelta a la memoria la estima latente por un pueblo que ha vivido siempre a nuestro lado y en el que hemos reparado poco. Soy consciente de la prepotencia con la que los españoles hemos tratado a nuestros vecinos portugueses durante siglos. La típica conmiseración delos supuestos parientes ricos hacia los miembros más pobres de la familia. Un complejo de superioridad mal entendido con el que nos hemos resarcido de otras humillaciones llegadas allende los Pirineos. “Mientes más que un portugués”, esuno de esos dichos populares que reflejan la desconfianza hacia el vecino.  Sin embargo, esa frontera lingüística, horaria y, hasta hace poco, monetaria nunca fue un obstáculo para las relaciones humanas a un lado y otro de los puestos fronterizos, desde Andalucíaa Galicia. Los que hemos nacido y crecido en la Raya lo sabemos bien.


Portugal nos alimentó, a pesar de los dictadores que campaban a ambos lados de la frontera, durante los años del hambre. El estraperlo de pan, café, tabaco o piedras de mechero salvó a muchas familias, entre ellas la mía, de la miseria generalizada de la postguerra. Luego las tornas giraron y fueron los portugueses quienes ayudaron a amasar fortunas al pequeño comercio local de los pueblos fronterizos. A la entrada del mío, lindando con en Baixo Alentejo,  se instaló una gran valla publicitaria de Casa Emilio donde se anunciaban “rebuçados y bolachas”, palabras de sabor y sonido extremadamente dulces que se introdujeron en los diccionarios de la frontera sin pedir permiso a las academias. En la década de los setenta se exportaban auténticos alijos de “prato se copos de Pyrex” que cruzaban la Raya rumbo a Portugal para alojar manjares autóctonos como las “enzapatadas, el porco à alentejana, el frango à piri-piri olas quejadas”.  Las tiendas españolasolían a bacalao seco que los vecinos portugueses se llevaban por kilos esquivando los registros selectivos de los guardinhas.  Nosotros, los españoles,  nos sumergíamos en sus bazares amalgamados d etoallas, albornoces, mantelerías de diario, platos de cerámica y gallos del tiempo que coronaban los televisores de las casas modestas. El café, el buen café en grano procedente de las colonias africanas seguía siendo un artículo de lujo con el que obsequiar al médico y al maestro por Navidad. A pesar de la proximidad física, para los chavales de la Raya, Portugal era un país exótico donde había negros. Policías negros, que era lo más de lo más. Aprendimos afarfullar sus canciones “nos campos cantavam os grilos, e os galos no seu galinheiro, nos campos cantavam os grilos, gri - gri, gri - gri,  seu amor primeiro” en noches de borracheras compartidas. Ellos, en cambio, hablaban muy buen español pero entonaban los fandangos como si fueran belgas. Casi todas las chicas de mi generación hemos tenido algún amor portugués, porque mira que son guapos los condenados, levantando la ira colectiva de la muchachada patria que aprovechaba cualquier partido de fútbol internacional a pequeña escala para ajustar cuentas pendientes con los robac orazones lusos. Desde que desaparecieron las aduanas que ponían hora de cierre entre los dos países, proliferaron las parejas mixtas porque el amor no entiende de fronteras.

Todo eso ha vuelto a mi memoria tras ver las imágenes de una carretera abrasada por las llamas donde han muerto decenas de personas y de “bombeiros voluntários” extenuados sobre un palmo de tierra. Pero sobre todo, después de escuchar a una anciana llorar con el desconsuelo de quien lo ha perdido todo menos la vida. Me duele Portugal, decía. Me duele mucho y muy adentro. Sé que es un sentimiento compartido y me reconforta que lo hagamos público después de tantos años de olvido. Nunca es tarde para decirles que les queremos. Se lo merecen. @layoyoba.

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