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entrevista

McKenzie Wark: "Hay lugares donde lo trans y lo 'queer' no son lo mismo"

La autora de 'Vaquera invertida' repasa algunas cuestiones relevantes de su obra y pensamiento

15/02/2023 - 

VALÈNCIA. McKenzie Wark es una de las grandes pensadoras de nuestro tiempo. Desde lo 90, ha apuntado y acertado en su obra a problematizar los identidades obreras en la era digital, el fin del capitalismo, el cambio climático o el movimiento de la Internacional Situacionista. Ahora, en Vaquera invertida (Caja Negra, 2022), su primera novela, reúne de una manera única y sensible, unas memorias desordenadas de cómo ha sido la búsqueda de su identidad a través de episodios sexuales que ha acabado desembocando en declarase como mujer trans a los 50 años.

- Que el desafío queer haya sido asumido por los museos, y por tanto, institucionalizado, ¿es una buena noticia o un retroceso?
- ¡Empecemos con una fácil! (Risas) Es complicada y no sé la situación local, así que no puedo hablar de lo que está pasando en València o España. Pero, en general, es cierto que las instituciones de cultura alta se han implicado en las cuesitones queer y trans, y eso ha tenido sus pros y sus contras. En cualquier lugar donde los artistas trans tengan visibilidad y —espero— pagados es una buena noticia, pero no nos otorgan la responsabilidad sobre cómo nos percibimos, y las prioridades de estas instituciones no necesariamente son nuestras prioridades:  estas instituciones no están interesadas en los problemas del día a día de las vidas trans. Es la violencia, las dificultades de acceso a un empleo y vivienda digna, el camino casi único del trabajo sexual, quieras o no. Ese ese el día a día de las vidas trans.

- Igual que hablamos de que la mirada femenina pone el foco en los cuidados, ¿cuál es el gran foco de las realidades trans en su producción cultural?
- Cuando hablo de la mirada cis me refiero a ese sistema de vigilancia y categorización que busca disidencias al binarismo y  luego las tratan o como un peligro o como un problema o como una burla. Esas son las opciones: cualquier cosa que no sea un hombre o una mujer tendrá que estar en alguna de estas categorías. Puede ser un mero entretenimiento si es drag, o puede ser algo percibido como peligroso. 

Y las personas trans tienen que negociar esto todo el tiempo, especialmente las personas trans femeninas porque la feminidad ya llama cierta atención. Parte de nuestro arte es la capacidad de cómo gestionar eso: el arte del passing, el arte de hacer parecer encajar, el arte de negarse a ello, o el arte de hablar sobre cosas que realmente nos importan fuera de esa visibilidad. 

Partiendo de eso, varias preguntas. ¿Cómo haces arte que se dirija a todos y hable sobre qué es la mirada cis y cómo esta afecta también a las propias personas cis? Pero también, ¿dónde está el arte hecho solo para nosotres? ¿Dónde están nuestros dominios culturales separados y comunidades? Y, bueno, ¿quién nos ayudará a pagar el arte que queramos hacer?

Foto: CONI ROSMAN

- Lo trans como una escena. ¿Es una hoja de ruta correcta arrinconarse o solo es la manera de poder mantenerse a salvo de la normalización?
- Creo que hay muchos deseos diferentes en las realidades trans. Por un lado, algunas personas simplemente quieren ser mujeres o hombres en formas bastante convencionales. Y ese es un derecho muy importante, el derecho a ser corriente [traducción de ordinary]: no ser normal, no ser lo mismo; sino que, sea lo que quieras ser, eso sea corriente. No nos paramos a pensar en la identidad o en la forma de ser de un hombre que sea más alto que otro, porque es una característica corriente

Pero, por otro lado, hay personas trans que no quieren ser corrientes, quieren ser fabulosas, rechazar la normatividad cis e intentan vivir algo diferente. Y la actitud es: “ven y únete, nos estamos divirtiendo con esta mierda del género aquí. Cuando nos dejes en paz, tú también podrás hacerlo. No hace falta ni siquiera que transiciones, pero te divertirás y eso puede estar bien”. 

No se te trata de categorizar una cosa o la otra, hay que buscar la posibilidad de tener un abanico de posibilidades entre estos polos opuestos.

- El capitalismo, o lo que sea en lo que estamos actualmente, ha conseguido coptar una parte relevante de la identidad y cultura gay. ¿Hay riesgo de que suceda eso con la utopía queer?
- A veces, lo que parece una utopía queer en la pista de baile esconde detrás límites y restricciones para las personas trans. Nuestra admisión en espacios queers no es incondicional: tenemos que comportarnos de una manera determinada, o tenemos que ceder a los hombres gays nuestro vestuario, que solo lo usan en el club por la noche y nunca lo hacerían por la calle… En el club nos aman, pero en la calle no, y ni nos reconocen. Hay lugares en los que lo trans y lo queer no son la misma cosa: también puede haber transfobia en los espacios queers. En Estados Unidos, los hombres gays blancos son los que tienen el dinero para gestionar los espacios y organismos queer, así que básicamente se convierten en espacios y organismos queers blancos, y la admisión del resto tiene condiciones. 

Eso no es queer, sino buscar versiones de la homosexualidad que sean aceptables para las personas cis y heterosexuales al dejarnos fuera intencionalmente. Es como, “oh, no, no somos como esos horribles trannies de ahí, somos gays respetables, con un perro de urbanización”. Habría que preguntarse quién se queda atrás en esa asimilación.

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