El presidente de la Generalitat Carlos Mazón se ha hecho mucho el sueco a la hora de conformar el nuevo Gobierno de la Generalitat: situando perfiles de carácter muy centrista en la parte que le corresponde que son siete frente a las tres carteras de las que dispone la ultraderecha. El paradigma es Susana Camarero que en su día, años noventa, fue la niña bonita de Eduardo Zaplana, lo mismo que Mazón, el niño bonito del zaplanismo... hasta que Francisco Camps, Torre de Marfil, los fue amortizando a casi todos, excepto a José Antonio Rovira, nuevo conseller de Educación, que se mantuvo largos años como director general en la citada área.
Susana Camarero encarna el feminismo liberal o, si nos ponemos afilados, el “feminismo de la diferencia”. Feminismo al fin y al cabo, etiqueta que solo solemos aplicar a los movimientos de izquierda. Camarero hizo carrerón en Madrid hasta alcanzar la Secretaría de Estado de Servicios Sociales e Igualdad con Mariano Rajoy. Tiene currículo de sobra y ha participado en mil y un foros contra la violencia de género. También en defensa de las minorías sexuales/afectivas. Mazón la ha puesto además de vicepresidenta segunda. Afirmar que el nuevo Consell es un triunfo del zaplanismo es mucha simplificación entre otras cosas porque han transcurrido más de dos décadas y el centroderecha está más mezclado, menos catolicón, menos “cotinizado”, que en la era Camps, el mismo que se consideraba a sí mismo “depositario del destino histórico del pueblo valenciano” a la vez que se rodeaba de políticos corruptos capaces de sacar tajada hasta de la instalación de inodoros cuando la visita del Papa polaco. Hay menos meapilas, estimado De Manuel, aunque persista algún grado de melancolía de tiempos pasados: María José Catalá quiere nombrar a Rita Barberá (gran populista) alcaldesa honoraria de València.
Mazón se ha hecho el sueco con Vox situando perfiles avanzados como el citado Rovira que se enfrenta al reto de aminorar algunos de los excesos de la Ley del Plurilingüismo, siempre en el umbral del modelo lingüístico gallego (motivos obvios). Y sin olvidar que la arquitectura lingüística que tenemos en el modelo educativo la creó básicamente María José Catalá cuando fue consellera del ramo, ya con Alberto Fabra de presidente. Pendiente está la promesa en firme de Mazón de aminorar el peso del conocimiento del valenciano a la hora de puntuar en una oposición por ejemplo para médico (cuenta menos que un doctorado): este cáliz tendría que recaer en teoría sobre Ruth Merino como consellera de Administraciones Públicas, además de Economía y Hacienda. Merino, ex de Cs, otro de los fichajes estrella de perfil centrista y que ha levantado alguna que otra ampolla en algunos círculos del PP, según detallaba este mismo periódico el otro día.
Mazón cree que se ha vacunado contra la ultraderecha y es muy pronto, mucho, para tirar las campanas al vuelo. Ya se ha apuntado aquí que el conseller/torero, Vicente Barreda, va a proporcionar muchas tardes de gloria. Y los otros dos también, incluida Elisa Núñez Sánchez, licenciada en Ciencias Religiosas y consellera de Justicia: y colaboradora en su día de Rafael Blasco, el del falso hospital de Haití, y de la profesora Gotzone Mora, la misma que se tuvo que refugiar en la Comunidad por las constantes amenazas de Eta y sus adláteres en su tierra natal, el País Vasco (por cierto, Mora y Blasco acabaron como el rosario de la aurora; la vasca no soportaba al de Alzira). El comportamiento de los ultras es impredecible porque viven la política como una religión: desde la irracionalidad.
Decía Francis Fukuyama, el de El Fin de la Historia, hace dos días en El Mundo que los populismos cuando llegan al poder se ven obligados a moverse al centro porque la Unión Europea les fuerza a ello [sic]. No es el caso de Viktor Orbán en Hungría, más bien todo lo contrario. Ni del PIS, el partido que gobierna en Polonia. Error de bulto del prestigioso y polémico politólogo: que venga aquí y hable con Abascal, encoñado como está con Orbán, retrógrado, pos-fascista. Rishi Sunak, el premier británico, ha reconvertido una barcaza para “enchironar” a los migrantes sin regularizar: una cárcel flotante, vamos. Digo todo esto por si don Mazón corre el riesgo de caer en un rapto de extrema confianza; (Sunak no es Orbán, ojo; es demócrata/clasista y pelín xenófobo, siendo él quien es, de ascendencia india)
CODA: “Una persona condenada por violencia machista no debería dedicarse a la política, al ejercicio público”, sentenció Borja Semper en junio, cuando afloraron las aspiraciones del catedrático Carlos Flores Juberías (Vox) de entrar en el Gobierno de la Generalitat. Flores: el gran urdidor del pacto PP/Vox en lo que concierne a su partido; y cabeza de lista al Congreso por la circunscripción de València. Taza o taza y media. Elijan.