reflexionando en frío / OPINIÓN

Más papistas que el Papa

11/10/2020 - 

Curiosa la charla que tuve ayer con un miembro del Opus Dei. Durante nuestra conversación filosófica este me reprochaba mi falta de pureza católica llegando a desligarme de esta fe al considerar incompatible la procesión de dicha creencia con la heterodoxia doctrinal. “Sí no confías en lo que dicen los Padres de la Iglesia no eres católico”, me dijo. Me recordó al reparto de carné de valencianidad por parte de Compromis que tanto ha criticado Toni Cantó

Puro fundamentalismo divisorio. Uno que critica el Papa Francisco en su última encíclica Fratelli Tutti y que por cuya condena incluso un sector ultraconservador de la Iglesia obcecado en los libros doctrinales olvidando la característica principal de que el catolicismo no es una religión de libro. Resulta paradójico que el mismo Evangelio condenara a los fariseos egocéntricos faltos de autocritica y empecinados en la ley cuando ahora algunos practicantes se llenan la boca con definiciones simples sin poner el trasfondo de la fraternidad cristiana en su forma de actuar. Quizá por eso les hayan chocado algunos puntos de la encíclica como en el que dice: “1. Él (refiriéndose a San Francisco de Asís) no hacía la guerra dialéctica imponiendo doctrinas, sino que comunicaba el amor de Dios. Había entendido que «Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios”. Un contenido fraternal elemental en el vivir de los cristianos que es sustituido por escritos teóricos con falta de visión de la realidad. Existencia que parece no querer ser vista por estos fundamentalistas que descalifican a todo aquel disidente de algunos de sus puntos doctrinales. Llaman a Joe Biden abortista como si este penetrara en las incubadoras de los natales para asesinarles, niegan la paz en la Iglesia a políticos como Adolfo Suárez por aprobar leyes como la del divorcio… Son ellos los que establecen las partidas bautismales, quienes juzgan la bondad o maldad de los individuos en función de si son católicos o ateos.

Existe cierta superioridad moral en esa actitud. Comportamiento del que ha convertido a un catolicismo crítico con los planteamientos dogmáticas en una ideología. “Así funcionan las ideologías de distintos colores, que destruyen —o de-construyen— todo lo que sea diferente y de ese modo pueden reinar sin oposiciones” dice el Papa Francisco en su encíclica. Sectarismo latente en todos los pensamientos ortodoxos contrarios a la heterodoxia, desde el neoliberalismo hasta el comunismo. Precisamente muchos liberales se han enfurecido al ver como el Obispo de Roma ha encendido la alarma criticando el aspecto radical del liberalismo. Fanatizados que han visto en el documento papal un alegato al comunismo sin saber separar la política de la religión, la realidad exterior de la interior. Han mezclado churras con merinas, como decimos aquí. Paralelismo existencial inconcebible para toda mente adoctrinada. Ya dijo Antonio Machado que: “Es propio de hombres de cabezas medianas embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”. 

En este mundo polarizado no se entienden las propuestas conciliadoras en las que se pide arrimar el hombro y dejar a un lado las diferencias. La realidad encasillada en la que convivimos en cuanto uno abre la boca enseguida se le atribuye una etiqueta, aunque esta no tenga nada que ver con lo que dicha persona promulga. ¿Cómo puede ser la encíclica del Papa Francisco un alegato comunista cuando en esta misma se discute toda ideología poniendo por encima a la persona? Es absurdo, como todo lo que rodea a esta forma de vivir tan irracional. Está fuera de toda lógica poner por delante doctrinas fijas a la comunidad. Comportándonos de esa forma estamos cayendo en la misma piedra en la que se han precipitado unos nacionalismos como el catalán en el que se censaba como catalanes únicamente a los que comulgaban con las tesis supremacistas del independentismo. Secesionismo experto en subyugar personas inoculándoles mantras mentirosos manipuladores de la realidad. Un fanatismo destructor de la razón del que también son víctimas todos aquellos fieles a un Pablo Iglesias señalado por la justicia al que respaldan alegando la corrupción crónica del poder judicial. Sinsentidos provocados por el endiosamiento de personas o de doctrinas contrarias a la heterodoxia propia de toda persona considerada cuerda.

Cordura perdida como consecuencia de unas ideologías convertidas en religiones políticas que son el opio de un pueblo receloso de la discrepancia emanada del sentido común abducido por el fanatismo. 

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