en la frontera / OPINIÓN

María Teresa Molares

12/03/2023 - 

Quedo a tomar un café con María Teresa Molares porque anda liada con un proyecto y requiere de mi colaboración y la de otros periodistas: echar una mano en la cárcel de Villena para una revista que publican los presos, a ver cómo se puede mejorar. La cosa viene de atrás, su interés por las cárceles: ha mediado para que los cursos de extensión universitaria de la UA, donde fue profesora titular en Sociología durante muchos años, lleguen a los presos y presas de este centro de máxima seguridad gracias, subraya, a la inestimable predisposición de la vicerrectora Catalina Illescu. “Las cárceles son lo que vomita la sociedad”, me dice en este café que sin darnos cuenta se prolonga un par de horas. Tiene 80 años y no para de darle vueltas a la cabeza, con proyectos e ideas, “tengo que hacer muchas cosas antes de morirme”, ironiza esta licenciada en Filosofía Pura.

Molares fue el alma mater de Izquierda Unida/Esquerra Unida en Alicante, bendecida por la mano de Julio Anguita,  y portavoz municipal en el mandato de 1987, con José Luis Lassaletta de alcalde, y en 1991, con Ángel Luna. Queriéndolo o sin querer, ejerció un poco de látigo de ambos. Un poco. O un mucho. Nuestra protagonista es como una mujer en llamas (me apropio del título de la película de Céline Sciamma), siempre en la lucha por las causas perdidas. Siempre sin cortarse un duro en poner de vuelta y media a determinados popers de la izquierda. No cito nombres porque nos tendríamos que exiliar durante una temporada, por lo menos a Tabarca. Las cárceles: “¿Qué propones, una segunda revolución a la manera de Concepción Arenal?”. “Sí”, me responde sin cortarse un duro y sin un ápice de soberbia; hay confianza, nos conocemos desde hace más de 30 años y nos reencontramos como el Guadiana. “Yo siempre te he apreciado mucho”, espeta. “Lo sé”, respondo con unas décimas de rubor. Siempre he sido un poco cactus para esas cosas.

Deduzco tras una charla tan intensa que uno de los grandes hitos de su vida fue su tesis doctoral La evolución de la propiedad rústica en Alicante 1950-2020: tiene escrita una versión divulgativa, para que la entiendan hasta en la barra del bar del penúltimo barrio, que se titula Alicante de campo a ciudad, labradores, piratas, señores. El título lo dice todo: sostiene que durante décadas Alicante se forjó en buena medida a través de turbios intereses y negros pozos de codicia. Cita a Carlos Pradell, el extinto Banco de Alicante, Convensa y su polémica quiebra, que “dejó a medio hacer la plaza del doctor Gascuñana, en Virgen del Remedio”. Cita también  al inventor de Arenales del Sol, Tomás Durá; el triángulo del mal. Sale, cómo no, el nombre de Enrique Ortiz, “su padre fue el que medió con Lassaletta para obtener adjudicaciones”.  Lo de “piratas” no acaban de digerirlo sus editores. Molares en estado puro: un trago de aguardiente. “Menos mal que ya no eras concejala con Luis Díaz Alperi y Sonia Castedo”, le susurro mientras me la imagino echando espuma por la boca y girando la cabeza como la niña del exorcista.

Molares es una de las teclas esenciales de la historia reciente de Alicante. Referente heterodoxo de la izquierda, también de la derecha (“yo entré en IU como independiente, nunca he sido del PCE”), y socarrona hasta el extremo: tras el tamiz de mujer dura hecha a su medida se esconde una personita tierna que valora cuestiones tan esenciales como la familia, la amistad y el amor... Y la justicia social. Paseamos unos segundos por la Ley Trans, la del Sí es Sí, y observo que no presta demasiada atención. “¿Tú sabes la cantidad de muertes que se producen en España por accidentes laborales y casi nadie lo denuncia?”. Lo que quiere expresar es que se ha desmadrado todo; ella, que se viste de feminismo y de la defensa de las minorías sexuales  como su segunda piel. Supongo que está harta de tanta acritud, como muchos.

“Oye, a ver si me vas a pintar como un ogro”. “Pues dime referentes positivos de la sociedad alicantina”.  María Teresa Revenga, exconcejal del PP. Un sobrino de García Solera, también arquitecto, que trabaja en Suecia: “Se me parte el alma de ver cómo nuestros talentos se tienen que ir fuera”, Catalina Illescu, ya citada, Ramón Martín Mateo, Begoña Martínez Deltell, de la galería Aural, Pilar Tébar, directora del Instituto Juan Gil-Albert, José Luis Romero, uno de sus ahijados políticos del alma. Carmen y Sara, de la librería “80 Mundos”. Y una retahíla de profesores de la UA. Molares tiene memoria de elefante. Se acuerda mucho de María Ángel Palmer, que fue concejala de Hacienda con Luna, y que falleció joven, cuando no le tocaba. “Y lo de Ramón Tamames, ¿cómo lo ves?”. Más espuma por la boca. “Un día me habló el tío  de un senador que en su criterio olía mal... ¡Era entonces mi novio!”. Tamames, otro turbio en criterio de nuestra protagonista. Gran turbio.

Las cárceles: “Ahí se junta el lumpen con la gente VIP; la delincuencia no es patrimonio de los pobres”. “En Argentina ya hay un programa pionero para imbricar el concepto de los derechos humanos en las cárceles”. ¡Ay!, se me olvida comentar lo del presidente salvadoreño Nayib Bukele y la hipercárcel con capacidad para más de 40.000 personas, y con unas imágenes de pandilleros transportados como ganado que han dado la vuelta al mundo. Habrá más quedadas.

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