VALÈNCIA. Ronson es, indiscutiblemente, uno de los mejores cómics del año. Si en su lanzamiento, hace ya meses, lo demostró la recepción de la crítica, conforme ha pasado el tiempo, también ha recibido el calor del público. ¿La clave? César Sebastián, en su debut, plantea el equilibrio perfecto para hablar de la vida rural en medio de la dictadura y contar con una tramposa ligereza cómo se ha formado la infancia de la generación que la vivió en los 50 y los 60. Lo que entonces era normal ahora es un retrato del horror; lo que se quedaba en casa, ahora es debate nacional. Pero Ronson no quiere ni ser cosmopolita y mirar por encima del hombro, ni idealizar lo que presumiblemente hemos superado como sociedad.
En esta complicada balanza, Sebastián pone los recuerdos de su padre en Sinarcas, y entonces construye un fresco que ha emocionado a quien se ha acercado. El ilustrador ya se ha hecho con el Premio El Ojo Crítico de Cómic y va apareciendo en algunas de las listas más relevantes de lo mejor del año.
- Una de las decisiones más importantes a la hora de contar esta historia es hacerlo a través de capítulos que no cuentan tanto una historia como un aspecto o algo que sucedía en el pueblo. ¿Por qué narrar desde el fragmento en vez de apostar por una historia con su introducción, nudo y desenlace?
- Ronson es un libro que en gran medida es sobre la memoria. Es un relato sobre la infancia de un hombre maduro que recuerda esa infancia vivida en un pequeño pueblo. Pero, al mismo tiempo, también es un libro que trata sobre la propia memoria, que es algo que a mí me fascina mucho.
A no ser que uno se proponga y acepte, contar una historia de manera lineal, la memoria no es así como funciona. Muchas veces los recuerdos nos saltan en momentos inesperados, a veces recordamos un suceso y lo encadenamos con otro, pero que no tiene por qué ser, no tiene por qué haber una correlación temporal entre ambos sucesos.
La memoria al final se estructura como una especie de madeja, como un aparente caos, y yo quería, de algún modo, reflejar esto: la manera que a veces tenemos de recordar.. Quería reflejarlo en la estructura del libro y huir de esa linealidad.
Porque aparte también, Ronson parte del relato a mi padre, de las cosas que me contaba sobre su infancia. Y yo me di cuenta de que cuando él me contaba su infancia, rara vez lo hacía de forma lineal.
- El hecho de que el testimonio fuera el de tu padre y no el tuyo, pero a la vez fuera de una persona cercana y pudieras ser muy empático con lo que te contaba, ¿marca la distancia perfecta autor-personaje?
- Sí, hay una conexión directa, obviamente, porque lo que mi padre me relataba, y me interpelaba directamente, en tanto que tiene que ver con mi pasado familiar, con mi lugar de procedencia y demás. Pero al mismo tiempo había una cierta distancia con respecto a mis propias vivencias porque la infancia de mi padre transcurría en una época que es muy distinta a la actual y también muy distinta a la que vivía mi infancia en los años 90.
Entonces, había como ciertos momentos que me resultaban próximos y entrañables; pero otros muchos me sobrecogían. En el fondo, lo que he querido era ponerme la piel, precisamente, de alguien como mi padre (no deja de ser un relato de ficción). Quería ponerme en su piel, sencillamente, porque me parece que a veces me era difícil comprender. Esa inmersión en la historia, para mí es como una forma de saciar mi curiosidad con respecto a mis raíces.
Y también pensar en cómo habría sido yo, en cierto modo, si me hubiese nacido en otra época, Un autor tiene que hacer ese ejercicio de imaginación. No juzgar desde su propia personalidad, sino imaginar cómo se sienten otras personas,
- Por ahora estamos hablando de memoria personal, pero en este libro hay memoria personal y hay memoria histórica, ¿no? Es una cuestión inevitable porque el contexto en el que crece tu protagonista es el de una dictadura que cambió las relaciones sociales y con el entorno.
- Por un lado, una cosa que me maravillaba mucho de los recuerdos de mi padre era el detalle con el que recordaba ciertos aspectos que tenían mucho que ver para mí con lo sentimental. Pero muchas cosas que él me describía no eran tanto cosas que le hubiesen pasado a él, sino aquello que él contempló. Por ejemplo, pues cómo fue la llegada de la televisión al pueblo; o cómo era la mujer vista desde los ojos de un niño en la época, o con la incipiente adolescencia.
Todo eso, aunque sean cosas ligadas a su experiencia personal, creo que tiene mucho de memoria histórica, porque en el fondo lo que estás haciendo es el retrato de una época. Lo estás haciendo a través de los ojos de un personaje, pero por supuesto, mucha otra gente se va a sentir identificado, o de algún modo vas a capturar cierta realidad. A mí me interesa especialmente porque yo creo que la memoria histórica (en confrontación, digamos, con la historia oficial) no tiene tanto que ver con los grandes acontecimientos o nombres, sino con la experiencia cotidiana de las clases más humildes.
Y eso era lo que a mí me parecía también interesante del libro. Si hubiese hecho un ensayo sobre el periodo, seguramente no habría aportado nada. Pero es a través de la ficción y de la experiencia de gente de a pie, puedes capturar la sensación de estar vivo en un determinado periodo.
- Estamos viendo de cierta regresión, y se utiliza la nostalgia como arma para legitimarla. Todo viaje al pasado, a la vez, lleva implícito un posicionamiento la nostalgia. El tuyo está claro, que es de no caer en ella, pero cuéntame de qué manera existía el riesgo y cómo lo has ido esquivando.
- Para mí uno de los retos del libro era precisamente no edulcorar el pasado, no lavar convenientemente la imagen que tenemos para hacer que tenga un lustre que no tenía realmente. Efectivamente, mucha gente tiende a idealizar el pasado y hoy en día lo vemos en la política, sobre todo en los grupos más reaccionarios, que pretenden dar una imagen idílica del franquismo. Pero si eras una persona de clase trabajadora, si eras mujer, si pertenecías a cualquier minoría de las que consideramos hoy en día que habría que proteger, en aquella época vivías un infierno.
A mí me parecía que lo que tenía que hacer era principalmente evitar una visión, evitar cierto sentimentalismo, tanto en los temas abordados como también en la forma que yo tengo de aproximarme a ellos a través del dibujo. Entonces, yo elegí quizá un dibujo que es muy limpio, incluso aséptico, y una narrativa más bien distante con respecto a la materia para no condicionar demasiado las emociones del lector y, sobre todo, tratar los temas, aunque sean desagradables y dolorosos, con honestidad y de frente.
No me interesaba un relato visto desde la perspectiva de alguien de la época, sino desde alguien que ya ha pasado todo aquello. Y resultan muchas cosas muy duras y muy dolorosas, desde los abusos infantiles hasta el maltrato animal.
- Una de las cosas que queda clara en el libro es esta capacidad de, también por el propio contexto de la dictadura, esconder bajo la alfombra esas miserias que ya se sabían que no estaban bien. De esconder la crueldad y esa violencia que era igual de violenta antes que ahora.
- Sí, yo creo que lo más interesante a día de hoy de la memoria histórica, precisamente, es su capacidad para desenterrar todas esas historias que fueron silenciadas. A veces de forma muy evidente y muy deliberada, y otras, sencillamente la gente no hablaba por miedo o porque creen que su historia no merece ser contada,.
En aquella época, obviamente, sobre la mente de todo el mundo estaba este miedo, y yo creo que es un deber cívico de nuestra generación coger esas historias y contarlas. La libertad de la que gozamos hoy en día también implica una responsabilidad a la hora de contar todas estas historias.
- La novela podía ser en blanco y negro, pero es bicolor, en un tono así como ocre.
- La primera idea que yo tuve para hacer este libro era en blanco y negro, pero supongo que también tiene que ver con la imagen que tenemos en metal de este período, el color de las fotografías y gran parte del cine. Por inercia pensé así, pero luego, también por sugerencia de mi editor, me animé a probar otro color. Me pareció muy interesante el ocre sencillamente no era un color que hubiese sido utilizado previamente en ningún cómic, a menos que yo conozca. Y luego, yo quería buscar un color que, de algún modo, evocase el período en el que transcurre la historia. Y un paisaje así como de secano, también con mucho monte y demás, entonces creo que era un color que de algún modo encajaba.
Y también porque, en general, aunque tiene todos estos temas contenidos, visualmente yo considero que es un relato luminoso y el ocre potenciaba esa sensación de calidez y de luz.
- Hay viñetas-paisaje y viñetas-personajes, que vienen de lugares diferentes. También viñetas realistas y poéticas, que también conviven en la misma página siendo de distinta naturaleza. ¿Cómo te enfrentabas a cada una de ellas?
- Una de las cosas que me parecen muy interesantes del cómic es que puedes conjugar tanto una visión casi documental con otra mucho más subjetiva, onírica a veces, que refleje el mundo emocional del personaje.
Hay ciertos momentos de la historia en los que el relato se va más por lo descriptivo y el dibujo es mucho más naturalista, hay una gran construcción de los entornos… En esos casos, me esmeré mucho en documentarme y manejé muchísimo la documentación fotográfica para reconstruir los lugares, la arquitectura, la ropa de los personajes, el aspecto que tienen, etc.
Por otro lado, hay otros momentos en los que no hay una realidad objetiva, sino algo que el protagonista recuerda con mucho cariño y que casi tiene una especie de una escala mítica para él. En esos casos, los fondos se desdibujan o incluso llega a desaparecer, o aparecen esas siluetas en blanco y negro en la noche.
A mí me interesa mucho cómo el cómic pueda ser puramente descriptivo y experimental dentro de un mismo relato, y que todo tenga un sentido para contar aquello que yo quería contar. Así que, sencillamente, utilizo todas las herramientas que están a mi alcance.