ELCHE. El director de Sector Financiero de IE Business School, Manuel Romera, impartió el jueves una clase magistral en el salón de actos de la sede de Grupo Soledad, en Elche Parque Empresarial, ante más de un centenar de empresarios de la zona. En su ponencia, el prestigioso economista abordó la relación entre "Volatidad económica y riesgos políticos", para analizar cómo los acontecimientos políticos y económicos que se están produciendo durante 2017 están marcando las desviaciones en los mercados. Romera, experto en análisis contable y valoración de empresas, destaca por su profundo conocimiento en ingeniería financiera, ha tenido o tiene en su equipo al ministro de Economía, Luis de Guindos, al exministro socialista Jordi Sevilla y, desde hace tres meses, al responsable económico de Ciudadanos, Luis Garicano. Aprovechamos su visita a Elche para repasar con él los últimos acontecimientos políticos en España y en Alicante, y cómo han afectado a la economía.
-La primera pregunta, a tenor del tema de su clase magistral, es casi obligada. ¿Cómo está afectando la inestabilidad política por el procés a la economía catalana y a la del resto de España?
-Es una situación creada por la política que está teniendo nefastas consecuencias económicas, de las que casi nadie habla. Según los datos de AIReF, el Banco de España o la Unión Europea, la primera consecuencia negativa ha sido el empleo: se han creado 50.000 puestos de trabajo menos. Y nos va a costar 0,4 puntos de PIB en toda España, y 0,3 puntos adicionales en Cataluña. En el escenario más estresado, ese porcentaje en Cataluña podría llegar al 2,5%. Posiblemente la autonomía entre en recesión, y va a haber un incremento del paro clarísimo. Si siguiesen por esta derrota separatista, en dos años el paro de Cataluña se pondría a la altura de la media española. Inflación general, pérdida del poder adquisitivo...
-¿Y si finalmente se independizasen?
-Salir del euro tendría un coste enorme. Todas las agencias de calificación han dado a la deuda catalana el rating de especulación, con lo cual no podría emitir deuda, y si pudiese lo haría al doble del coste de la española. Sin entrar en política, es una situación kafkiana. Hay realidades económicas que no se pueden obviar: las más de 2.000 empresas que se han ido de Cataluña suponían el 30% de su PIB. Eso se va a notar muchísimo en las balanzas fiscales. Y, de hecho, el argumento de la balanza fiscal en el debate del modelo de financiación autonómica debería comenzar a ponerse en duda. ¿Cómo es posible que el sentido común sea el menos común de los sentidos en este asunto? De verdad le digo que creía que el nivel intelectual de la ciudadanía 'económica', lo que llamamos 'el bolsillo', era más alto. Creía que a los catalanes les importaba más el bolsillo que la identidad.
-El Banco Sabadell ha traslado su sede social a Alicante...
-Déjeme decirle, porque se ha destacado poco, que al margen de eso el traslado de la Oficina de la Presidencia a Madrid, anunciada por su consejero delegado en la presentación de resultados, supone el traslado de más de 100 personas, y que no son precisamente de las que cobran poco. Están Riesgos, el staff técnico, estructuras financieras realmente complejas... Y no es un caso aislado. Antes no se podía encontrar ni un despacho en Barcelona, ahora empiezan a verse vacíos. Esa es otra consecuencia, sobre el sector inmobiliario. Es como el Brexit pero a lo bestia. Y el comercio también lo va a notar, aunque no entiendo el boicot a los productos catalanes, porque quien lo practica se lo hace a sí mismo: el 80% de las manufacturas de Cataluña se compran en el resto de España. El boicot no es nada racional. El equilibrio entre el bolsillo y el corazón es complicado, quizá en las elecciones nos llevemos una sorpresa porque el voto es secreto. Puedes decirle a tus vecinos y amigos que vas a votar una cosa y luego hacer la contraria.
-Volviendo al traslado del Banco Sabadell a Alicante, y al de CaixaBank a València. ¿Qué supondrá para la Comunitat Valenciana? ¿Tendrá consecuencias prácticas?
-Bueno, es una oportunidad espectacular, y supongo que sus políticos estarán muy contentos. Para Alicante abre un campo nuevo, porque esta provincia no es especialmente exportadora. Suponen solo el 4 o 5% de su PIB, y en la balanza nacional importa el 1,8% y exporta el 1,2% del total. No es una típica provincia industrial. Así que debe buscar su modelo. Por ejemplo, el proyecto de zona franca que plantea Ineca es magnífico.
-Pues parece que ha quedado algo aparcado.
-Pues no debería. Es una oportunidad excepcional para crear hasta 80.000 puestos de trabajo. Aunque sin reunciar a lo que realmente es potente en Alicante, que es el turismo. Es la única provincia comparable a Baleares y Canarias en términos de turismo de playa. Y ha dado un acelerón, los datos del aeropuerto de El Altet son también espectaculares. Y una de cada cinco, ojo, el 20% de las viviendas que se venden a extranjeros es de Alicante. Son datos absolutamente espectaculares para una provincia cuya capital tiene 360.000 habitantes. Y creo que muchos alicantinos no son conscientes de ello. El turismo internacional tira muchísimo más que el nacional. Es curioso porque, como decía el secretario de Estado para la Marca España, Carlos Espinosa de los Monteros, España es el único país que se ve bastante mal a sí mismo y tiene una extraordinaria reputación exterior. Es la situación absolutamente opuesta a Grecia. Fíjese que de las 30 mayores cadenas hoteleras del mundo, 6 son españolas. No hay ningún otro país con tanta presencia en ese ranking. Y exportamos nuestro modelo: Palladium, la cadena de los Matutes, va a abrir un Ushuaïa en Cancún como el de Ibiza.
-Ha citado el turismo de playa como fuerte de Alicante. ¿Le falta quizá diversificar la oferta?
-Mire, en España el turista de playa gasta 1,3 veces lo que gasta de media el turista de playa en el resto del mundo. Es un modelo muy potente. Y además, yo no he visto sitio más bonito en mi vida que el entorno de la Isla de Tabarca. ¿Por qué no vas a aprovecharlo? Lo más llamativo es que aquí mucha gente no lo sabe.
-Antes decía que Alicante no es especialmente exportadora, a pesar de que tenemos radicados sectores como el calzado, el juguete, el mármol... ¿Qué cree que le falta a la industria alicantina para terminar de explotar?
-Creérselo. Las empresas de calzado de Elche tienen un éxito brutal desde siempre, pero siempre parece que les va mal. El mármol, si les escuchas, lleva en crisis 40 años... hombre, pues no. Parece que hay una tendencia a la venta 'en negativo' del propio empresariado. He visto cuentas de calzado aquí comparables a las mejores de Baleares, pero falta un poco más de venta de lo que haces. Es una cuestión de imagen. Las empresas de esta provincia tienen menos representatividad que volumen de facturación, quizá porque no se lo terminan de creer. De Torrevieja hasta Xàbia, que es el tramo de costa que recorro en vacaciones, no he visto nada igual. Pero la venta es malísima. Cuando hablas con un empresario alicantino desde el punto de vista financiero, lo primero que te cuenta es lo que le va mal.
-Usted se ha pronunciado en alguna ocasión sobre el modelo de financiación autonómica. En enero hay una reunión para abordar su cambio. ¿Cómo debería ser?
-Es complicado, hay que buscar equilibrios difíciles, porque además es necesario bajar el gasto público, en Sanidad, Educación... Las corporaciones locales, por ejemplo, han hecho un esfuerzo tremendo, son las que más cumplen. La deuda pública es un problema, tenemos que ver cómo reducirla para cumplir el plan de estabilidad de Bruselas. Eso no se soluciona con "y tú más". Por ejemplo, la intervención del Ayuntamiento de Madrid, si no era absolutamente necesaria, me parece un error. Y no soy sospechoso de ser de Podemos. Menos discusiones políticas y más ponerse de acuerdo para bajar el gasto y subir los ingresos. Y para subirlos, pensar en si queremos hacerlo subiendo impuestos o bajándolos.
-Volvamos al principio. Su conferencia se titula "Volatidad económica y riesgos políticos". ¿Hasta qué punto las decisiones políticas ahuyentan inversiones?
-Pues mire, como ejemplo, la deuda pública de Cataluña, Andalucía y Comunitat Valenciana es lo suficientemente elevada como para que los políticos tuviesen como única prioridad pensar en cómo reducirla. Luego, claro, el miedo [de los inversores] es libre. Déjeme insistir: el único objetivo es reducir el déficit, no entrar en el "y tú más". Imagínese lo que supondría para sus empresas que la deuda valenciana se equilibrase con la del resto de España. La Comunitat Valenciana, bien vendida, es un cohete.