Los ciudadanos de la Comunidad Valenciana nos encontramos dormidos en el ostracismo y desencantados con nuestra clase política. La Comunidad Valenciana siempre ha sido un territorio próspero, de oportunidades, generador de riqueza, de emprendimiento, con una sociedad civil talentosa y abierta. La Comunidad Valenciana era un territorio de luz y esperanza, como la luz del sol que nos ilumina los más de 300 días al año, pero por desgracia la Comunidad se encuentra a la sombra en estos últimos años por culpa de un establishment que tapona todo ese talento, generando un oscurantismo que al final solo logra generar desánimo entre la ciudadanía. Una clase política que nos ha llevado al descrédito por la corrupción, y también nos ha situado a la cola en oportunidades por la mala gestión.
Y es que la sombra de la corrupción ha sido sistemática, incluso sistémica en los años que estuvo el PP al frente de la Generalitat: de Emarsa a Brugal, pasando por la visita del PP, sin olvidar las mordidas en Haití y Nicaragua, y recalando en el caso Erial, sin pasar por alto obras faraónicas sin ningún destino final (casi 300 millones de euros invertidos en Ciudad de la Luz, tirados al cubo de la basura). No nos engañemos: Isabel Bonig es heredera de este desastre. Harían falta cientos de páginas para hacer acopio de todos los casos de corrupción en los que está salpicado el PPCV (hasta en la gestión del Instituto Valenciano de Arte Moderno, IVAM... no se libra ningún ámbito).
Y a la sentencia del caso Gürtel, hay que sumarle la supuesta financiación irregular del PSPV y del Bloc donde, incluso según parece se utilizaron las mismas empresas y el mismo modus operandi. O el caso Alquería... Corrupción de unos y otros que ha mancillado nuestra imagen a nivel nacional e incluso internacional (todos nos acordamos de como el New York Times nos ponía como ejemplo de lo que no hay que hacer). Y es que la corrupción no solo afecta a nuestra imagen, sino también a nuestras arcas públicas, pues según la investigación del ramal valenciano de la Gürtel, se estima que se perdieron al menos 120 millones de euros en contratos de dinero público. Un dinero que se hubiese podido destinar a cuestiones prioritarias como son la dependencia, suprimir barracones o simplemente reducir la carga fiscal de los ciudadanos para poder prosperar y alcanzar sus metas.
Estos años nos hemos topado con una clase política que ensombrece todo lo que toca. Ya no solo en el ámbito de la transparencia, sino de la gestión y del sentido común. Pues el gobierno del Botànic marchita todo lo que pueda florecer, pues su ideología sectaria no les deja ver más allá de sus propias sombras: esa falta de pragmatismo en sus ideales, les hace ser capaces de espantar el talento y las inversiones extranjeras, cosa que comprobamos con la célebre frase "Go Home" de Natxo Costa . Y es que todo lo que huele a actividad privada despierta sarpullidos o alergia en sus subconscientes, aunque el emprendimiento y esas inversiones supongan generar puestos de trabajo.
Llegando a ser contradictorios con el sentido común, pues dicen ser abiertos al mundo, quieren dar una apariencia de integración (el mantra de "rescatar a las personas") pero son incapaces de acoger inversiones o empresas por el hecho de ser extranjeras. Son proteccionistas selectivos. Por suerte los ciudadanos dentro de poco podrán también ser selectivos y tener la oportunidad podar el Gobierno del Botànic y decirles "Go Home" a ellos.
Pero la mala gestión del Consell no se queda solo en el ámbito económico, sino que llega a nuestras casas y afecta a nuestras libertades, como es el idioma y la identidad individual de cada uno. Pues dentro del Botànic está Compromís, que tiene una hoja de ruta para imponer el nacionalismo en nuestro territorio, como una nube que va tapando y ensombreciendo el territorio por donde pasa, poco a poco, pero sin pausa. Y si no hay un contraviento que desvíe o haga de dique de contención intelectual y políticamente, la nube acabará situándose encima de la Comunidad, como un enemigo invisible.
Sé que algunos nos tachan de alarmistas por advertir de que Compromís tiene claras intenciones de exportar el nacionalismo catalán a la Comunidad Valencia, porque lo hacen tan poco a poco que puede llegar a ser casi imperceptible, pero la realidad es que en Cataluña hicieron lo mismo, ir poco a poco, con una precisión de cirujano cosiendo redes clientelares, utilizando los fondos públicos para ello y sobre todo utilizando el lenguaje para confrontar. Y eso es lo que viene denunciando desde el minuto cero el candidato de Cs a la Presidencia de la Generalitat, Toni Cantó.
Todos los nacionalismos utilizan el idioma para llevar a cabo su proyecto, pues todos los nacionalismos saben que no hay mejor forma de dividir que con el idioma, con el idioma se construye y se reagrupa a las sociedades, pero también se fragmentan maliciosamente. Por ello por ejemplo cuesta que la Unión Europea esté cohesionada: por el auge exponencial de los nacionalismos pacatos, miopes, insolidarios y excluyentes. Que nadie se escandalice de que sea la extrema derecha flamenca uno de los principales fans de Puigdemont.
En Cataluña los nacionalistas fueron al paso de Luis Fonsi "Pasito a Pasito, suave suavecito" hasta llegar al punto de imponer una inmersión lingüística: y es que no hay mayor ataque a los derechos individuales que la imposición de una lengua. Buscando un orden social uniforme, orgánico y espiritualmente unificado para poder manejarlo a su antojo. Intentando crear un único modelo de sociedad, que es lo que busca el nacionalismo, aunque ello suponga quebrantar el derecho de libre elección por parte del individuo.
En la Comunidad Valenciana si les dejamos y nadie desvía esa "nube", acabaremos llegando a esa inmersión lingüística, pues ya han hecho varios amagos de ello con la imposición del valenciano como requisito para poder ejercer trabajos públicos (atentando contra la igualdad y espantando el talento) y han impuesto un modelo que ellos llaman trilingüismo, que realmente se debería llamar "valenciano con un poco de lo demás". Y lo más triste es que todo esto les ha servido para tapar lo importante, pues hay que recordar que en la oposición prometieron acabar con la emergencia social, y seguimos teniendo una lista enorme de dependencia y cada vez tenemos más niños estudiando en barracones. Al final la prioridad del nacionalismo es la que es.
Por ello es importante que sepamos contra que nos enfrentamos, una "nube" procedente de Cataluña que pretende ensombrecer nuestra maravillosa tierra, con el beneplácito de Ximo Puig y de un PSOE cómplice del nacionalismo excluyente (por mucho que doña Mónica Oltra intente tapar los desvaríos de sus socios necesarios del Bloc). Hay que combatir al nacionalismo políticamente e intelectualmente, pues para ganar en el terreno de las ideas previamente hay que ganar en el terreno del lenguaje. No puede ser que en pleno siglo XXI el nacionalismo sea visto como algo cool (a Podemos les está costando su propia ruina) o que trae progreso, pues avanzamos hacia un mundo cada vez más globalizado donde no hay fronteras ni aranceles.