La plaza de Los Luceros se ha convertido en un centro neurálgico de la vida alicantina. Por su superficie pasa el mayor volumen de vehículos que atraviesa la ciudad, muchos más de los razonables. Además, la plaza conecta y distribuye un amplio volumen de viajeras que tienen en la estación subterránea, y a la espera de que las obras lleguen hasta la estación de Renfe, su destino.
Una estación que fue inaugurada en 2010 en tiempos del imputado y nada honorable, ex president Camps. Coincidía con otro imputado, que fuera en aquellos años, presidente de la Diputación, el popular Joaquín Ripoll, famoso por su alto tren de vida sin sacar un euro del banco e involucrado, entre otros, en el caso Brugal; en la foto de la inauguración aparece también la inestimable Sonia Castedo, entonces presidenta de la Corporación Municipal. Todos del Partido Popular. Todos paseados por los banquillos, acusados de una batería de delitos propios de cargos públicos corruptos: cohecho, prevaricación, negociación prohibida, fraude, coacciones y tráfico de influencias
Volvamos a la plaza. A su superficie y a sus interioridades. Cincuenta millones de euros costó al erario público la obra que finalizó en 2010, levantada por EIGE, con el diseño del arquitecto alicantino Javier García Solera y encargada, ay, a la UTE FCC, que tiene como socio al alicantinísimo, salsa en un universo de imputaciones por corrupción en nuestro territorio, Enrique Ortiz.
Dijo entonces Camps, que se progresaba con la más alta tecnología, “con una inversión media anual de 100 millones de euros, “en tiempo y plazo al "TRAM-TRAM y no al tran-tran”. Demasiado intermediario, diría yo. Demasiado banquillo. Presupuesto público sin control. Y la casa sin barrer.
Luceros es la parada previa a la estación Central que se culminaría con la estación intermodal que diez años después sigue pendiente, en el reino de la provisionalidad, de la pésima gestión y el despilfarro. Provisional la estación del AVE, provisional, la estación de autobuses, inacabada la estación central del TRAM, pésimo servicio de cercanías, soterramiento de las vías o alejamiento aún en cuestión y a la espera de un nuevo pelotazo, ahora ADIF mediante. Alicante a escena.
No resulta esperanzador, ni confiables quienes prometen y no cumplen y dejan la ciudad descuartizada, inacabada, cubierta, a veces de papel de celofán de colores y con olor a pólvora y música enlatada. Lo más. Insensato, cutre, descorazonador. Y peligroso.
La avería que ha cerrado la plaza de los Luceros no tiene buena pinta. Una rotura que denota un problema estructural en un ascensor diseñado a desmano de quienes lo tienen que usar: personas con movilidad reducida, mayores, coches de bebes, sillas de ruedas ¿A qué genio se le ocurrió?
Una estación subterránea que sostiene un tráfico intenso y permanente. Y soporta cada año la explosión de kilos y kilos de pólvora que afecta a edificios colindantes y, por supuesto, a la fuente central. Grietas y filtraciones han sido reiteradamente reparadas, por cierto, la obra sigue en garantía hasta 2020, y las filtraciones recorren el túnel, camino del MARQ, en un territorio, además, afectado por aguas subterráneas.
¿Qué toca hacer? ¿Mirar hacia otro lado vestidos de saragüells?
Se ha mantenido continua reserva sobre los informes de la UA, de su departamento de Ingeniería Civil, que alertaban específicamente sobre los perjuicios de las mascletàs. Con datos a fecha de 2016, se avisaba del efecto de la vibración que podrían ir dañando la estructura, porque afecta no solo a la superficie si no también, al interior de la plaza. Las vibraciones, que exceden de los límites recomendados en diferentes estándares españoles y europeos, según los técnicos de la Universidad, se transmiten a través de la losa de hormigón armado.
La insensatez y la mediocridad son pésimas consejeras. No todo vale. Por la garantía de nuestras infraestructuras, por la calidad de los servicios públicos. Exijamos a cada administración y a cada empresa que cumpla con sus compromisos. Yo lo haré desde mi escaño en Les Corts. Toca que la constructora se haga cargo de la obra en garantía y de sus reparaciones. Toca defender nuestro patrimonio, la obra de Bañuls; nuestros edificios colindantes, toca garantizar la calidad del transporte y de la movilidad en la ciudad.
Toca irse de fiesta allá donde no dañemos nuestras infraestructuras.
* Llum Quiñonero es diputada por Podem en Les Corts Valencianes