SILLÓN OREJERO

'Los estratos': una chica rara, llena de complejos e inseguridades, pero muy valiente

La ganadora de un premio Eisner, Pénélope Bagieu ha recopilado en la obra Los Estratos una serie de vivencias que la marcaron cuando crecía como adolescente. Desde el drama por el tamaño de sus pechos, a su incapacidad para bailar, pasando por ser prácticamente invisible para el chico más popular y grunge de su instituto. Unas confesiones divertidas y reflexiones propias de quien enfila la crisis de los cuarenta

21/11/2022 - 

VALÈNCIA. Estoy muy sensibilizado con las problemáticas mundiales. Cada vez hay menos niños, muchas parejas prefieren no tener hijos. Es un drama. Algunas les sustituyen por mascotas. Hasta dónde hemos llegado a parar. ¿Supondrá esto el fin del mundo? Me siento desolado. Dicho esto, pasemos a otro tema, yo recogí dos gatos bebés de la calle hace catorce años. Les besaba en la boca todos los días. Tenían que haber visto las que liaban. Desgraciadamente, en esa época no había smartphones y no podía hacerles vídeos para engordar el único contenido de Internet que realmente ha merecido la pena. Como nómadas, vivimos en tres ciudades, en dos países. Siempre juntos, incluso por las noches. Dormían siempre en mi espalda o en mi culo o en el de mi pareja. Un día, uno empezó a toser. También a perder peso. Fuimos y volvimos al veterinario decenas de veces hasta que llegó el diagnóstico: cáncer. Estuvimos un par de semanas juntos, sabiendo que iba a morir, muy duras, y lo hizo porque le falló el corazón. No tuvimos que darle eutanasia. Aquello fue infame. De los días más dolorosos de mi vida. 

Esto que acabo de escribir en un párrafo, viene a ser lo mismo que hace Pénélope Bagieu en la primera historieta de su último cómic, Los estratos. En su caso fueron dos gatas. También estaban mal destetadas de su madre y por eso estaban siempre a su lado, succionándole cualquier pliegue de la camiseta como si fuera un pezón incluso en la edad adulta. A ella se le perdió una en el campo durante unas vacaciones y la otra, la que aguantó, se le murió con 19 años. Lo terrible es que le tuvo que dar eutanasia. Este breve relato son solo 16 páginas, pero para alguien que está destruyendo la civilización occidental con sus gatos, son muy emotivas. De reír y llorar al mismo tiempo. 

Quizá sea eso lo que hacemos cuando miramos al pasado más allá de los cuarenta. Ella misma lo ha descrito así, que su último cómic es como la consecuencia de sus crisis de la mediana edad. El título hace referencia a los estratos de la tierra, las capas sedimentadas por el paso del tiempo. Es cierto, llegados a esta etapa, que con suerte es la mitad de la vida, hay montones de recuerdos que no tienen por qué guardar relación entre sí, pero que han configurado tu personalidad. Cuando aprendes a acordarte de ellos solo con una sonrisa, en lugar de volver a angustiarte, ya se puede decir que has madurado o que te has perdonado a ti mismo la estupidez, lo que implica que ya no eres tan tonto porque algo has aprendido. 

Para Bagieu, el tamaño de su pecho fue una honda preocupación en la adolescencia. Le creció tarde y se sentía excluida del conjunto de la sociedad. El trauma fue todavía mayor cuando vio que a niñas más jóvenes que ella ya le había salido. Cuando por fin asomaron sus senos, se sintió validada por lo que llama UTF, Unión de Tíos de Francia. Aunque pocas viñetas después, un chico al que rechaza un Malibú en una discoteca mientras suena Freed from desire, le dice que en realidad no merece la pena porque tiene buen tipo pero que es fea. Un cambio de tornas. 

Tal vez por su edad y generación, fue cría en los 90, la autora no necesite convertir estas experiencias en una ficción moralizante para que tomemos conciencia de las problemáticas mundiales. Afortunadamente, no es el caso. La inteligencia del lector seguro que sabe situar lo abominable de la vida en cada detalle desagradable y al mismo tiempo reírse y disfrutar de un relato tan sincero. La protagonista quería tener un buen par de tetas "para entrar en el club de los populares". Es una historia que conmueve, aunque tal vez así expresada no logre cambiar la hegemonía política de un barrio de Madrid, pero el lector que sepa leer porque ya es mayor, al llegar al final de la obra, se podrá figurar la opinión de Bagieu sobre la popularidad del instituto. 

De hecho, eso mismo es lo que cuenta ella en las entrevistas, como en esta de Radio France donde ha explicado: "...en un momento hubo ese encuentro con la sociedad donde solo importaba mi apariencia física, donde potencialmente, en cualquier momento, podía ser atacada y donde hacían referencia a mi físico sin ninguna razón. Fue un shock y me hizo feminista". 

Ahora esta obra en la que habla de sí misma quiere que sirva a otras adolescentes para que entiendan que, móvil arriba, móvil abajo, todas al fin y al cabo pasan por lo mismo, que la vida no es tan distinta. Lo que no entiendo bien es la dificultad que sentía a la hora de revelar estas vivencias. No son especialmente duras, pero siempre hay algo que se nos escapa en la sensibilidad y el pudor de los demás. 

Personalmente, la historia que más me ha llegado es la de los fracasos deportivos y en el escenario cuando era niña. Cuando esquiaba, daban a los críos que aprendían a hacer la cuña una insignia, un copo de nieve, y a los más torpes, un osito. La pobre pensó que cuando le dieron ese galardón era porque lo había hecho todavía mejor. Tardó años en descubrir que era al revés. Igual que cuando le cambiaron un papel en una obra de teatro porque no sabía bailar. Parecen banalidades, pero quizá para ella no haya sido fácil enfrentarse a algo que tuvo que marcar sus seguridades e inseguridades el resto de su vida. Pese a todo, como en sus obras anteriores, las mejores cualidades de Bagieu son su inteligencia, su imaginación y su simpatía. Combinadas, hacen una lectura que no puede ser más estimulante. Al acabar, te gustaría que fuese tu amiga. No se puede pedir más a un cómic autobiográfico o confesional. 

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