el sur del sur / OPINIÓN

Los Gucci del PSPV

6/02/2022 - 

Hay momentos en la vida de los partidos encuentra el reflejo en los pasajes de la películas. No sé si Alejandro Soler pensará eso, después de que los últimos días haya notado cerca de su cogote el aliento de aquellos que no aceptan un cambio, máxime si viene avalados por la militancia, soberana en el PSPV y en el PSOE, con capacidad, por si alguien lo ha olvidado, de poder convocar unas primarias hasta un mismísimo alcalde, por inoportuno que sea el intento.

Aunque Soler ganó el pasado 16 de enero, se viene generando desde entonces un modesto pulso, que pone en cuestión sus primeras declaraciones, o intenciones, o que reproduce, de manera sorprendente, ajustes del pasado, inoportunos y desacertados, incluso de su ámbito más personal. Esto que ha sido un intercambio de tinta, más que otra cosa, se convertirá en breve en otro desafío en los procesos comarcales.

Ese ambientillo, con olor a revancha, se ha vivido este sábado en el congreso provincial del PSPV, aunque también tengo que decir que no era el mayoritario. Los ganadores eran más, y aplaudieron a rabiar, a su nueva ejecutiva, por muchos sillones vacíos que hubiera pasadas ya las 15 horas. La diferencia con otros cónclaves (los de la travesía en el desierto) es que esta vez el PSPV está en el poder, y hay como una especie de red que amortigua las derrotas internas. 

Y eso como dije hace semanas: aquí no ha habido discusión de liderazgos, ni se ha puesto en cuestión gobierno alguno. Más bien al contrario, se ha debatido de sacar más brillo a los que se gestiona hoy en día. Los frontman han tenido una actitud ejemplar. Comenzando por el ganador -sus palabras de ayer lo corroboran- pasando por la del contrincante -Toni Francés; me atrevería a decir que partidario de integrar con la oferta inicial que le trasladó Soler-  y acabando con la del president, Ximo Puig, con un discurso que puso el proyecto por encima de personalismos. 

Quizás debe ser esa estructural tribal que siempre ha anidado en el PSPV, de reino de taifas comarcales, y la falta de cultura de primarias cuando uno pierde pero pensaba que iba a ganar (veáse el caso andaluz). El aceptar que has perdido y que el otro te tiene que compensar con lo que representas. Tanto tiene tienes, tanto vales. Y si no me lo das, pues ya te buscaré (en otro proceso).  Desde hace varios procesos, incluido el que Puig venció a Rafa García por un exiguo 58%, el ganador ha tenido carta blanca para diseñar su equipo. Y la integración, si la ha habido, nunca (y repito nunca) ha sido el porcentaje de voto que tenía el perdedor. Miren si no la ejecutiva que hizo Puig en 2017, sin ningún sanchista, o como el propio José Chulvi y Alejandro Soler, tras el pacto de 2017, dejaron a Franco y a Rubén Alfaro fuera de todo protagonismo en un congreso diría más traumático para los perdedores de entonces.


Recuerdo todo esto porque a lo mejor hoy a lo mejor nos desayunamos con titulares como que Soler excluye a sus oponentes o la ejecutiva de Soler recibe menos apoyo que en las primarias. Bien. Como Puig en 2017 y en 2021, Soler ha hecho su equipo y trasladó una oferta de integración. ¿Suficiente? A tenor del resultado, no. Pero no porque no ha existido magnanimidad, que la ha habido, sino porque los egos de algunos tampoco lo han permitido. Querían las cuentas exactas, hasta el último céntimo.

Sobre todo de aquellos que se sienten los Guccis del PSPV, una especie de Aldo y Guccio que contemplan a la organización como algo propio, que se mueve como antaño, y que cualquier atisbo de cambio o imprevisto lo ven como una amenaza para su pequeño imperio. Miren qué curioso lo que ha pasado en este proceso: algunas partes del linaje, tan odiadas como prostituidas (interesadamente) en pro del bien común (incluso para la derrota) se han convertido esta semana en ejemplos a seguir, en un pantocrátor socialista, en pro de la verdad absoluta.

Y de ahí ese ambientillo, impulsado por los generadores de expectativas, de que Soler no va a tener ni un minuto de gloria. Sólo hay que ver cómo fue tratada este sábado la nueva vicesecretaria Sandra Martín por los que eran los suyos hasta hace unos minutos: insignificancia y ostracismo por haber dado el salto de dejar de ser una mujer florero (más) -como la trataban sus superiores- y haber asumido la invitación de participar en un proyecto diferente, eso sí, sin arrodillarse ante los Gucci. Cuando eso sucede, los porcentajes ya no importan. Dan vergüenza.

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