el sur del sur / OPINIÓN

Lo que queda del 15M

16/05/2021 - 

Se cumplen 10 años del 15M. Durante estos días, habrán leído muchos análisis y crónica de lo que fue aquello, que no fue otra cosa que un movimiento contra el bipartidismo, pero especialmente, contra el PSOE, que por aquel entonces -en mayo de 2011- ya contaba los días para dejar el poder, sobre pasado por las consecuencias económicas y sociales de la crisis económica de 2008. El ejecutivo de Rodríguez Zapatero agonizaba y no fue hasta unos meses después -tras un editorial de El País- en el que se vio obligado a convocar elecciones y por tanto, acelerar la llegada de Mariano Rajoy por mayoría absoluta.

Pese a haber nacido en 2011, el 15M no tuvo ningún impacto en las elecciones municipales ni generales de ese año. El PP llenó la mayoría de ayuntamientos y gobiernos autonómicos de mayorías absoluta. Es más, en el caso de la Comunitat Valenciana, el president Francisco Camps tuvo que dimitir después de revalidar el Gobierno por mayoría absoluta ante el escándalo del caso de los trajes, que fue el inicio de la múltiples causas del caso Gürtel

En Alicante, el 15M no fue excepcional a cualquier parte del país. Todas las tardes, la plaza de la Muntanyeta se llenaba de gente, decepcionada con muchas de las medidas del Gobierno de Zapatero -más pendiente de la Troika y de las autoridades de Bruselas- y del afán embargador de las entidades bancarias, insensibles ante las dificultades por las que atravesaban muchas familias a los que les habían vendido el futuro feliz con un crédito hipotecaria con el que se pagaron el piso, el coche o los muebles.

El 15M alicantino también desembocó en parte en Podemos. Su fuerza cristalizó en las elecciones de mayo de 2015, que posibilitó la llegada de los alcaldes del cambio -como en Zaragoza, València, Barcelona o Madrid- y fundamentalmente, en las generales de 2015 y 2016. La coalición entre Podemos, Compromís y EU superó en votos y -en 2016, también escaños- al PSPV-PSOE. Un hito electoral, desde luego.

El 15M fue un movimiento social contra los desmanes políticos y económicos del momento y focalizados en la falta de transparencia de los gobiernos; los desahucios de vivienda; el corte de suministros, y la necesidad de implantar subsidios o prestaciones básicas. Sus objetivos era muchos más amplios, y suponían aplicar una política de izquierdas mucho más ambiciosas, que con el paso del tiempo se ha demostrado muy difícil o complicada de instaurar. 

¿Qué ha sido del 15M, 10 años después? Pues el movimiento ciudadano del 15M deja una importante herencia, aunque su brazo político, Podemos, no pase por sus mejores momentos, sobre todo, con la salida de su líder, Pablo Iglesias. En el ámbito de la Comunitat, sirvió, además, para dar más visibilidad a otro movimiento, como la Primavera valenciana, quizás por ser una de las comunidades en las que más casos de corrupción se dieron y, al mismo tiempo, se vivió con mucha desesperación la caída del sistema financiero autonómico ligado a operaciones inmobiliarias fallidas.

Los ciudadanos debemos dar gracias al 15M. Gracias a él hoy hay mejores sistemas de transparencia en las administraciones; hay más sensibilidad hacia los desahucios -con la pandemia quedaron prohibidos- y existen elementos como la renta básica valenciana o el ingreso mínimo vital, impensables de ponerse en marcha hace años. En el caso de éste último elemento, aprobado por un amplio consenso.  Existe, por tanto, un amplio consenso en determinados asuntos y que se han implantado con vocación de permanecer: en la mayoría de los portales de las instituciones públicas -aunque no en todas- puedes ver en qué se gastan los recursos públicos; los contratos menores que hace o cómo ha sido la baremación en una contrata pública. También en Igualdad se han dado pasos muy importantes.

¿Qué al movimiento 15M le han quedado cosas por hacer o no ha alcanzado algunos objetivos prioritarios? Hay uno que es evidente: en materia de vivienda pública sigue estando casi por todo por hacer. Hace falta una apuesta decidida por la promoción de vivienda pública, en régimen de alquiler y en colaboración con la iniciativa privada. Y hasta que no se considere una emergencia social, como lo ha sido la climática o la de género, esto tiene pinta de ir para largo. Desgraciadamente. 

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