Si le dijera que he visto un cordero con dos cuerpos unidos con una sola cabeza, me miraría con incredulidad, seguro, y no le culpo porque parece imposible. Pero no lo es, ya se lo digo yo, lo he tenido delante de mí, ante mi asombro. Si le comentara que está en un museo en Alicante, aún me creería menos porque de ser cierto habría cola para ir a verlo, ¿a que sí? Pues mire, no le miento. Está en un museo privado que ya me llamaba gratamente la atención cuando era niño. Ya le he dado una pista. Pero no se apure, ahora se lo cuento.
Todo empezó en una noche de esas que mejor te quedas en casa a finales del siglo XIX. Una lluvia torrencial inundaba los campos, anegaba los caminos de tierra de la huerta de Orihuela, asustaba al ganado, … Y mantenía a raya a las alimañas, que siempre las ha habido y las habrá, esas fieras que están al acecho para sorprender a su presa en cualquier descuido.
Sólo quien no tiene más remedio sale en una noche como aquella. Y eso le ocurrió a quien ayudaba al veterinario, Marcial era su nombre. Maldita su suerte, pensaría después, nada hacía pensar lo que se le venía encima. Pero gracias a lo que pasó esa noche es recordado, si no quizá hubiera pasado por esta vida sin dejar recuerdo alguno a quienes no le conocían.
En un lugar remoto del campo, en un establo de la Finca Lo Pina, sita en la carretera que va de Orihuela a Benferri, una oveja berreaba desconsolada. Preocupado el tío Monserrate Pina porque era una de sus mejores ovejas y porque no paría a pesar de lo abultado de su vientre, llamó al veterinario y fue Marcial que, aunque no lo era, tenía maña en los partos difíciles. Predijo que la oveja tenía barriga para parir dos o tres crías. Y que, al salir la primera, la más difícil – y vaya si lo fue -, saldrían las demás con soltura. Ya verá que no fue como esperaba.
Finalmente, cuando el cordero empezó a sacar su cabecita del vientre de su madre, se quedó estancado. Los gritos de ella eran tremendos. De miedo, de dolor, de incertidumbre. No iba a ser un parto sencillo. La noche iba a ser larga.
Marcial cogió la cabecita del cordero tirando de él con suavidad sin conseguir sacarlo ante los gritos de la oveja y la desesperación del tío Monserrate. Varios fueron los intentos de Marcial. Poco a poco iba saliendo el cordero mientras pasaban las horas. Hasta que consiguió sacarlo tirando con fuerza, rodando todos por los suelos. ¿Qué todos, se estará preguntando? Marcial estaba eufórico, creía que habían nacido varios corderos a la vez. Pero en realidad solo era uno. Parecía enorme. Claro, eran casi dos, porque para sorpresa de todos nació un cordero con dos cuerpos y una cabeza.
En un charco de sangre, murió la madre. Su esfuerzo y dolores habían terminado con ella. Y había traído al mundo una criatura que no duraría mucho en seguirle sus pasos. Un drama para el ganadero, una pregunta que hacer a la ciencia.
Se corrió la voz por el pueblo y el establo del tío Monserrate se convirtió en lugar de peregrinación para ver a corderito tan raro. Su nacimiento llegó a oídos del Colegio de Santo Domingo donde se interesaron por ese animalillo. El Padre Micó solicitó a Manuel Abadía Fernández, cuñado de los jesuitas José (que fue fusilado años después por milicianos republicanos por llevar sotana) y Jesús Simón Cascales, para que fuese a interesarse por lo sucedido y se trajera al colegio semejante prodigio. Pagó al tío Monserrate los tres reales que le había abonado a Marcial por su servicio y algo más por el cordero de dos cuerpos y una cabeza. Un taxidermista lo disecó manifestando que tenía normales los aparatos circulatorio y digestivo.
Este corderito disecado tan singular era la joya del Museo de Ciencias Naturales que tenía el Colegio Santo Domingo, entonces regentado por los Jesuitas. Con la Exposición Universal de Barcelona (1888) unos jesuitas catalanes quisieron exponerlo allí para su admiración, pero fue desaconsejado por el tránsito por carretera a ciudad tan lejana. Sólo hizo un viaje, cuando el Colegio de los Jesuitas se trasladó de Orihuela a Alicante (1957) para ser el protagonista de otro Museo de Ciencias Naturales. Este es extraordinario. En él hay disecadas águilas, zorros, búhos… La sierra de Orihuela y la Serra Grosa de Alicante daban mucho de sí, estos animales campaban por allí en libertad hasta que el desarrollo urbanístico los espantó para siempre. También podemos ver una colección de mariposas, algunas de gran tamaño, además de minerales, piedras volcánicas, fósiles, … De esta tierra y de muy lejos, también donados por antiguos alumnos de Jesuitas.
De este corderillo de dos cuerpos y una cabeza me habló Maxi Caturla, quien fue presidente durante muchos años de la Asociación de Antiguos Alumnos de Jesuitas de Alicante, y sabe muchas cosas de este Colegio que ha ido aprendiendo a través de los sacerdotes y profesores que has pasado por allí y le han ido contando cosas, y por sí mismo como alumno. El, a su vez, me enseñó un artículo de 2007 de Pedro Gálvez Abadía, nieto de Manuel, que fue profesor del Colegio Santo Domingo de Orihuela y del Colegio Inmaculada PP. JJ. de Alicante, además de decano de este último, y que se refiere a este corderillo.
El Museo de Ciencias Naturales de los Jesuitas de Alicante lo conocía y guardo de él un gran recuerdo de mi infancia. Una tarde del pasado mes de agosto Maxi y yo fuimos a verlo. Allí, en la vitrina del museo mencionado, el corderillo nos observaba con la mirada perdida, quizá la que le quedó en aquella noche aciaga que vino al mundo en el que estuvo tan poco, pero que su cuerpo prodigio admiramos desde entonces.