Ya saben, las diputaciones son esas instituciones en las que las capitales de provincia que no son, a su vez, capital autonómica, gravita todo lo político. Y la de Alicante, especialymente, porque siempre se ha utilizado, antes y ahora también, como contrapeso de Valencia.
Tras el guerracivilismo popular, se situó a Luisa Pastor en la presidencia como comodín de aguas tranquilas en tiempos convulsos y para que se marcara distancias respecto a la etapa de José Joaquín Ripoll. En estas que aterrizó César Sánchez -la historia es de sobra conocida- y se ha topado, muy a su pesar, con un Gobierno valenciano que sí tenía una hoja de ruta para las diputaciones: elementos secundarios y siempre en cooperación con la Generalitat para evitar acciones duplicadas, bravuconadas políticas, o chiringuitos clientelares...
Sánchez llegó con aire fresco, pero ha acabando, o le han obligado, a hacer casi lo mismo que sus antecesores, con el atenuante de que no tiene mayoría absoluta y devuelve las pelotas gracias a un tránsfuga oportunista. Pleiteó como pudo el decreto de coordinación de política turística; tuvo que tragar con el plan XarxaLlibres y ahora tiene su última batalla con el plan de cooperación local, ese que debe dotar a los municipios de fondos para regularizar cuentas, acabar obras incompletas del Plan E o Plan C o solventar lo que la crisis no pudo.
Ya saben la historia porque la hemos contado aquí: el PP propone que le paguen, o le quiten, el gasto de los servicios sanitarios y que los asuma la Generalitat. Lo podrán hacer, o no, si hay voluntad política. Aquí lo que está en juego es saber si el PP, el PP de la minoría, está en disposición a prescindir de tres de sus chiringuitos (el Hogar Provincial, el centro Doctor Esquerdo, o el Instituto Pedro Herrero), donde reajusta a los perdedores de las elecciones, o se lo cede a la Conselleria de Sanidad del PSOE, que es una especie de Servef socialista. Esa es la gran batalla.
El fondo de cooperación se negociará y se pactará, pues César Sánchez no está en disposición, en tiempo de terciopelo marianista, de aplicar el rodillo y dejar a los 141 municipios de la provincia sin el dinero que sí tienen los vecinos. Y máxime, haciéndolo sólo con el voto del errante Fernando Sepulcre. He ahí la tesitura que se juega en estos momentos en la Diputación. Ceder en el fondo de cooperación y salir aplaudido en época de pactos (con un presupuesto aprobado ampliamente), o situarse en el centro de diana ética. Y el ejemplo de porque el escaparate es tan goloso, pese a que cueste 20 millones al año, es lo que sucede en la empresa pública Geonet, donde se han tenido que anular las pruebas de elección del nuevo gerente dos veces porque no hay fórmula jurídica de acomodar un concejal del PP de Altea.
Darle o devolverle a las competencias sanitarias a la Generalitat es como darle la razón con el decreto turístico.
El Instituto Valenciano de Finanzas ha vuelto a la actualidad con su papel de prescriptor en el pago de las multas de los equipos de fútbol a la Unión Europea. Su titular, Manuel Illueca, ha puesto la cosas en su sitio y ha dicho a todo aquel que le ha querido escuchar que hay que pagar, sí o sí. Hay quien hace caso, o hay quien esconde el muerto, porque también se le desmorona el negocio (las sobreactuaciones posteriores, como ha pasado con la CAM no suelen ser buenas consejeras para esta profesión). En Alicante, todo está sentenciado: vendrá una larga batalla judicial, pero aquí da la sensación de que se busca la justificación de un enemigo exterior para decir: señores, cerramos el tenderete y no pudimos hacer nada para salvar los 90 años de historia . De Elche, me sorprende el silencio de ahora de su alcalde y su equipo de gobierno cuando hubo mucho más prisa para enseñar el cartel de Exit a Diego García y su troupe. La situación es igual de complicada, pero al menos hay massa crítica detrás.
Y de Copea hemos de puntualizar, como bien me hizo el señor Manuel Illueca, que la decisión de embargar y no aceptar la dación en pago del centro de oficios a la patronal la dejó firmada el anterior Gobierno del PP. A Illueca sólo le reproché, con toda la buena intención del mundo, la poca agilidad política del Gobierno al que pertenece para buscar una solución política satisfactoria para todas las partes en el desenlace de la patronal. El Consell pudo elegir y, sinceramente, no quiso. Pues Alicante tendrá la patronal que hay, ni más ni menos.