Acabo de zamparme de una tacada Fragile, de Claude Desoruers, una serie que se exhibe en Filmin y que habla de las cosas importantes de la vida, básicamente el amor, el desamor, la amistad, la generosidad, la culpa y la capacidad del perdón como arma de construcción masiva. Fragile, que entronca con lo mejor del cine francófono de Canadá, de Xavier Dolam a Jean Marc Vallée, habla de lo cotidiano, de lo que a casi todos nos preocupa de verdad: la felicidad, ese limbo inalcanzable al que aspiramos de un modo u otro. De eso habla también la oscarizada Nomadland, de Chloé Zhao con una inmensa Francesc McDorman de protagonista. Lo cotidiano como discurso de vida. Lo cotidiano como importante. También la libertad. Sigo prefiriendo de la sorpresiva Zhao The Rider, un imenso poema sobre perdedores, o no-ganadores, con una sintaxis discursiva próxima a Vidas Rebeldes, del maestro John Huston, con una Marilyn Monroe del todo insólita. Tambien Clark Gable y Montgomery Clift. Perdedores; o ganadores, según se mire.
Y ahora resulta que acaban de estrenar en las salas de cine First Cow, de Kelly Richardt, que también va un poco de lo señalado: el valor de la amistad, de lo cotidiano, de la vida misma. De las utopías frustadas: “del boulevard de los sueños rotos”, como reinterpretó María Jiménez, con furia y garbo, el tema de Sabina. Firts Cow teje además, queriendo o sin querer, un contradiscurso, o discurso paralelo, a la sororidad femenina y feminista. También hay sororidad, hermanidad, no encuentro otro sinónimo, entre hombres [Firts Cow se puede ver en VOS en los cines Aana de Alicante los jueves]. Me gustanmucho ciertas producciones del llamado cine independiente en tanto en cuanto escarba en las venas y arterias de la condición humana sin grandilocuencias, como quien no quiere la cosa.Fragile, en este contexto, me ha eclipsado: porque habla del amor como sin querer, como de puntillas. Como de un pasaba por ahí….
Lo cotidiano, lo importante. Me pregunto en días grises y monotemáticos si los discursos públicos, los de los políticos y los de los medios, reparan en la cotidianeidad. En lo importante. Y todo, casi todo, me resulta banal: Pedro Sánchez quiere ejecutar unos indultos en aras, dice él, a un nuevo clima de concordia, aunque los indultados no se arrepienten de nada: volverían a hacerlo (transgredir el Estado de Derecho). La derecha mediática, Cayetana y Federico al frente, saca a pasear toda su bilis. Colón, las tres derechas y todo eso. El PSOE se hace un monumental lío por el radical desacuerdo de Felipe González, García Paje, Fernández Vara….y otros muchos entre los que no se encuentra por cierto Ximo Puig.
Parte del grueso de las advertencias de estos últimos es el temor a una estrategia errónea de Sánchez, también de Iván Redondo, el que se tiraría por un barranco con tal de defender al jefe, a que el PSOE pierda definitivamente el rumbo de la centralidad política y espante a los ya de por si espantados votantes de Cs, partido en extinción (4 millones de votos en las primeras elecciones generales de 2019). También dudan, ojo, estos socialistas recios de la ética y estética del presidente del Gobierno necesitado como está de un centro de gravedad permanente, ese radical alegato del músico/filósofo Franco Battiato contra la volatilidad de las cosas, contra el pensamiento líquido que formuló Zygmunt Bauman. Qué cosas: los modernos ochenteros festejaban, festejábamos, al poeta Battiato cuando algunos de sus temas eran precisamente un bombazo radical contra el pensamiento de quita y pon, contra las modas culturales de quita y pon. Extrapolemos el concepto: contra los indultos de quita y pon.
Y creo firmemente, antropología de urgencia, tal vez barata, no sé, que el común de los mortales estamos en lo cotidiano, en lo importante: salud, dinero y amor, la máxima filosófica que dictó Karina (y otros) en Tres Cosas hay en la Vida, sin tener que haber leído a Hegel (que yo tampoco lo he leído). Y creo que las elites, incluidas las extractivas, nos enloquecen a su conveniencia, incluidos unos indultos inconvenientes que ni nos van aportar más paz, ni más amor, ni más amistad, no porque lo diga el Supremo, que también, sino porque lo dice la lógica. A mí no me gusta que Oriol Junqueras esté en prisión. Por eso, entre el dictamen del Supremo, que no es vinculante, y la volatilidad pueril de Sánchez para asegurarse el apoyo de los partidos nacionalistas en esta legislatura hay un punto medio: que lo manden, a Oriol y al resto, a trabajos humanitarios en Sudán del Sur. Digo Sudán del Sur, digo Somalia, paradigmas de estados fallidos. Varios meses. No me cabe la menor duda de que volverían sabiendo matizar qué es importante, y qué es cotidiano (sustrato indispensable de lo importante).
Ya de regreso les inyectamos un ciclo/seminario de cine bueno de Quebec, Fragile, donde se habla de todo, de la vida, y donde no asoma por ninguna parte las aspiraciones independentistas de esta provincia francófona de Canadá. Quebec/Montreal. Los países somos nosotros, los que nadamos, buceamos, amamos y sufrimos en la cotidianeidad. Nosotros, los que sentimos una sana equidistancia, también cierta indiferencia, con los banderazos y con con las patrias.
Pone en valor haber dado el "primer paso" hacia la convivencia y que la "serenidad" se abre paso frente al "ruido" de la derecha