reflexionando en frío / OPINIÓN

Liberalismo responsable

1/11/2020 - 

Recuerdo cuando al principio de la pandemia, nada más empezar esta tormenta vírica eterna, escribí un artículo titulado A mi generación en el que reprochaba ciertas conductas desconsideradas por parte de mis correligionarios generacionales. Estaban los que manifestaban su indignación por el fin de la fiesta, los que criticaban la cancelación de las competiciones deportivas… Las protestas inundaban las redes sociales sustituyendo las aceras de las calles por los recovecos 2.0 de la red.

Pues bien, han pasado los meses, ocho llevamos ya escondiéndonos del virus -es imposible luchar contra él cuando ni los sanitarios cuentan con los medios necesarios ni existe una vacuna fiable con la que aplacar al enemigo-, y el mayor foco de actuación de la invisible amenaza se concentra en los círculos de las jodas juveniles. Ceremonias que continuarán, no como la que celebraba el quinto aniversario de El Español, que fue pública y notoria, pero si con premeditación en domicilios particulares que se estarán maquinando en el momento en el que usted lee estas líneas. El toque de queda decretado por el Gobierno -no quiero acordarme del neolenguaje imaginado por el gabinete de Sánchez con el que han bautizado a esta figura-, no es más que una excusa para que los juerguistas víricos cambien las terrazas por los sillones de sus casas.

La irresponsabilidad no tiene coto. Los rebeldes serán anárquicos, aunque se impongan medidas coercitivas a sus conductas. No creen en la realidad, esta que es regulada por las mismas normas que se saltan sin pestañear. Sería paradójico por su parte el acatamiento de la legislación sin creer en la nueva normalidad regida por esas prerrogativas. Algunos van a lo suyo confundiendo libertad con libertinaje. Ya escribí la semana pasada que el respeto se encuentra implícito en la soberanía. Decencia desconocida para algunos temerarios abstraídos de la existencia que ponen en peligro a sus mayores y a los perfiles de riesgo por pegarse una borrachera. Lo triste es que atisbas esos comportamientos en allegados que creías sensatos. Amigos que suben a redes sociales vídeos en una fiesta pro covid-19 y afines a la curva de contagios atusándose unos con otros siendo más numerosos de lo permitido no solo por la ley, sino por el sentido común.

Sensatez que verdaderamente representa el mejor dique de contención contra el coronavirus. Resulta curioso comprobar como algunos liberales hablan de emancipación a la par que cometen negligencias con su comportamiento. Si de verdad fueran tan defensores de la libertad como insinúan, creerían en el deber individual. Porque un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Compromiso condicionante de la potestad de todo ser emancipado. Libertad sin responsabilidad no es soberanía, sino libertinaje. Es cuando florece esa deformada manera de percibir la libertad cuando el Estado debe intervenir para poner barreras a un comportamiento temerario. Por eso veo acertada la medida del toque de queda. No estamos ante una coartación de las libertades, no, nos encontramos ante una consecuencia de la tosquedad egoísta de algunos.

Individualismo que lo pagamos todos. Desde un servidor hasta el hostelero que verá minada su caja no solo por la medida llevada a cabo sino por el miedo provocado por la decisión despótica necesaria. Los carteles de “Se vende” y “Se alquila” se suceden tanto como las jodas en las trincheras infinitas. Pasé el otro día por el centro comercial Gran Vía y me topé con tres locales contiguos cerrados a cal y canto. Como sigamos así va a morir más gente de hambre que por el virus… El otro día un buen amigo me preguntó sobre la posibilidad de que terminásemos conviviendo con cartillas de racionamiento al estilo de Venezuela. En el momento de soslayar esa hipótesis lo negué en rotundo, pero al pasear por la urbe viendo el panorama desangelado de comercios cerrados y negocios arruinados caí en la cuenta de que del mismo modo que se puede colapsar el sistema sanitario también existe la sospecha de que corra la misma suerte la estructura social y que no haya garantías suficientes para tanta vulnerabilidad.  

Estamos en un punto de la pandemia en el que, si no queremos que eso pase, debemos ser responsables desde nuestra propia individualidad tomando todas las prevenciones necesarias sin que el papá Estado tenga que ampararnos cuando empeore la situación. El gran poder que ostentan los ciudadanos libres implica una gran responsabilidad. Concienciación que es la única vacuna para el virus y la llave para no quedarnos confinados de nuevo.       

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