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Leonardo Padura: "La literatura no puede ser propaganda, y menos de un cuerpo represivo"

11/09/2022 - 

VALÈNCIA. Una de las novedades más esperadas de esta rentrée es Personas decentes, o lo que es igual, la décima novela de Leonardo Padura protagonizada por Mario Conde. En esa crónica de la Cuba del siglo XX y XXI que va tejiendo el personaje libro a libro, esta vez la narración se para en 2016, en el momento de la visita de Barack Obama a la isla, símbolo del acercamiento entre los dos países durante un corto periodo de la historia reciente. Padura teje un paralelismo con la Cuba de principios del siglo XX para hablar de un país que espera más de lo que el contexto va a acabar permitiendo, de las esperanzas, pero también de la decencia.

Sobre estos y otros temas charla Leonardo Padura con Culturplaza, aprovechando su visita a València para la presentación de su libro. 

- Es tu décima novela con Mario Conde como protagonista, ¿qué te permite, como escritor, poder desarrollar a lo largo de tantas libros un personaje como este?
- Este es un personaje que yo creé para una novela a finales del 89 que se publicó en México, en una pequeñita editorial de la Universidad de Guadalajara (Pasado Perfecto). Al terminarla, los ejemplares que pude tener se lo fui pasando algunos amigos, y la mayor opinión era que les había gustado el personaje de Mario Conde. Me di cuenta de que el personaje estaba vivo, de que ese personaje podía seguir, y decidí escribir una serie de cuatro novelas (El ciclo de las cuatro estaciones). 

El personaje de Mario Conde tenía que ser policía porque iba a investigar crímenes de sangre, y, por tanto, tenía que responder a ciertos códigos. Le di algunas características para que me funcionara en esa primera novela en la que él se adentra en una en una realidad difícil, desde el punto de vista de la oficialidad y del establishment cubano. Ya, a partir de la segunda novela, el personaje adquiere su dimensión, que es la que continúa hasta ahora. Mario Conde me ha servido para mirar la realidad cubana a través de su perspectiva, que es una perspectiva cercana a la mía, con unas experiencias vitales muy cercanas a las mías, viviendo en la misma realidad que vivo yo… Es lo que me ha permitido hacer esta crónica de la vida cubana.

A partir de la cuarta novela, deja la policía, y tuve que encontrarle un nuevo oficio. Lo puse a comprar y vender libros de segunda mano para tenerlo cerca de la calle y cerca de la literatura. Y desde entonces, voy buscando la justificación para que aborde una investigación criminal sin ser policía. Lo interesante es la capacidad de Mario Conde para repasar cada aspecto de la vida contemporánea cubana. En las primeras novelas tenía 35 años, y en esta ya 62; y eso me sirve para evacuar determinadas preocupaciones personales como el mismo paso del tiempo. Conde es un personaje cercano y útil.

Leonardo Padura. Foto: Jesús Hellín / Europa Press

- De esta respuesta me surgen dos preguntas. La primera tiene que ver con el hecho de que Mario Conde va sumando años. Permíteme la osadía de decir que tú también lo haces. Más allá de que sea o no tu alter ego, cuando echas la vista atrás y lees al primer Mario Conde, ¿también hay ahí otro Leonardo Padura?
-  Ha evolucionado todo: la realidad cubana, Mario Conde, yo mismo… Si se mantuviera todo desde una misma postura filosófica-social-existencial, pues sería muy raro, sería como una estatua. El personaje evoluciona porque mi mirada en la sociedad es la que evoluciona. 

- ¿Y cuál es esa evolución? Parece que, de normal, con la edad uno se vuelve más cínico.
- Conde es cada vez más pesimista. A diferencia de personajes como Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán, que es un exmilitante comunista desencantado, Conde no tiene ninguna militancia. Su mejor manera de valorar la realidad es desde el punto de vista de la ironía. Conde tiene ese escudo de la ironía porque no es tan agresiva y sí es muy defensivo. El cinismo es lo contrario. Y luego, tiene ese pesimismo, esa melancolía, esa nostalgia por un pasado que, de alguna manera, él idealiza, no solo por lo que ocurrió en el pasado, sino por lo que fue. Cuando tienes 60, por supuesto añoras la persona que fuiste 20 años atrás.

- ¿Qué te permite y qué te limita la distancia que tiene el personaje Mario Conde de la figura del detective, del trabajo policial?
- Desde que él era policía se muestra absolutamente heterodoxo. Mario Conde nunca hubiera podido ser un policía de la realidad: conoce poco de las técnicas de investigación criminal, de carácter científico, y es un personaje que funciona sobre su experiencia y la sensibilidad. Para mí es muy fácil mantener esa distancia porque, desde el principio, está concebido como un outsider de lo que pudiera un cuerpo policial. Mario Conde es un policía de la literatura y no un policía de la realidad. Y eso fue algo que, en un primer momento en Cuba, fue urticante: la novela policiaca cubana era promovida por el Ministerio de Interior y aspiraban a que fuera un instrumento de propaganda de la labor policial. La literatura no puede ser propaganda; mucho menos de un cuerpo armado y represivo. Al contrario, la literatura debe tener su espacio propio de desarrollo. 

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