VALÈNCIA. Si ya la pandemia era motivo suficiente de preocupación para los emprendedores con la brusca paralización de la economía, a las circunstancias tuvieron que sumar muchos de ellos actitudes inesperadas por parte de sus inversores, algunos de los cuales siguieron pidiendo cuentas como si nada ocurriese.
Fue entonces cuando algunos emprendedores pudieron comprobar la catadura real de aquellos que, en un momento determinado, apostaron con su dinero por el proyecto, en ese momento en standby. Los que pudieron, optaron por pivotar rápidamente para adaptarse a la situación, no siempre de forma acertada, otros pasaron directamente a meter la cabeza entre las manos o a pedir ayuda al psicólogo.
Aunque no se citen nombres el caso es real: una startup logró levantar una ronda de financiación superior a un millón de euros en plena pandemia. En esos momentos, era una suerte, pero lo que parecía motivo de celebración pasó a convertirse en un quebradero de cabeza cuando parte de los inversores iniciales se negaron a firmar los papeles requeridos por los nuevos inversores bloqueando así toda la operación. El problema se zanjó cediendo un porcentaje del 20% de la startup a unos inversores en principio muy minoritarios y con el CEO en el servicio de urgencias de un hospital con una crisis de ansiedad.
Obviamente, no todos corren la misma suerte y hay quien encuentra en el inversor un verdadero socio que, en lugar de estresar y presionar a los equipos, les deja conducirse de forma relajada. Otros, sin embargo, deberían replantearse el rol que representan en las empresas.
Matías Bonet, CEO de Smashforward y CTO de lemon.markets, lleva años vinculado al mundo de las startups en todas sus fases de crecimiento y facetas, desde emprendedor hasta mentor e inversor. Partiendo de la base de que el objetivo de cualquier inversor es obtener ganancias, entiende que hay prácticas que deberían desecharse.
Ejemplos tiene. Una de ellas es cuando los inversores deciden de la noche a la mañana retractarse del cierre de la operación con la due diligence ya hecha y el preacuerdo de capilatización firmado, algo que, en principio, sería ilegal porque el preacuerdo se entiende como documento vinculante. El problema es que la startup, en apuros económicos, no tiene tiempo para ponerse a litigar ni puede añadir gastos a su tesorería mermada, de manera que la reacción suele ser pasar página y seguir llamando a la puerta de nuevos inversores.
Otra práctica poco deseable es cuando el inversor tiene ya claro el proyecto emprendedor por el que se va a apostar, pero abren las puertas a otros proyectos similares. Acceden así a toda la información de los que pudieran erigirse en competencia con la excusa de evaluarlos cuando la intención real es obtener información privilegiada para que la empresa a invertir introduzca los cambios y mejoras pertinentes.
Cuando los emprendedores se saben víctimas de algunas de estas artimañas, normal que caigan en la desesperación. Pasan de un estado de exaltación a los infiernos, algo que tiene un coste emocional a veces demasiado alto.
El tema lo abordó Aquilino Peña, fundador de Kibo Ventures, gestor de capital riesgo en fases iniciales en la presentación oficial del proyecto Ancla Life, iniciativa puesta en marcha por el emprendedor Diego Ballesteros tras sufrir una depresión profunda.
“Creo que los inversores a veces podemos ser la causa de estas crisis y tenemos que entender que un equipo bueno no es un equipo tensionado, sino el que se mantiene tranquilo para pensar y reaccionar, el que tiene la mente clara, no el que se pone a correr una maratón sin haber dormido la noche anterior. Si estamos interiorizando el hecho de que hay que invertir en soluciones de impacto positivo, no podemos someter a los emprendedores a procesos tan diferentes”, dijo Peña.
Según el CEO, en Kibo Ventures realizan ahora test psicológicos a los equipos para identificar tensiones y “ver por dónde puede saltar la liebre en el futuro. Está siendo muy llamativo, pero creo que debería extenderse más para que los inversores nos sensibilizásemos con lo que los emprendedores no solo pasan, sino que lo normal es que lo pasen”.
Rafael Moya, CEO de Codify, fondo que invierte en proyectos cripto, sostiene por su parte, que el perfil de inversor en España no difiere del de otros países. “Te encuentras de todo. Al final, invertir es coger tu dinero y ponerlo a trabajar para obtener más dinero. En lugar de montar un negocio para obtener beneficios, inviertes. Son negocios distintos. El problema es cuando te metes en este mundo sin tener ni idea o cuando se trata de una especulación pura y dura en la que arrastras a una parte. Con ello, a veces sin darte cuanta, también sales perjudicado como inversor”.
La organización de Ancla Life tiene el foco en los emprendedores de alto impacto entendiendo por ello aquellas personas o equipos que acometen proyectos de rápido crecimiento en la nueva economía. Los estresores en este campo proceden de distintos frentes, algunos inevitables, pero otros se pueden controlar. Así que cuanto más sana sea la relación entre el emprendedor y el inversor, mejor para ambas partes.
No equivalen necesariamente a una simple orientación basada en las puntuaciones de los proveedores, que están escasamente correlacionadas