VALÈNCIA. Hace exactamente una semana, el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) imputaba a Mónica Oltra por obstaculizar la investigación de los abusos sexuales de su exmarido a una menor tutelada, con sospechas de ocultación y encubrimiento. La decisión, previsible y esperada, saltó a nivel nacional de una forma que no había hecho la causa judicial hasta la fecha. La trascendencia del asunto comenzaba a cobrar dimensiones importantes. Y en el Gobierno autonómico, no por presumible cayó mejor. Se veía venir un terremoto y así fue.
Todos estaban pendientes de qué ocurriría al día siguiente en la rueda de prensa posterior al pleno del Consell. Especialmente desde Presidencia de la Generalitat. Y ahí salió Oltra a proclamar que no dimitiría aunque acabara sentada en el banquillo y a criticar las resoluciones de los jueces y fiscales que se habían pronunciado sobre el asunto. Lo que ellos interpretaban como posibles delitos no tenía nada que ver con la verdad. Su verdad.
El PSPV abrigaba una tímida esperanza de que renunciara ese día, pero no sucedió. Y el tono de la comparecencia pública, a la defensiva, no agradó a muchos cargos del Consell. Las presiones para que se marchara ya habían empezado y fueron incrementándose con el paso de las horas. La destitución por parte de Ximo Puig comenzaba a estar encima de la mesa.
Llegó el sábado. Una jornada que, vista con la perspectiva de unos pocos días, ya es admitida como un error por parte de miembros de Compromís. La coalición celebraba un acto "lúdico-festivo" en el antiguo cauce del río Turia llamado 'Hacia el tercer Botànic'. El evento, programado con anterioridad a la imputación de Oltra, se convirtió en una especie de homenaje a ella. A su finalización, los saltos y bailes en el escenario de diversos cargos de la coalición coparon los medios nacionales. Y su lema, "si tocan a una nos tocan a todas", fue recibido con incomprensión en muchos círculos.
Hasta ese momento, la coalición se había mantenido unida en torno a Oltra, con declaraciones de apoyo y amenazas de ruptura del Botànic si Puig se planteaba cesarla. Las más taxativas en este sentido fueron las de la coportavoz del Bloc Àgueda Micó. Pero las fisuras no tardarían en llegar, tanto en público como en privado. Al igual que las conversaciones con la entonces vicepresidenta con personas de su confianza.
El primero en hablar fue Joan Ribó, una persona de peso en la coalición por el cargo que ocupa como alcalde de València. El lunes señaló que Oltra era "imprescindible", lo que "no evitaba que se pudieran tomar decisiones" en el seno de Compromís "en muchos sentidos". Un llamamiento claro a la reflexión interna sobre su salida. A él le siguió la consellera de Agricultura y miembro de Iniciativa, Mireia Mollà, quien dijo que era "tiempo de reflexión". Una voz también relevante puesto que durante muchos años, su familia –es hija de Pasqual Mollà– ha dirigido, junto a Oltra, este partido –que forma parte de la coalición– desde su creación. De hecho, la relación entre ambas, antaño muy cercana, no se encuentra en el mejor momento tras el congreso de este partido y la pérdida de poder de los Mollà.
En privado, había más voces que se mostraban preocupadas por la situación. Desde una parte de Més (antiguo Bloc) que no compartía la posición de Micó a alcaldes de municipios que temían que un atrincheramiento de Oltra les afectara en sus expectativas electorales y en sus gobiernos si se rompía el Botànic. Algunos consideraban, igualmente, que todo ello eclipsaba cualquier logro de gestión del Consell a menos de un año de las elecciones autonómicas.
En este contexto, al parecer Oltra entró en un período de reflexión. Algunas fuentes apuntan a que resultaron especialmente importantes varias conversaciones. Una de ellas con el exconseller de Transparencia Manuel Alcaraz, una persona cuya opinión siempre ha tenido muy en cuenta la exvicepresidenta.
A lo que se sumaba el ultimátum de Ximo Puig anunciado desde fuera y sin comunicarse directamente con ella, quien ya contemplaba cualquier opción como la ruptura del pacto y el adelanto electoral. Una maniobra que habría supuesto un gran problema para Compromís pero, realmente, también para el PSPV después de los resultados de las elecciones de Andalucía. La afirmación "no estoy para fiestas" del pasado lunes y las publicaciones en medios sobre los escenarios que ya meditaba Presidencia parece que influyeron en la determinación de Oltra.
Pero sin duda, el momento más determinante llegó en el mediodía del martes. La ejecutiva de Compromís se reunía a las 16.30 horas y estaba previsto que abordara la situación. La exvicepresidenta comunicó por la mañana que no acudiría para que se tomara cualquier decisión sobre ella con libertad. Pero al mediodía, según varias fuentes, mantuvo una comida en la que estuvieron presentes todos los portavoces de cada pata de Compromís: Joan Ribó, Àgueda Micó, Juan Ponce y Miquel Real, además de Alberto Ibáñez. Un encuentro en el que finalmente resolvió dar el paso al lado que poco después haría público en la sede del partido tras comunicarlo a la ejecutiva por sorpresa.
Otra de las cuestiones que podría haber pesado en la decisión es el desarrollo del procedimiento judicial. De un lado, Oltra pierde ahora la condición de aforada, de manera que su causa –que estaba en el TSJCV– volverá casi con toda probabilidad al juzgado de Instrucción número 15 de Valencia. Más allá de los tiempos de la investigación y cómo le beneficien o perjudiquen, gana una instancia judicial en el caso de que el magistrado decidiera abrirle juicio.
A ello se une que la práctica de diligencias continúa. Y precisamente ayer miércoles trascendía que la Policía había registrado la Conselleria de Igualdad para recabar el expediente que elaboró este departamento sobre el caso de los abusos. Un constante reflejo de cada actuación de la justicia en los medios sobre este asunto también habría sido difícil de llevar.