La sentencia del TSJ que valida la implantación de Medicina en la Universidad de Alicante (UA) acaba de nacer y ya es como la Enciclopedia Británica, las simas de Atapuerca o la serie de Los Simpson. En apenas catorce páginas resume la historia de la Humanidad y se anticipa a lo que ha de venir. También recuerda al combate entre Muhammad Ali y Sonny Liston en Maine en 1965, en la que se sacó una de las fotos más icónicas de la historia del deporte. Pero, aunque en los guantes de Ali también se escondía la evolución entera, entrar por esa vía sería desviarse demasiado. La sentencia, entonces. Ya saben, en 2022 el Consell de Botánic autoriza que la UA vuelva a impartir Medicina, la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche trata de frenarlo, el TSJ se lo impide y el campus ilicitano vuelve a la carga arremetiendo contra el decreto de implantación. Demanda a la Generalitat y a la universidad de San Vicente. Y el pasado lunes, después de meses de espera, por fin se difunde la deliberación de los magistrados. Vencedora, la UA por KO.
Lo habrán leído por aquí porque este periódico ha dado cumplida cuenta de la información desde que en agosto, Carlos Mazón y José Antonio Rovira lo pusieran todo patas arriba. Y también del dictamen judicial. Así que pasemos al texto en sí. El documento debería establecerse como lectura obligatoria entre los diputados del Congreso. Primero, porque en un párrafo la sala señala que “sin duda, el rendimiento y la calidad del servicio que deben garantizar las enseñanzas universitarias se puede ver comprometida con la creación de nuevos estudios de grado como el que quiere implantar la Universidad de Alicante en su mismo ámbito territorial de actuación, que le obliguen a tener que compartir infraestructuras o profesorado, o a llegar a disputarse alumnos o financiación para poder sostener sus medios o instrumentos educativos, puesto que de lo contrario con menores recursos económicos o alumnado sería imposible cumplir sus fines y objetivos de excelencia en la prestación de sus funciones y asistencias”. Y concluye con un remate glorioso: lo mismo pasó en el Tribunal Constitucional cuando “desestimó el recurso de inconstitucionalidad interpuesto contra la creación de la Universidad de Miguel Hernández”. Acción y reacción, según la tercera ley de Newton.
Me salto fundamentos de derecho, pero sigo. Una de las reclamaciones de la UMH era que la UA carecía de riñón para sacar adelante esta carrera. Sostienen los magistrados que sin pruebas que lo sustenten. Y aquí llega una lección que parece imprescindible en estos tiempos: “Hubiera sido sencillo y asequible indagar sobre el conocimiento de las fuentes de financiación de la nueva facultad a través de sus presupuestos debidamente aprobados, o de otros medios de prueba de fácil obtención”. Nada de supuestos, nada de bulos. Datos contrastados. El capítulo dedicado al testimonio presentado por el campus ilicitano que acaba dando la razón al alicantino es similar al de las entregas de cierto programa de televisión de lo paranormal que pretende darse pisto invitando a un científico que les rebate toda la escaleta, les anula todo el guion. También es significativo el momento en que los jueces afirman que “el hecho de que puedan existir recelos al respecto [del nuevo grado] por parte de determinados colectivos profesionales y del estudiantado no implica que tales intereses deban prevalecer sobre el general”, una frase de insoslayable aplicación en los nuevos tiempos de redes sociales.
Pero, para no alargar la cosa, centrémonos en el tuétano del fallo judicial. Tras exponer varios datos cuantificables, los magistrados concluyen que la implantación de Medicina en la UA “es necesaria”. Hacen falta médicos, la ratio de estudiantes de Medicina por ciudadano es ínfima en la provincia de Alicante, ambas universidades tienen lista de espera para llegar a enfundarse una bata blanca y la UMH no ha perdido un solo alumno. Se acabó la discusión. Dice Juan José Ruiz, rector de la UMH, que la sentencia es más política que jurídica. Y quizá tenga razón. Como en alguna entrada de la Británica, como en alguno de los suelos de Atapuerca, como en varios capítulos de Los Simpson, la sentencia del TSJ viene a recordarnos que las instituciones deben resolver los problemas globales, no a mantener bien limpio el patio de nuestra casa. Que es particular.
@Faroimpostor