VALÈNCIA. Cinco años hace que el Institut Valencià de Cultura (IVC) se recompuso con la renovación de sus direcciones adjuntas, tras un proceso que dio como seleccionados a Roberto García, director adjunto de Artes Escénicas; José Luis Moreno, director adjunto de Audiovisuales y Cinematografía; y Marga Landete, directora adjunta de Música y Cultura popular valenciana. Ahora, en apenas unos días, la Conselleria de Cultura deberá formalizar o no su renovación, algo que se podría dar por hecho teniendo en cuenta que una salida ahora supondría la apertura de un nuevo proceso de selección y dejar vacío uno de los despachos en un año clave para la recuperación de la cultura. Con todo, el despacho de Marzà está apurando hasta el último minuto para desvelar una decisión que marcará el futuro de una de las grandes instituciones culturales autonómicas, un espacio que ha avanzado mucho en estos años, aunque con cuentas pendientes todavía por atacar.
Jose Luis Moreno se puso al frente de un sector especialmente dependiente de la administración pública. Más además en ese 2016 en el que Canal 9 aún no había encontrado el reemplazo de À Punt. El audiovisual se encontraba en horas bajas. Y desde entonces, el viento ha parecido soplar, en mayor o en menor medida. En estos cinco años, la radiotelevisión ha completado las ayudas al audiovisual con la compra de derechos de películas, un impulso más para que la calidad de las producciones haya mejorado año a año. Se ha notado, por ejemplo, en el palmarés de los Premis Berlanga, que empezaron galardonando El desentierro y han acabado encumbrando una película de culto como es Espíritu Sagrado. La política de ayudas, que han aumentado notablemente, ha atraído —junto a la red de film offices montadas por los departamentos de turismo— grandes rodajes y proyectos de productoras no valencianas hasta la Comunitat, dinamizando sobre todo el sector services.
Hablando de los Premis Berlanga, otro de los hitos ha sido el de la creación de la Acadèmia Valenciana de l’Audiovisual, que se encuentra ahora en pleno proceso de relevo. El impulso de esta asociación viene a afianzar la idea de que el audiovisual está encontrando su lugar y quiere profesionalizarse y mirar más allá de la Comunitat. El reciente anuncio de la vuelta de La Ciudad de la Luz, el Spain Audiovisual Hub o el fondo de ayudas al audiovisual producido en lenguas cooficiales prevé un auténtico terremoto de oportunidades que habrá que gestionar en los próximos años.
Pero el IVC no solo tiene que servir a las empresas audiovisuales. Las sombras de la dirección adjunta es la sangrante falta de personal que sufre un organismo como La Filmoteca. Tal y como ha ido contando este diario, la interinidad y la falta de repuesto de plazas esenciales afecta a servicios básicos para la ciudadanía. Cinema Jove estrenó el año pasado, tras un lustro de una inestabilidad que le ha pasado factura, un nuevo modelo de gestión mediante una licitación. Carlos Madrid es el encargado de volver a encaminar el festival de cine de referencia de la Comunitat Valenciana.
La sección de artes escénicas ha sido, sin lugar a dudas, la más agitada en los últimos años. El enfrentamiento entre el sector y la dirección del Institut Valencià de Cultura (IVC) se hizo palpable especialmente en 2021, un año de protestas, comunicados críticos y desencuentros que marcaron la agenda cultural de la Conselleria. Encara 2022 con los ánimos algo más relajados, especialmente después de que se presentara el nuevo plan estratégico que contempla algunos cambios en las fórmulas de las subvenciones, entre las que se incluye el diseño de ayudas bianuales, un marco que dibuja una mejor relación con los profesionales del sector.
Uno de los puntos clave en la gestión ha sido la de dar la ansiada estabilidad a los principales festivales de artes escénicas gestionados desde el IVC, Dansa València y Sagunt a Escena. Fue hace un año cuando se confirmó a María José Mora y a Inma Expósito (Pro21 Cultural) como directoras de ambos festivales, además con un contrato que podría llegar a los cuatro años, acabando con las triquiñuelas de antaño para mantener un equipo directivo estable. También en el caso del Espai LaGranja que, a pesar de contar con recursos limitados, está viviendo un renacer de la mano de nuevo director, Guillermo Arazo.
La falta de trabajadores es una constante en la administración pública pero que tiene efectos muy reales, como la necesidad de externalizar servicios o la sobrecarga de trabajo entre los que están. El propio García ha reconocido en numerosas ocasiones esta realidad, que limita los proyectos a desarrollar. “Cuando yo llegué al IVC, heredamos una situación de precariedad absoluta que venía del famoso ERE y ha sido una rémora que no se ha solucionado y que depende de Función Pública, Hacienda y más. Yo llegué con ese problema y continuamos con este problema”, reiteraba durante una entrevista en 2020, apenas unos días antes de la declaración del estado de alarma. Precisamente la pandemia ha sido otra de la cuestión que irremediablemente ha marcado su mandato. La bajada de persiana de todos los espacios culturales y la limitación de aforo ha marcado una ‘nueva normalidad’ que ha afectado especialmente a las artes en vivo y en la que los teatros públicos han tenido que mantener el tipo para responder a la delicada salud de salas y compañías.
Otro de los grandes objetivos ha sido el impulso al Circuit Cultural Valencià, y vertebración del territorio, objetivos que se han alcanzado (aunque todavía con algunos peros), así como el impulso a los cástings abiertos. De su proyecto queda pendiente, entre otras cosas, la creación de un consejo asesor. Del mismo modo en que el resto de direcciones adjuntas, la de artes escénicas también ha impulsado -en este caso recuperado- su propia ceremonia de premios con el fin de dar una mayor visibilidad a la creación valenciana, también a través de la televisión pública.
La dirección adjunta de Marga Landete ha sido, tal vez, la más discreta. Y seguramente haya sido así porque su trabajo ha sido el de apoyar a los géneros más periféricos mientras Turismo se hacía cargo de los grandes festivales, atendidos bajo la marca Mediterranew Musix. La música no cuenta, a diferencia de las artes escénicas o la música con esa dependencia imprescindible de una única convocatoria para sobrevivir. Sí de los contratos de música en directo de diferentes organismos públicos. La etapa de Landete ha sido la de multiplicar las ventanas por las cuales poder impulsar una agenda descentralizada sonora y territorialmente, con el ciclo Sonora como gran referente de estos años. Por otra parte, finalmente Música Popular no se ha hecho cargo de Sona la Dipu. Del traspaso, que se anunció a bombo y platillo en 2019, ya nada se sabe y se da por amortizado.
Los premios Carles Santos o los diferentes conciertos-homenaje que se han ido celebrando han querido corregir la parcialidad de la programación en la etapa del gobierno del PP, en el que la música en valenciano y las voces progresistas tuvieron que montar un circuito autogestionado para poder actuar al margen de cualquier institución pública.
La dirección adjunta también se ha tenido que enfrentar a uno de los conflictos más crudos de esta nueva etapa del Institut Valencià de Cultura: el que afecta al Cor de la Generalitat. Tras tres décadas en fraude de ley, la plantilla de la formación —en su totalidad en situación de interinidad— ha visto sus puestos en peligro. Las protestas fueron escalando hasta terminar con una huelga (la primera que afectó a la programación de Les Arts) en verano de 2021. Si bien aún no se ha resuelto, la formación está a la espera de que se apruebe la Ley Iceta, que sería una salida conforme a las demandas del Cor.
La pandemia dejó al descubierto todas las vulnerabilidades del sector, que afectaba esencialmente a los propios músicos y a las salas de conciertos. Queda pendiente para los próximos años atender las demandas laborales y los problemas del sector con la administración, más allá de los festivales.