Las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) están a la vuelta de la esquina. Los municipios de más de 50.000 habitantes tienen la obligación legal de crearlas durante este 2023. Otra cosa es cómo su desarrollo. Por el momento, es gradual: hay ciudades que ya las tienen en marcha; otras, con primeras medidas, y una tercera fase, con todo por hacer. Lo que está claro es que es una regulación estatal, que viene emanada por la Unión Europea, y que acabarán poniéndose en marcha.
Aquí la gran duda que se avecina en los próximos meses es si esas Zonas de Bajas Emisiones generarán cierta tensión entre agentes y colectivos implicados y si esa tensión acabará en refriega política. También la ordenanza que las regula tiene incógnitas. Por el momento, Vox ya ha anunciado que las batallará, todo un aviso para futuras composiciones de gobiernos locales.
Pase lo que pase en la esfera política, lo que sí parece claro es que la aplicación de las Zonas de Bajas Emisiones no deja de ser un objetivo legal, que hay aplicar, insisto, pero que su grado de aceptación depende mucho de si los gobernantes locales han hecho los deberes a tiempo. Es decir, no se trata (o no debería ser) de un cambio radical; una zona acotada no se cierra al tráfico, o se cierra con condiciones de la noche a la mañana, sino que se trata de un proceso paulatino; de un conjunto de políticas, algunas de ellas financiadas con fondos europeos, y por tanto, de un proceso de concienciación ciudadana, y del resto de agentes implicados, para lograr una transformación en la movilidad.
Lo dicho, en esto hay varias velocidades. En la provincia de Alicante, por ejemplo, hay ocho ciudades obligadas a implantarla. Por el momento, las ciudades con más medidas implantadas son Alcoy y Benidorm; le seguirían Alicante y Elche. Del resto, hay menos medidas, o se conocen pocas.
Sea como fuera el proceso y la velocidad de cada cuál, lo que está claro -y así lo dicen los expertos- es que se trata de un proceso, que cuanto antes comienzas, más fácil se abre el camino. La prueba la tenemos en los procesos de peatonalización de calles del centro, que podríamos decir que es la antesala de las primeras medidas de las ZBE.
Comenzó Elche con La Corredora, que sufrió un antes y un después de las elecciones de 2019, y que ha vivido el despegue comercial de la calle tras la pandemia; Alcoy ha cumplido esta semana los dos años de implantar las primeras medidas de peatonalización; además de ganar espacios, ha reducido, y mucho las emisiones contaminantes. El de Alcoy es el proceso más avanzado, pues ya ha aplicado sanciones a aquellos que han accedido a las zonas restringidas sin el correspondiente permiso o etiqueta de circulación.
Benidorm también tiene zonas del centro de la ciudad muy avanzadas. El alcalde Toni Pérez lo ha explicado este jueves en un foro Edusi. Pérez expuso que la clave de la aceptación de las medidas ha sido el proceso de peatonalización y la determinación del equipo de gobierno.
Alicante estrena esta semana los primeros proyectos de peatonalización en la Avenida de la Constitución-Bailén y en breve lo hará en el Paseo de Canalejas.
La ciudad de Dénia, sin tener la obligación legal, también ha emprendido un amplio proyecto de peatonalización de su centro, que ya empezó hace muchos años cuando se cerraba al tráfico los fines de semana su arteria comercial, Marqués del Campo.
Es decir, en todos los casos, se trata de proyectos iniciados con anterioridad, de políticas de largo plazo, que es verdad que generan molestias al principio y en las que es muy importante el proceso de participación: el político debe convencer a vecinos y comerciantes y éstos al resto de sus asociados. Es verdad que nunca se satisfará a todos, pero lo que queda demostrado es que a la larga ganan todos, y gana la ciudad. Ejemplos de éxito hay de sobra. Pero lo dicho; no se trata sólo de cortar o restringir el tráfico de la noche a la mañana, sino de ofrecer una serie de alternativas para que esa transición del cambio genere la menores molestias posibles y las mayores beneficios. Muchos de los cambios económicos y sociales pasan por crear entornos amables: generan más oportunidades de negocio; atraen más turismo y ayudan a retener el talento. Ahora bien, el proceso es largo, y quién antes comience, y conciencie, más pronto tendrá los deberes (y las obligaciones) hechos. Desde luego, instrumentos no faltan: los fondos europeos están ahí para eso. No hay vuelta atrás. Lo de ir en coche a todos los sitios, y aparcar en la puerta, ya es (será) de otra época.