A principios de 2021 el Ayuntamiento de Alicante licitó una restauración integral del conjunto escultórico de Daniel Bañuls en Luceros por un importe próximo a los 400.000 euros. Se encargó la Concejalía de Infraestucturas que dirige José Ramón González (estimado). Se trata de una de las acometidas más importante que ha “padecido” el monumento desde que se inauguró en agosto de 1931, recién instaurada la Segunda República, aunque el encargo venía de antes, de la última Corporación de la Dictablanda. En medios especializados siempre se ha estimado que las esculturas de Bañuls se ejecutaron con bajo presupuesto y, en consecuencia, con una calidad en los materiales más que discutible si nos atuviéramos a los parámetros de hoy. Aún así el resultado fue espectacular: un conjunto bizarrro, con amplias referencias modernistas y apelaciones mitológicas. Nadie en Alicante pondría hoy en duda que la obra de Bañuls da sentido al centro de la ciudad, y a la ciudad misma, hasta convertirse en una de sus señas de identidad (manida expresión). Quien visita Alicante y no contemple la plaza de Los Luceros no ha visto nada.
400.000 euros. El conjunto escultórico se ha quedado fetén, con brillo y esplendor, tras aplicar las más modernas tecnologías de restauración. Hubo otra acometida de parecida envergadura, coordinada por Màrius Bevià, en 2006/2007, tras las obras de la estación del TRAM que se encuentra en el subsuelo de Luceros. Se desmontó todo, pieza a pieza, se rehabilitaron todos los elementos, y se volvió a montar en un trabajo extremadamente minucioso. Se expandió la sospecha de que algunas piezas se hicieron nuevas tomando como base los moldes: es legítimo aunque en materia de restauración hay teorías contrapuestas al respecto; incluso agrias controversias. Desde 2006 a Navidades de 2021, que es cuando se reinauguró el monumento, habían transcurrido 15 años hasta el punto de que su estado era francamente patético. No sé cuál sería el importe global si sumáramos todas las intervenciones restauradoras que se realizaron en las décadas del franquismo y con las corporaciones democráticas. Un potosí. O potosí y medio.
Técnicos altamente cualificados y profesores de ingeniería de la Universidad de Alicante han debatido sobre el impacto (negativo) de las mascletaes en el conjunto de Bañuls. Nadie, que yo sepa, ha hablado de impacto neutro y de ahí que desde unos años a esta parte se protejan con una especie de cajones aislantes los cuatro caballos mitológicos. Dentro de seis semanas, las esculturas volverán a temblar ( ¡y de qué modo¡) al calor de las mascletaes, igual que tiemblan todos los edificios de la plaza, sin que nadie se haya planteado resituar el festival pirotécnico, emblema ya de la Fiesta de Hogueras, en otro emplazamiento. Tanto solo el grupo municipal de Compromís, Natxo Bellido, insinuó con esta última intervención la idoneidad de la reubicación. Salió a relucir la plaza de La Estrella, entre El Corte Inglés y la Estación de Adif: un espacio infinitamente más diáfano que Luceros. Nadie le hizo caso a Bellido: ni el PSOE, Paco Sanguino, ni Unidas/Podemos, Xavi López. Cito a los grupos de oposición que son los que podían haber azuzado el debate. Voy a obviar el argumento, vacuo, de que a la izquierda se le presupone más sensibilidad en lo que concierne a la preservación del patrimonio: a días y a ratos. Y a nadie el en grupo de Gobierno, PP/Cs, se le ocurrió entrar en semejante jardín bajo la premisa esencialista de que las mascletaes en Luceros es un asunto sagrado. Ni tocarlo. Están en juego miles y miles de votos: piensan los unos y los otros. Y lo de más allá.
La celebración del concurso pirotécnico en Luceros no es una tradición. Se la inventó José Luis Lassaletta en 1988 con el apoyo de Conrado Albaladejo, al que luego fichó el PSOE, Ángel Luna, como concejal (lo mismo que hizo el PP con Nino Llorens y con Manuel Jiménez, uno de los guardianes mayores de las esencias). Y el invento fue rotando por distintas ubicaciones: La Rambla (un desaguisado), Alfonso el Sabio (por el Mercado Central), plaza del Mar, Campoamor (donde se sitúa ahora el ADDA).....Luceros (1990), Campoamor (91/92), y de nuevo Luceros, 1993: y ahí se quedó. Habrá quien estime que tres décadas fraguan una Tradición, con mayúscula: viscoso y discutible territorio. Pero es que ni siquiera las mascletaes sistematizadas y organizadas son tradición en Alicante: en las últimas décadas se celebraban en determinados barrios y de aquella manera. Lo que sí es tradición, ojo, son los petardos y las tracas en la Nit de Sant Joan, desde el siglo XIX que se sepa. Y el fuego; siempre.
En cualquier caso las tradiciones se cambian: de esta forma los quintos de Manganeses de la Polvorosa hace ya muchos años que no tiran la cabra desde el campanario. Y hace muchas décadas (1928) se impuso el peto para los caballos en las corridas de toros para que los pobres bichos no murieran desangrados, en vivo y en directo. Ejemplos extremos y demagógicos, lo sé: las esculturas de Bañuls son ante todo, y sobre todo, una obra de arte además de un hito en el diseño urbanístico del Alicante moderno.
Treinta años no justifican que volvamos al punto cero: a someter el precioso legado de Bañuls a un hiper-estrés del todo innecesario, cuando hay alternativas razonables en el centro. Me sorprende que nadie salvo Compromís,y alguna que otra plataforma más o menos marginal, haya alzado la voz contra esta especie de desaguisado. Más me sorprende que los artistas de Alicante, gestores culturales, críticos (salvo excepción) y una largo etcétera, incluyo a reputados arquitectos, no hayan dicho ni esta boca es mía. En realidad no me sorprende nada en estos tiempos tan esencialistas, tan rancios, tan estériles. Senyor piroténic pot començar la mascletà.