Vaya donde vaya siempre se encontrará una persona con un móvil en la mano sea para hacer una foto, para comprar o vender, usar la banca on line, chatear… Incluso para hablar. Qué ironía, como ha evolucionado el teléfono. Y entonces me pregunto, ¿cuál fue el origen del teléfono en Alicante, se lo ha preguntado alguna vez?
Ahora se lo cuento. Mire lo que escribió CGH en el periódico alicantino “EL Eco de la Provincia” el 12 de junio de 1883 en su artículo titulado “El Teléfono”. Manifestó que su uso “será universal por tratarse de un aparato sencillo y barato”. Fue un visionario, no cabe duda. Mencionaba, además, que se estaba implantando en algunos países europeos y destacaba que en Estados Unidos ya habían más de tres mil usuarios. Ya ve, llamaba la atención sobre ese artilugio que pronto daría mucho que hablar...
La primera línea telefónica instalada en Alicante fue la que se puso entre el Gobierno Militar y el Gobierno Civil el 8 de junio de 1884, con un coste de 827,25 pesetas que pagó la Diputación Provincial de Alicante. Era preciso una comunicación rápida entre ambos “poderes” por si era necesario controlar cualquier circunstancia que alterara el orden público. Las primeras líneas fueron de “punto a punto” entre instalaciones de la administración pública, como la mencionada, y entre oficinas de empresas como la que hizo la sociedad francesa Deutsch conectando la refinería de petróleo “La Británica”, instalada a los pies de la sierra Grosa a orillas del mar, y sus oficinas de la calle de la Princesa, nº 4.
Poco a poco fue calando en la sociedad la necesidad de este servicio. Y así se reflejó en la prensa local. Así “El Liberal” reclamó - como una necesidad urgente - la instalación de una red telefónica en Alicante para uso público y privado (12 mayo 1887). El periódico “La Unión Democrática” aún decía más cosas cuando, en su edición del 18 de mayo de 1887, manifestaba que para su instalación era necesario un mínimo de 50 abonados y animaba a acudir a la sede de la empresa del abogado y periodista Enrique María Ripoll y Montera, quien había conseguido la concesión del servicio urbano de Alicante. Esta red tenía una extensión de 10 kilómetros abarcando también a San Juan, Muchamiel y San Vicente. La cuota del servicio se pagaba por adelantado: 20 pesetas para los particulares y 50 pesetas para las empresas. Esa red se montó respaldada por el Real Decreto de 15 de junio de 1886. Según este, “los aparatos que cada abonado tendría a su disposición para comunicar con los demás son un transmisor microfónico sistema Ader, dos receptores sobrexcitado magnético del mismo sistema, un timbre avisador, pilas y accesorios”. En septiembre del mismo año se anunció que se daban clases gratuitas para mujeres con el fin de enseñarles a usar los aparatos de la central telefónica. Serían las primeras telefonistas de Alicante. El 1 de diciembre se estrenó la Central alicantina. Fue el principio de ese gran servicio que las “chicas del cable” dieron a la sociedad alicantina y una oportunidad para trabajar en un mercado laboral de entonces tan excluido para ellas.
Después de estos inicios vinieron otros emprendedores. Era un negocio boyante con mucho futuro. En 1889 la red eléctrica y su concesión fueron adquiridas por la Sociedad García y Villar de los alicantinos Ernesto Villar y Miralles y del abogado José García Soler.
A principios del siglo XX, la red telefónica de Alicante tenía 226 aparatos telefónicos, con una recaudación de 37.767 pesetas en el año 1900. Esta red pasó a propiedad del Estado (1907) al vencerse la concesión inicial, y se presentó una nueva adjudicación pública que consiguió José García Soler.
A mediados de 1908 la Compañía Peninsular de Teléfonos consiguió la construcción y explotación de la red interurbana de la zona sur. En ella estaba incluida Alicante. A partir de entonces ya se podían hacer conferencias y partes telefónicos con otras poblaciones españolas.
Los abonados crecían como la espuma, como diría aquél. En 1921 la provincia de Alicante tenía 2.191 abonados. En 1923 Alicante era la décima provincia con mayor número de abonados por delante de Valencia o Sevilla y por detrás de ciudades como Madrid, Barcelona, Santander y Zaragoza.
En 1924 se creó la Compañía Telefónica Nacional de España que, con contrato con el estado, consiguió el monopolio telefónico. Fue adquiriendo todas las concesiones por adquisición o por cese de actividad. Entre ellas, la Central Interurbana de Alicante que estaba en manos de la International Telephone and Telegraph Corporation (ITT) que la había adquirido a la Compañía Peninsular de Teléfonos. Por su parte, la Central Urbana de José García se integró en 1928.
El 14 de diciembre de 1929 desde la CTNE se solicitó permiso al Ayuntamiento de Alicante para iniciar las obras de un edificio de tres plantas en la Avenida Ruiz de Zorrilla, nº 10 (actual Avenida de la Constitución) para instalar sus oficinas y una nueva central automática con el sistema rotari 7B. El 27 de marzo de 1931 se puso en marcha esta central con 1.500 nuevas líneas instaladas, con posibilidades de ampliar a 4.000. A finales de 1931 Alicante tenía en servicio 1.381 líneas automáticas. En esa fecha la CTNE tenía otras 30 centrales automáticas para 157.468 líneas en servicio. Ese edifico de CTNE sigue existiendo y se usa por la heredera de aquel servicio telefónico en Alicante.
Ya ve, cómo evolucionan las empresas, aunque los edificios ahí permanecen callados e inmóviles, fieles testigos del devenir cotidiano, quedando entre sus muros el recuerdo de esas “chicas del cable” con las que evolucionó tanto el servicio telefónico. Hay muchas fotos en blanco y negro en donde podemos verlas orgullosas, mirando a la cámara. A su vez, hay una serie española de Netflix titulada “Las chicas del cable” dirigida por Ramón Campos e interpretada por Blanca Suárez, Maggie Civantos, Ana Fernández, Nadia de Santiago, Martín Rivas, Yon González… que recoge muy bien ese ambiente de una central telefónica en el Madrid de los años 20 hasta después de la guerra civil española. En la serie la mujer es protagonista de tan singular trabajo que se creó para ellas y con el que evolucionaron en sus reivindicaciones sociales, en sus relaciones familiares, en sus aspiraciones personales. Pues eso.