No sé que dictaminará en el futuro la justicia, pero lo que sí parece claro es que las ayudas directas de las diputaciones, ya sea nominativas o a través de un dedazo, han quedado retratadas. El auto judicial de un juzgado de Alicante que ha suspendido provisionalmente la inyección de manera directa -y asumiendo el 100% de la obra- de los 700.000 euros destinados a una pabellón polideportivo de Busot deja retratada una manera de hacer política. Sea en la Diputación de Alicante, como es el caso, o con un convenio singular, como al parecer se hace en la Diputación de Valencia.
Y dejan en evidencia una manera de hacer política, y mucho de los discursos de regeneración que oímos en los meses de junio y julio de 2015, con la entrada de nuevos alcaldes y presidente de la Diputación de Alicante. No. Las nuevas generaciones de votantes no entienden que se le dé dinero a un alcalde, municipio o asociación dinero por la cara. Lo haga César Sánchez, Jorge Rodríguez o Ximo Puig. Si la política ha generado fenómenos partidistas nuevas, a raíz de una profunda crisis económica, es porque han fallado la igualdad de oportunidades.
Y lo que ha hecho César Sánchez con el reparto selectivo de ayudas a los municipios de sus vicepresidentes -porque lo ha hecho para su municipio y para el de sus vicepresidentes, y no el de sus diputados rasos- no deja de ser un ejemplo de la vieja política. Y ojo, en ese vicio que es primar obras que no son estratégicas -en todo caso, se podría salvar la de La Nucía, que es para implementar sus modélicas instalaciones deportivas- también ha caído el PSPV, de ahí su silencio cómplice en esta trifulca que se ha montado. Por qué, sin ir más lejos, los ayuntamientos de Elche o Alcoy han recibido ayudas de este tipo, aunque se buscó una finalidad inicial que no ha dado sus frutos: y ese objetivo es que los socialistas, al menos, se abstuvieran en la aprobación de unos presupuestos, algo que no se ha dado.
Sólo Ciudadanos y Compromís, por razones muy diferentes, han puesto el grito en el cielo. Y el problema ahora no es revolverse contra la Diputación de València o la Generalitat Valenciana, como pretende el PP de Alicante, porque hagan algo parecido disfrazado a través de un convenio singular. El problema no son las ayudas directas o nominativas. Ese tipo de ayudas deben existir, pero su concesión deben estar justificada en la emergencia de acometer una obra o en lo estratégico de un proyecto. Aquí el problema han sido los destinatarios de las obras, sean del PP o del PSPV (a Compromís se le puso el caramelo en la boca para que picara, pero no lo hicieron). Es decir, las ayudas de la Diputación -al menos las de Alicante- se han dado casi más pensando en un reequilibrio político interno; rédito político partidista o para apagar fuegos de voces furibundas contra la gestión de la institución provincial respecto a una determinada ciudad. Estoy seguro que lo que se ha hecho en la Diputación de Valencia, que también se ha hecho, no debe distar mucho.
Posiblemente, los afectados no lo vean, como en su día los autores del plurilingüismo no lo vieron, lo peor de esto es caer en la venganza e intentar derrotar al oponente porque lo hace igual. Lo sensato -si es que queda sensatez en la política- sería establecer unos criterios para la concesión de ayudas a la carta: necesidad, urgencia, estrategia, oportunidad, originalidad del proyecto...Pero no. Todo sigue funcionando como antes: hay municipios que no huelen ni una obra en cuatro años -más allá de las que se reparten como financieramente sostenibles o las que aporta el Fondo de Cooperación Municipal- y encima deben soportar cómo se beneficia a determinados pueblos.
Más allá del ¡y tú más! que se suele reprochar en estos casos; es decir, que si también lo hace ésta diputación u otra, o el Gobierno valenciano de turno, visto el panorama de estos días, esta manera de actuar debería ser una lección para los que hasta ahora eran los partidos hegemónicos. Y en el contexto en el que nos encontramos, donde ahora todo parece que vira hacia el centro-derecha, debería ser un aviso al PP: Ciudadanos está ahí. Y discrepa. Repartir siempre conlleva riesgos, pero se puede hacer bien. Que cada uno actúe en consecuencia.