La Diputación de Alicante, en otros tiempos protagonista en muchos titulares, ha aprobado esta semana sus presupuestos para el año 2024. Son las cuentas más altas de su historia, con 334 millones de euros, con un 13% más que el año pasado, merced al aumento de la transferencia de recursos del Gobierno por el alza de la recaudación fiscal. El hecho en sí ya debería ser un motivo de alegría y de abordar nuevos proyectos, quizás más ambiciosos, pero a la institución, como quedó patente el martes en el debate entre los diferentes grupos políticos, no quiere que la molesten.
La elección de Toni Pérez y el perfil que ha adoptado el presidente de la institución durante este mandato ya es todo un síntoma de qué papel ha tenido hasta ahora. Se podría resumir con un No news, good news. Los diputados del equipo de gobierno del PP apenas tienen protagonismo. Quizás Juan de Dios Navarro, en Cultura, por la actividad que generan los diferentes entes culturales de la Diputación, y alguna que otra iniciativa del responsable de Fomento, Carlos Pastor. Poco más.
Es verdad que la Diputación debería tener un perfil bajo, siempre. Su prioridad debiera ser ayudar a los municipios más pequeños y luchar contra su principal objetivo, la despoblación. Quizás no inyectarles tanto dinero como les ofrecen —otro caso es que puedan después justificarlo o gastarlo por falta de medios—, sino ser más efectivos y mirar sus necesidades, y resolver sus problemas.
A falta de eso —-creí oír que la partida de lucha contra la despoblación tiene una consignación de 150.000 euros—, a la Diputación le salvaban los fastos de las exposiciones del Marq, la puesta en escena de Fitur o la apuesta por las etapas en la Vuelta Ciclista a España. Pero esas tres condiciones, me temo, que no se van a dar en este 2025.
¿Cuál es la razón de todo esto? No hay enemigo. Ya no está el Botànic en la Generalitat, por tanto, ya no hay a quien denunciar o criticar. Pero es que ni siquiera al Gobierno de Pedro Sánchez. Como mucho, la recurrente guerra del agua y el recorte del trasvase, pese a que en los últimos años se ha enviado más agua que nunca de la cuenca del Tajo.
Sin ir más lejos, el otro día, la vicepresidenta de Recursos Hídricos y portavoz del PP, Ana Serna, se quejó de que el Gobierno le hubiera transferido más dinero para este 2025; prefería tener menos dinero y pagar menos impuestos. No solo fue ese reproche. El PP no solo no estudió ninguna alegación de los partidos de la oposición, sino que les afeó -y en algún caso, les reprochó- la forma en que las habían presentado. Pues eso, que no quieren que les molesten, pues de haber voluntad (y empatía)... algo se hubiera resuelto.
Da igual que la ejecución presupuestaria de la institución sea la más baja de la historia; que exista un embudo en Infraestructuras con obras atascadas de 2014; que ahora se hayan dado cuenta de que falta por comprar una parcela de 700 metros para disponer del suelo para el Centro de Congresos de Elche; que los municipios pequeños estén desatendidos... La sensación es que todo lo hacen bien y que si encima alguien les reprocha algo, pues ese es el culpable. Mientras no se les moleste, no hace falta ni enemigo.
Y en este contexto de placidez y autoestima, el hecho de no poder hacer uso de los sobrantes del año pasado —-conla aplicación de las reglas fiscales— pues les ha generado otra molestia. Esos remanentes financiaban el bono-consumo a todos los municipios y el Plan + Cerca, una especie de fondo de cooperación para gastos no condicionados con los que los ayuntamientos solventaban pequeños imprevistos. ¿Hay alternativa? Nadie la sabe. Si alguien pregunta, a lo mejor les responden: "Por favor, no molesten". Me temo que el mandato se va a hacer largo.