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La política imposible de la mentira

29/09/2023 - 

En tránsito de investidura en investidura, de un candidato que lo es sin haber llegado a serlo a otro que sin serlo es el único posible, nos movemos estos días entre la vacuidad y la chulería como únicas ofertas en la política nacional. Qué buen momento para sacar a colación lo de que la política es eso que otros harán por ti si no lo haces tú.

Con el bloqueo tan evidente, los desencuentros tan egoístamente absolutos, y dependiendo de la ausencia total de capacidad de diálogo entre partes, lo que tenemos es que los legítimos adversarios en democracia, lo natural en un modelo de convivencia que respeta y garantiza la diferencia de opiniones, se convierten en enemigos irreconciliables al fragor de una batalla que, nos dicen, sólo puede tener un vencedor porque no hay lugar para armisticios. Hoy es una guerra incruenta, al menos físicamente, pero nuestra experiencia como país nos muestra ya cómo hemos solventado en algunas ocasiones debates similares.

Creo acertar si afirmo que cuando lean estas líneas habrá fracasado definitivamente la propuesta de Feijóo y se estará abriendo un nuevo tiempo de Sánchez con la ronda de consultas del Rey, a quien nadie asegurará en persona los apoyos que aquél afirma tener. Como tampoco nadie explicará a la máxima autoridad del Estado, símbolo de su unidad y continuidad, bajo qué condiciones o qué compromisos se alcanzará la mayoría de investidura en el Congreso de los Diputados. Ya se cocerá el potaje en los escaños… Pero aún sigo pensando que la atrocidad inconstitucional que el nacionalismo exige es hoy aún mayor que la ruindad de quienes con sus hechos desmienten sin reparo ni vergüenza alguna los mensajes y promesas por los que justamente se les eligió. Sigo, ya no sé si ingenuamente, confiando en que lo imposible no sucederá, hasta con el convencimiento de que ese frenazo puede ser para Sánchez y su PSOE su mejor baza electoral en enero.

Pero reconozcamos que la opereta no puede ser más bufa y que todos tienen su parte de responsabilidad: del PSOE poco nuevo se puede decir cuando asistimos al desmantelamiento del Estado por quienes hace solo un tiempo, el 27 de octubre de 2017, apoyaron decididamente con su voto en el Senado la aplicación en Cataluña del artículo 155 de la Constitución (Ander Gil, portavoz socialista en la Cámara Alta achacó entonces a Puigdemont la responsabilidad de su activación, mientras que Pedro Sánchez, desde la oposición, exponía por carta a los militantes socialistas que lo ocurrido entonces “constituye la inevitable respuesta a un intento inédito de romper la integridad del Estado"). Quienes se situaban al lado del que prometía traer al prófugo de vuelta a España para rendir cuentas ante la Justicia porque lo de Cataluña era “rebelión” (recuerden el “yo creo que lógicamente lo es”), hoy hacen arrodillarse al Estado ante Puigdemont y los suyos. Quienes, simplemente, apoyaron y votaron a un candidato que en campaña electoral prometía tipificar el delito de referéndum ilegal para terminar indultando a quienes organizaron uno, además de borrar del Código Penal la sedición, que es por lo que fueron condenados, aplauden amnistías imponiendo amnesias.

Si la mentira y la falta de palabra se ha convertido en norma, la política ha dejado de ser política. Y en ese mismo sumidero se halla quien de expresar compromisos firmes negando tajantemente determinados pactos de gobierno ha acabado, con nocturnidad, alevosía y, por qué no decirlo, bastante desvergüenza, rubricándolos. Así ha sucedido con populares y Vox en lugares como Murcia, Extremadura o Aragón. En la primera se pasó del “no voy a gobernar en coalición porque las coaliciones de gobierno son un engaño constante a los ciudadanos" de López Miras a dos consejerías y la vicepresidencia del Gobierno regional para Vox. En la segunda, el rechazo firme de Guardiola (“yo no puedo dejar entrar en Gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes están deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a una papelera la bandera LGTBI”) se convirtió en días en un abrazo fraternal con autoflagelación y reconocimiento explícito del engaño incluidos (“mi palabra no es tan importante como el futuro de Extremadura”). Y en Aragón, el mismo pacto que en Murcia tras lo dicho antes por Azcón (“Vox tiene que seguir en la oposición”).

Es, por ello, sorprendente el ataque furibundo a quienes insistimos en otra forma de hacer política: simplemente honesta y transparente, y, sobre todo, no desde pretendidas derechas o izquierdas como burdas posiciones estratégicas de uno contra otro, sino desde propuestas, seriedad y coherencia. Aquel ataque es el de quienes, como decía el dictador, sólo tienen un camino cuando están al borde del abismo: dar un paso adelante. Que no nos arrastren, siquiera por nuestra indiferencia.

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