VALÈNCIA. Desde principios de los setenta, puede que incluso antes, una serie de músicos buscaron renovar un lenguaje que parecía incapaz de romper sus propios esquemas. El rock tenía raíces afroamericanas, pero insistía en ser blanco. El rock era música de baile, pero el baile solamente era respetable si lo bailaban los amantes del rock. El rock era sinónimo de modernidad, pero miró con desprecio a quienes operaban con sintetizadores aludiendo que aquello no tenía alma ni requería demasiado talento. Entre todos los músicos anglosajones blancos había varios infiltrados que abogaban por otras posibilidades inteligentes de cambio y evolución. Si atendemos a la definición que Santayana tenía de la inteligencia, que según él era la capacidad para ver las cosas tal como son, es fácil identificar a Brian Eno como uno de los renovadores más importantes de los años setenta y principios de los ochenta. Un intruso, un estudiante de arte rebosante de ideas. Un analista trabajando en un campo tan lleno de posibilidades como la música rock, y, sin embargo, tan atascado, tan temeroso del riesgo. El género había asumido que bastaba con liberar mucha energía y mantener una supuesta imagen insurgente para que todo estuviera correcto. Sex Pistols y The Clash demostraron que, cuando se trata de cultura juvenil, no hay que dar por supuesto nada, sino todo lo contrario. Los jóvenes crecen se hacen adultos más rápido de lo que creen. Quienes llegan para sustituirles ya tienen otros gustos, otras necesidades.
En 1974, un año después de que abandonara Roxy Music, Eno publicó dos álbumes en menos de ocho meses, Here Come The Warm Jets y Taking Tiger Mountain (By Strategy). Ambos modifican los patrones del rock & roll aplicando planteamientos que consideran el estudio de grabación como un laboratorio artístico. Paralelamente a eso, Eno inicia una serie de investigaciones, nubes de sonido electrónico surcadas por la guitarra matemática de Robert Fripp, que conforman la base de la música ambiental que Eno desarrollará en solitario. En Another Green World (1975) la repetición y la yuxtaposición de capas de sonidos adquiere por primera vez un objetivo poético. La música que antes podía discurrir eternamente es editada y convertida en breves canciones; tanto las que son solamente instrumentales como las que cuenta con una con parte vocal suenan como acuarelas sonoras. Another Green World marcó un nuevo capítulo para Eno que tuvo su continuidad y también su final en diciembre de 1977, cuando apareció Before And After The Science. Junto con “I Feel Love”, Suicide y Never Mind The Bollocks, Here’s The Sex Pistols, uno de los discos que cambiaría el curso de la música popular.
Before And After The Science fue una propuesta planteada en unos tiempos marcados por los giros y eso también lo convierte en un disco crucial. Aborda el rock con una nueva mentalidad, bien porque el autor lo construye con elementos ajenos a su léxico habitual –la música africana, el funk, la electrónica-, bien porque lo ejecuta con la misma apremiante necesidad que las nuevas bandas que empezaban a darse a conocer a ambos lados del Atlántico. Lo tangible y lo etéreo se encuentran y se muestran el camino mutuamente. Eno recurre aquí a una estrategia similar a la de Bowie en Low –disco en cuya fabricación él también resultó ser una pieza fundamental-, aparecido en enero de ese mismo año. Los temas vocales, más rítmicos y gozosos, ocupan casi la totalidad de la primera cara del vinilo. Los temas más contemplativos aguardan al otro lado, empapados de minimalismo. Eno distorsiona el rock en “King´s Lead Hat”, que da continuidad al caos que practicaba en sus álbumes de 1974. Se aproxima a la esencia del pop en “Backwater” y lo viste con arreglos sintéticos que emulan a los vientos del soul. El Kurt de “Kurt’s Rejoinder” es Kurt Schwitters, poeta dadaísta que escribía versos con palabras sin sentido, priorizando la fonética sobre el significado. El ritmo sobre el que cabalga la canción anticipa el funk blanco con aliento africano que hará destacar sus futuras producciones para Talking Heads –cuyo anagrama, Kings Lead Hat fue el punto de partida para “King’s Lead Hat”-. Esa misma variedad de funk, cerebral y a la vez sofocante, define “No One Receiving”, que abre el disco y cuyo estribillo repite marcado por redobles sintéticos: “In these metal ways / In these metal days” (En estos días de metal / En estos caminos de metal). En 1977, Eno diseña esquemas que redefinirán la música pop.
Aunque ya había iniciado este camino con su disco anterior, es con Before And After The Science -que en algún momento de este mes de diciembre ha cumplido o cumplirá 45 años-, con el que Eno deja de ser el profesor de las teorías de laboratorio para convertirse en un poeta de la tecnología. Con sus instrumentos electrónicos, Kraftwerk yuxtaponían emoción y frialdad, hacían belleza a partir de la repetición y la perfección. Eno, inspirado en las enseñanzas obtenidas tras sus colaboraciones con los alemanes Harmonia –siempre hay alguien que lo hizo antes- se esmera en extraer turbación de la abstracción. Crea una serie de acuarelas sonoras cuyas pinceladas son también los haikus que él mismo canta. No hay narración, solamente bocetos intimistas en temas como “Julie With...”, “Spider And I” y la insuperable “By This River”, donde participan Moebius y Roedelius. Cielos y ríos, océanos y noches, magos y reyes, silencios y olas, barcos y arañas. La melancolía que conduce el segundo tramo del disco a su final no volverá a materializarse en canciones hasta pasados unos lustros. En los años posteriores, Eno cultivará la música ambiental y usará sus tubos de ensayo en las producciones que haga para otros artistas. Sus cuatro álbumes de canciones de los años setenta son indispensable, pero probablemente, fuese con Before And After The Science que alcanzó su cima. Por su vocación poética, por poner la vanguardia al servicio de la canción pop y su ambición por inyectarle sonidos que, a partir de entonces, ya no pertenecerían únicamente a los ensayos sobre el futuro.