VALÈNCIA. Más desapercibidos, escondidos tras el conteo diario de los indicadores más básicos de la pandemia, los pilares económicos, habitacionales o médicos que sustentan la calidad de vida de las personas también se han debilitado por el efecto del coronavirus. Ocurre así en el conjunto de España, aunque el retroceso cobra especial relevancia en aquellas regiones que, como la Comunitat, tienen sus índices en un nivel de alerta superior al de la media estatal. Allí, por lo general, esta crisis ha devuelto varios años atrás a la calidad de vida, pero en algunos casos la regresión va más allá.
Así se desprende de la última recopilación de los indicadores de calidad de vida publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) este miércoles, que evalúa el “progreso social y económico” del país. No es de extrañar, en este sentido, que uno de los parámetros que más se haya resentido sea el sanitario, que recoge no solo una caída de la esperanza de vida, sino también que la valenciana fue la autonomía donde más personas no accedieron a cuidados médicos pese a necesitarlo. En total, un 3,6 % de la población dejó de hacerlo de frente al 0,2 % de 2019, su registro más elevado desde 2016.
Gran parte de quienes decidieron no buscar asistencia apuntan a causas como el miedo a los hospitales y las pruebas, la preferencia por esperar a que el problema mejore o la falta de tiempo. Una pequeña parte, en cambio, asegura que sus motivos están más bien ligados a las listas de espera, la lejanía a los centros médicos o el coste de los servicios, por lo que el coronavirus podría estar estrechamente ligado a este incremento. Por detrás de la Comunitat, Cataluña (2,7 %), Madrid (2,7 %) y Canarias (2,6 %) arrojan también porcentajes elevados, pero en ninguna creció tanto respecto al ejercicio anterior. La valenciana, además, es la cuarta región donde más personas creen que su salud es mala o muy mala.
Al margen del apartado sanitario, muchos de los indicadores que miden la calidad de vida están estrechamente vinculados a la economía. Uno de los más relevantes quizás sea el porcentaje de la población en riesgo de pobreza, que en territorio valenciano creció cerca de un punto en 2020. El registro se ubica así tres puntos por encima de la media estatal, aunque por debajo de otras siete ciudades y comunidades autónomas. Aun así, sí se observa un retroceso más acentuado en otros índices que al final repercuten en el nivel económico, como la carencia material, que evalúa si las personas pueden permitirse determinados bienes que se desea poseer para alcanzar un estándar de vida adecuado.
El INE contabiliza hasta nueve ítems “necesarios” para “un nivel adecuado de vida”, entre los que se encuentran disponer de teléfono, automóvil, lavadora o televisor, permitirse una temperatura adecuada en el hogar o tener la posibilidad de comer carne o pescado al menos cada dos días. En la Comunitat, un 11,5 % de la población carecía de al menos cuatro de esos nueve elementos en 2020, lo que se considera como carencia material severa. Es el segundo porcentaje más alto del país solo por detrás del arrojado por Melilla, y supone además su valor más alto desde el inicio de la serie en 2004. Habría que remontarse a 2014, cuando se marcó un 11,3 %, para encontrar un dato al menos similar.
En relación a este último indicador, el INE revela que para un 10,6 % de los valencianos la vivienda supondría una carga económica elevada que se llevaría al menos el 40 % de su renta disponible, sin contar subvenciones. Es un registro que solo empeoran tres regiones, como son las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla y Canarias. En las últimas semanas, además, medidores como este han ganado protagonismo después de que, a falta de conocer el borrador de la norma, la futura ley en materia de vivienda contemple introducir un condicionante relacionado con la renta para considerar una zona como ‘tensionada’.
Esta situación habitacional habría provocado también que en 2020 creciera el número de habitantes de la Comunitat Valenciana con dificultades para llegar a fin de mes. Tras mantenerse desde 2018 en el 6,7 % de la población, el pasado año el porcentaje aumentó hasta superar 10 %, lo que significa que al menos uno de cada diez valencianos pasaría ahora este tipo de apuro económico. La autonomía valenciana, de nuevo por encima del dato medio estatal, es la quinta región con el registro más elevado tras Melilla, Canarias, Andalucía y Extremadura.
Como ocurre con otros de los indicadores que se contemplan en las mediciones de calidad de vida del INE, muchas de las comunidades que presentan más problemas de este tipo están en el sur del país, mientras que en el norte suelen encontrarse valores más contenidos. Con todo, hay algún componente, como el volumen de personas que habita viviendas con problemas estructurales o de falta de espacio, en el que la Comunitat Valenciana sí está por debajo de la media estatal, aunque sigue evidenciándose un incremento respecto a 2019. Faltará por ver si, tras los peores momentos de la pandemia, la tendencia al alza se revierte con la misma rapidez.