Ya llevamos dos meses confinados desde que el pasado 14 de marzo se declarara el estado de alarma. Han sido dos meses donde hemos tenido que enfrentarnos a una situación nueva y desconocida, que nos ha hecho, y nos está haciendo vivir momentos muy duros. Esta crisis sanitaria no tiene precedentes. Las dolorosas imágenes que se agolpan en nuestra mente no nos hacen dudar de su crueldad, ya que nos priva de lo más preciado del ser humano, su vida.
El confinamiento nos está poniendo a prueba, sacando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Sin embargo, podemos dar gracias porque hay muchos que no lo pueden contar, y, otros se juegan la vida día a día por nosotros. Ha cambiado completamente nuestra existencia. El aislamiento social que estamos padeciendo ha hecho que aprendamos a convivir con hasta ahora una desconocida: la soledad. Soledad que, tal y como dijo Federico García Lorca “es la gran talladora del espíritu”, ya que nos puede servir para conocernos mejor y meditar sobre lo que queremos.
Pues parece ser que no está siendo así. Desde que se declarara el estado de alarma, la soledad y el aislamiento está aumentando paulatinamente nuestra irritabilidad. Existe una relación inversamente proporcional entre la disminución de los efectos de la pandemia y nuestro desasosiego, que se está traduciendo en una confrontación entre los que disfrutan de opiniones diferentes ¿Desde cuándo opinar diferente ha sido un problema?
Estamos inmersos en un proceso de confrontación permanente. Y, como buenos españoles, defendemos vehementemente nuestras opiniones hasta la extenuación. Pero, últimamente, cuando pensamos que tenemos la razón, que suele ser siempre, la justificamos gritando más fuerte o descalificando a nuestro interlocutor. Lo importante no son los argumentos que esgrimamos para defenderla sino gesticular más y alzar la voz más alto ¿Alguna vez hemos tenido una discusión y hemos finalizado dándole la razón a nuestro adversario? Ciertamente, he de reconocer que me ha hecho ser consciente de una cara que desconocía, tanto de mis conocidos como de mí mismo.
Pero ¿qué esperamos?, tenemos un espejo donde mirarnos. Precisamente, quienes deben dar ejemplo, nuestros dirigentes, están haciendo todo lo contrario. Si esta legislatura ya empezó con un nivel de crispación elevado, se están superando. Durante esta pandemia, nos hemos acostumbrado a que cualquier noticia relacionada con la covid-19 sea el detonante de críticas a favor y en contra, respondiendo con salidas de tono, insultos, descalificaciones y mentiras que, en algunos casos han rozado lo vergonzoso. De la noche a la mañana nos hemos convertido en economistas, juristas, graduados sociales, médicos, virólogos, profesores, psicólogos… Tal y como dijo Antonio Machado, “si cada español hablase de lo que entiende, y de nada más, habría un gran silencio que podríamos aprovechar para el estudio”.
Precisamente, cuando debemos estar más unidos es cuando menos lo estamos. De esta crisis no se saldrá criticando y echando la culpa a los demás. No debemos aceptar que nos tienen que resolvernos los problemas. También depende de nuestro comportamiento. Se saldrá si todos ponemos de nuestra parte. “Qué fácil resulta ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”. En estos momentos, tal y como afirmó J.F. Kennedy en su discurso de investidura “No preguntes qué puede hacer tu país por ti, sino qué puedes hacer tú por tu país”.
Es imprescindible que tengamos un comportamiento cívico. Aunque la mayoría lo está teniendo, una minoría, no cumple. Durante este período hemos observado, tanto en nuestra provincia como en el territorio nacional, constantes incumplimientos de las medidas de prevención dictadas. Podemos o no estar de acuerdo, pero tenemos que cumplir. Algunos de estos comportamientos han sido inconcebibles y rozan la inconsciencia. Desde que comenzó el estado de alarma, según el Ministerio del Interior, el número de propuestas de sanción rozan el millón, habiéndose producido ocho mil detenciones.
Con el grandísimo esfuerzo que está costando salir de esta situación, el comportamiento incívico puede echarlo al traste. Cada relajación que se nos concede en el estado de alarma es respondida con un aluvión de comportamientos incívicos. El paseo de nuestros mayores, la salida de los menores, hacer deporte y pasear, los pasos a la Fase I…, han venido acompañados de imágenes increíbles. No debemos levantar la guardia. Los pequeños pasos que estamos dando hacia adelante no deben hacernos pensar que ya está conseguido. El camino por recorrer aún es muy largo, y el comportamiento incívico de unos pocos nos hará retroceder. Y el retroceso supone la pérdida de vidas. Salvaguardar las vidas está por encima de todo lo demás. No debe anteponerse ni supeditarse a otros intereses, que, aunque sean lícitos e importantes, no pueden prevalecer.
Tengamos claro que esto será una carrera de fondo. Cualquier crisis: energética, climática, medioambiental, política, territorial... y sanitaria, como la que estamos sufriendo, va acompañada de una crisis económica. Sin habernos recuperado de la crisis del 2008, vamos a tener que afrontar la derivada del parón en la actividad a nivel mundial. Crisis que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), tendrá un impacto superior a la del 2008. Ahora bien, mientras que la crisis del 2008 nos la ganamos a pulso, la crisis que se avecina no se nos puede achacar. El organismo prevé que en 2020 el Producto Interior Bruto (PIB) de España caerá un 8% y el paro rozará el 21%. Peor son aún son las previsiones del Banco de España, quien indica que el retroceso del PIB podría alcanzar el 12,4% y la tasa de paro incrementarse hasta un 21,7%. Por su parte, el déficit y la deuda pública llegaría, respectivamente, del 11% y el 122,3% del PIB.
En el caso de la Comunidad Valenciana, según el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), la dependencia del sector servicios, fundamentalmente el turismo y su tejido empresarial en el que todavía predominan más PYMES y micro empresas hará que el PIB se contraería entre el 4,8% y el 9%, produciéndose una caída del empleo entre el 3,7% y el 5,4%.
Preocupante, muy preocupante. Pero esto es otra historia. En primer lugar, debemos tener la seguridad de que la pandemia se ha controlado, y después irá lo demás. Cualquier error tendrá consecuencias irreversibles. Lo único que no se puede recuperar es la vida. Un retroceso no haría más que agravar la situación sanitaria y económica de nuestro país. Y aquí, es donde todos debemos arrimar el hombro. Si no somos solidarios, si no intentamos beneficiarnos de esta situación adversa y no asignamos eficientemente los fondos destinados a suplir las consecuencias de la pandemia, esta crisis tendrá efectos más virulentos y con una duración temporal mayor. Cuando superemos esta crisis, que se superará, habrá tiempo suficiente para poner a cada uno en su sitio. Para finalizar quisiera recordar al malogrado poeta oriolano Miguel Hernández “El odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza”.