el sur del sur / OPINIÓN

La UA rompe su guión

6/12/2020 - 

La Universidad de Alicante rompe el guión: por primera vez en la historia habrá una rectora, Amparo Navarro, y, además, la titular del cargo viene sin aval de su predecesor, ni de las vacas sagradas del campus. O no de todas. Es verdad que Manuel Palomar no hizo ninguna manifestación expresa de respaldo hacia ninguno de los dos candidatos, pero está claro que el actual equipo -del que la propia Amparo Navarro formaba parte- trabajaba para que las elecciones las ganase José Cabezuelo y había movido los hilos para ello. Pero el voto oculto les sorprendió a todos ellos.

Y vistos los últimos episodios de elección de cargos, incluidos los universitarios, cuando las estructuras de una organización se alinean con un candidato, lo que se consigue más bien es debilitarlo. Salvando las distancias, pasó hace unas semanas en el campus de la UPV en Alcoy, en las que Pau Bernabeu con un mensaje de cuestionamiento de todas las estructuras en esa esfera, se impuso a Juan Ignacio Torregrosa, hasta ahora director y con todas las papeletas para seguir otro mandato más. No hace falta que hablemos de la política: Pablo Casado o Pedro Sánchez no partían como favoritos, pero acabaron venciendo y liderando sus organizaciones.

En el caso de la Universidad de Alicante, el trasfondo ha sido otro. La pandemia se ha convertido en un elemento esencial para que todo se haya cuestionado, y ahí es donde Amparo Navarro ha sido moverse bien y pescar en ese caldo de cultivo adverso que se había generado en torno a la  gestión de la Covid: Palomar estaba en la puerta de salida y tuvo que volver a entrar a tomar decisiones que acabaron siendo muy cuestionadas. Navarro ha recabado ese apoyo aunque los intereses de esos votos sean muy diferentes, y a veces contradictorios. Y además lo ha hecho con una retahíla de promesas que veremos si es capaz de cumplir. 

A Amparo Navarro no hay explicarle nada. Ha sido muchos años establishment y sabe de la dimensión y trascendencia de la institución que va a dirigir. Y del buen legado que deja Manuel Palomar, sólo empañado la amnésica gestión que le generó su dejà vu en forma de puerta giratoria. Quizás el despecho político le hizo correr demasiado.

Y lo dicho, Palomar hizo una magnífica gestión hasta febrero de 2020. Se va con el puñal clavado de no haber podido conseguir que los suyos (si, los suyos) le devolvieran el desquite que le generó el PP de Eduardo Zaplana con la escisión de Medicina para crear la Universidad de Elche, hoy Universidad Miguel Hernández, hace más de 20 años. Los detalles forman parte de un magnífico reportaje que la periodista Sonia Marco escribió para la Revista Plaza. Aunque trascendieron después muchas razones, nunca supimos de verdad cuál fue el verdadero motivo que generó el desquite entre Ximo Puig y Manuel Palomar.


Y más allá de todo ello, Navarro tomará los mandos de una institución que Palomar deja siendo la entidad que más consenso genera en la provincia de Alicante, mejor implantada territorialmente y con un mensaje inequívoco como elemento de transformación de la sociedad a la que sirve (otro debate sería si el sistema universitario en general lo está consiguiendo) y, al mismo tiempo, como principal aval a la hora de analizar, proteger y conservar las señas de identidad de la provincia de Alicante y, por extensión, de la Comunitat Valenciana. En la UA no se discute ni el modelo, ni las lenguas que se deben usar ni cuál es el objetivo final. Y que eso mismo lo puede defender en Pego, Orihuela, Villena o Muro de Alcoy sin que nadie se lo cuestione. Su marca es lo suficientemente grande y genera tanto consenso social que podría instalarse en Ontinyent o Gandia, y posiblemente sin generar ningún conflicto. No lo hace porque esas plazas ya tienen titulares, pero sí que es verdad que la UA tiene proyecto (Alcoy) y proyecta otros (Dénia) con el fin de captar mercado que no pueden absorber otros campus.

Para mi ese es el principal legado que deja o dejará Palomar: supo leer el territorio y ofrecerle lo que demanda, más allá de intereses partidistas y sin variar la identidad de la casa. Otra cosa, ya más discutible, es si Palomar le ha sacado todo el juego al talento que tiene la UA o si ha logrado retener o atraer nuevos imputs lo que pudieran dar un plus de calidad al campus de San Vicente.  Y sí, lo del grado de Medicina estaba justificado, debía solicitarlo y tramitarlo (ojo, la petición no ha sido rechazada de momento) porque había demanda para ello. Y la pandemia lo ha demostrado. Pero oscuros intereses políticos se lo han tumbado. 

Y con todo ello, Navarro tiene la oportunidad de mantener ese legado y de corregir la dejadez de los tiempos, que se ha visto acrecentada con la pandemia y sus elementos más adversos. Navarro, además de ser mujer, tiene varias cosas positivas: viene con las manos libres, sin hipotecas políticas ni de sus antecesores; tiene condicionantes, claro que sí, la financiación universitaria (un clásico) y sus propias promesas, y va a tener enemigos con esa retahíla de universidades privadas que ofrecen títulos como si fueran una tómbola en la que siempre toca. Y tiene un objetivo prioritario: poner en valor en talento del campus sin que ello deba servir para restar nada a nadie. En todo caso, corregirlo. La gran incógnita aquí es saber hasta cuándo la condicionan, además de sus promesas, esos tentáculos de la provincia que trabajan de manera incansable para mantener arquitecturas arcaicas, y que solo con el tiempo han reconocido lo que la Universidad de Alicante le ha devuelto a la sociedad en formación y bienestar y mejor de sus diversos modelos económicos.

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